Nieves Denhaut: «Con dos años y medio dejé de mamar de mi madre para hacer el Camino»

Melissa Rodríguez
melissa rodríguez CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

ROBERTO TRABA

Esta peregrina francesa tiene 20 años y llegó a Fisterra en doce ocasiones. La última fue hace unos días

19 dic 2022 . Actualizado a las 22:36 h.

Nieves Denhaut es de Indre, departamento de Francia ubicado en la región Centro-Valle de Loira. Tiene 20 años y el pasado día 14 completó el camino xacobeo francés en su prolongación hasta Fisterra. No es la primera vez que lo hace ni será la última. Con solo dos años y medio inició la aventura al fin del mundo en los brazos de su padre. Fue una experiencia que, al igual que a su progenitor, la enamoró, y desde aquel entonces ya suma doce caminos con partida desde su tierra y final en el faro fisterrán. «Con dos años y medio dejé de mamar de mi madre para hacer el Camino». Así comienza su historia.

Su padre, Hubert Denhaut, es un gran apasionado de la peregrinación a Santiago. Tiene 51 años y lleva quince Camiños hechos a Fisterra. Según relata su hija Nieves, «le pasaron muchas cosas en la vida y quiso hacer la ruta, pero con una promesa: pese a que no tenía dinero para costearse el viaje, no pediría limosnas a nadie». Y así fue. «La gente le regalaba comida y todos los días le llegó para él e, incluso, para repartir con más personas», explica.

Solidaridad

A partir de ese momento, Hubert emprendió el camino a Fisterra en más ocasiones, pero siempre con un objetivo extra: llevar con él a alguien con problemas de salud, bien sea una discapacidad, una adicción… para ayudarle a ver algo de luz. «Encontró la fe durante el camino», narra Nieves.

Una vez, Hubert iba a emprender el trazado a la Costa da Morte y su hija, con apenas dos años y medio, le dijo que quería hacerlo con él, pero había un problema: Nieves todavía se alimentaba de la leche de su progenitora. «Durante cinco días no quise mamar más de mi madre y me llevó, cargando conmigo y con más peso para mi seguridad, durante kilómetros y días», recuerda la joven. Tan solo dos años más tarde volvió a repetir la aventura, acompañada de su padre. Ahora, con 20, siempre vuelve y lo sigue haciendo de la mano de Hubert.

Ella también dice haber encontrado la fe en esta ruta jacobea, aunque son muchos más los aspectos que destaca. Para empezar, el final en el faro fisterrán: «Siempre acabamos aquí porque es una sensación muy fuerte el hecho de no poder ir más allá. Nos parece ideal».

En todos estos años, ha conocido a mucha gente e, incluso, ya habla un casi perfecto español. «Para mí el camino es mi casa. Nos reencontramos con amigos, seguimos descubriendo cosas nuevas, vemos cómo cambian otras… Es una sensación muy buena. Como siempre digo, el Camino es igual pero, a su vez, distinto» resume.

En este sentido, uno de los lugares que más frecuenta en Fisterra es el local hostelero de Roberto Traba, A Galería. «Siempre hay cosas que ver desde su bar e historias que descubrir como la del Monte Pindo», detalla.

Sin teléfono y de acampada con su padre y una amiga

A Nieves le encanta España en general: «Yo también camino por Francia, pero no es lo mismo. Aquí hay mucha vida por su gente y sus bares. Hablas, sientes la libertad». Roncesvalles, Pamplona, Logroño, Burgos o León son algunos de los lugares que atraviesan. «A mi padre le gusta mucho la zona de la meseta. A mí, a partir de Sarria. Fisterra nos encanta por el mar, la gente y la comida, claro», expresa. Va escribiendo los detalles que la marcan por el camino en un cuaderno «para así retenerlos y no mezclarlos», apunta.

Siempre viajan sin teléfono para desconectar y, en esta ocasión, lo hicieron con tiendas de campaña para ahorrar gastos. Son las vacaciones de ambos. Ahora pasan un tiempo por la zona, algo que forma parte del viaje. Su padre, que partió desde donde viven, sumaba ayer 125 días de aventura en el camino, mientras que ella, 85, ya que debido a sus estudios, tuvo que emprender la ruta desde la frontera con España. De hecho, empezará el nuevo curso con retraso. Una amiga los acompañó por vez primera. Atrás dejaron otros 1.500 kilómetros para el recuerdo.