La muerte de peregrinos alimenta la mística del Fin del Mundo fisterrán

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

Xesús Búa

Desde el 2009 se ha registrado ya una docena de fallecimientos de visitantes

16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En el último medio año la lista de peregrinos fallecidos en Fisterra ha sumado otros dos integrantes, el septuagenario alemán que apareció muerto en un hostal a finales de junio y el caminante, cuyo cuerpo ya muy descompuesto fue localizado en el camino de la Arnela el viernes de la semana pasada y que aún sigue sin identificar.

Con ellos, son ya una docena larga los peregrinos y turistas que han encontrado la muerte en el Fin del Mundo desde que en el verano del 2009 el polaco Krystian Robert Strzelecky cayó al mar en el cabo, cuando se acercó demasiado para tocar el agua.

La casuística es muy variada porque va desde los fallecimientos por causas naturales, como se presume que han sido estos dos últimos, hasta imprudencias palmarias con resultado trágico y situaciones límite de personas que eligen este lugar tan simbólico para quitarse la vida. Del mismo modo que también hay quien lo escoge para que sean esparcidas sus cenizas después de muerto, lo que también ha dado lugar a situaciones bastante paradójicas con la aparición de urnas funerarias abandonadas y olvidadas.

Tampoco se puede establecer una explicación sencilla porque, en parte, la proliferación de casos podría responder, como dice el alcalde, José Marcote, cada vez que se produce algún episodio de este tipo, al enorme volumen de visitas que recibe de manera creciente la localidad del Cristo desde hace casi dos decenios. A mayor afluencia de personas parece evidente que mayor es también la probabilidad de que se produzcan sucesos de todo tipo. De hecho, entre las víctimas, aunque dominan las caídas o los baños peligrosos en le mar como los de Max Hildert y Adrián Ruiz (2015), Julio Recusani (2010) también hay varios casos de personas que, después de llegar a la localidad como peregrinos o turistas, acabaron instalados en ella de manera más o menos precaria, como Juan Manuel Cerdán (2010) o Jean-Marc Grollier (2012).

Detrás de todos ellos queda una tragedia familiar, pero hay incluso heridas que no se acaban de cerrar nunca, porque ni siquiera se pudieron localizar los cuerpos que permitiesen acreditar lo evidente, como ocurrió con el francés Denis Paul Valentín Louis (2015) o el surcoreano Jim Ha Cho (2016).

Por en medio quedan polémicas de todo tipo, como la falta de seguridad, la escasez de medios de rescate o la falta de información. Este último punto el Concello de Fisterra quiso atacarlo con una campaña divulgativa en los albergues a través de unos folletos que alertaban de los peligros y también de las buenas y malas prácticas asociadas al camino. Sin embargo, el esfuerzo se ha antojado insuficiente sobre todo en el campo de lo evitable, que son las imprudencias, por los rescates al límite en Mar de Fóra y los descensos hasta el mar en el cabo se siguen produciendo.

«A familia do rapaz alemán visítame todos os anos, están mortos en vida»

Al submarinista fisterrán Guillermo Traba le ha tocado lidiar con varios de estos casos, desde las imprudencias en Mar de Fóra hasta colaborar en la búsqueda de algunos desaparecidos. Uno de los que tiene más presente es el joven alemán Max Hildert, fallecido en el 2015 con apenas 20 años, porque aún mantiene contacto con sus padres. «A familia venme visitar todos os anos en xullo, porque lle fan alí onde morreu unha misa e unhas cousas. Teñen outro fillo, pero esa xente está desfeita, non o dá superado, están mortos en vida», explica Traba, para ejemplificar lo que supone para muchos padres un suceso trágico de este tipo, que el fisterrán está convencido de que seguirán sucediéndose.

«Ao cabo chegan obsesionados con tocar a auga e métense aló en baixo sen darse conta de que é moi perigoso. Aínda a semana pasada caeu un percebeiro de aquí de Fisterra con moitísima experiencia. E en Mar de Fóra, ven unha praia tan bonita e métense na auga, porque lles parece que saben nadar vén e non se dan de conta de que aquilo fai unha correntada criminal. Son xente que ignora todo iso e que non lle fai caso aos carteis, sobre todo cando van bebidos», relata el mariscador, que pasea habitualmente por la zona con su perro y ya ha sido testigo en más de una ocasión de como peregrinos extranjeros salvaban la vida por los pelos.