«Ata polo San Xoán faciamos entroidadas»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

ANA GARCIA

Fisterra no se entiende sin su carnaval, e incluso aprovechaban las fiestas del San Xoán para montar una «queima» como las de estos días

10 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La foto

Fue tomada el 23 de junio de 1993 por Socorro Insua junto a la rotonda que hoy lleva un monumento dedicado al emigrante. Iban de procesión con el «moino», desde la explanada del Concello y Casa do Mar, y vuelta. El muñeco representaba a un reo, culpable de delitos que, tras el juicio público posterior, solo le quedaba arder en la hoguera. Así pasó los pocos años que se celebró esta fiesta que mezclaba el San Xoán con la afición a disfrazarse y representar un pequeño teatro. Casi, como una comparsa. Y con muchos seguidores, además.

SOCORRO INSUA

Los protagonistas

Algunos ya han fallecido, como el principal promotor de esta cita, Manuel Traba Traba. «E tamén outros como Moncho de Paulina, o señor Juan Careta, o señor Vicente...», recuerda Roberto Traba. Vicente era precisamente el que tiraba del burro. Otros siguen, como el propio Roberto, que en la imagen no se ve, pero hacía el papel de juez. O Gelucho Calo, de Os Tres Golpes, y también Xeneroso Casais, «O Atroz», que es el que aparece tocando el bombo. Detrás, Carmen Estévez, con gorro y capa, y otros muchos vecinos, la mayoría vinculados a la Casa do Mar, incluidos los propios músicos, donde también había un coro muy activo.

ANA GARCIA

La historia

Los remates de entroido suelen cerrarse con la quema de algún elemento distintivo. Tal vez el más famoso (ahora) sea la Mikaela de ayer en Buño, pero la sardina sigue estando presente en numerosos lugares, el Farruco y el Faustino de Malpica resisten literalmente a medias, el Polbo de Fisterra va y viene más que el Guadiana... Entre unos y otros, resiste la tradición. Hubo más queimas, y seguramente la más curiosa es la que hubo en Fisterra: la del Moino. Con gente disfrazada, pequeña representación a modo de comparsa, recorrido por varias calles, y traca final... Lo típico de un concurso carnavalesco, pero con una diferencia clave: era el 23 de junio.

En 1992, 1993 y algún año más antes o después, hace ya, por tanto, una eternidad, los carnavales de verano ni se soñaban. Ahora los hay en varios lugares, por ejemplo la propia Fisterra, a principios de julio, pero entonces era muy raro hacer ese tipo de funciones fuera del tiempo establecido. En la villa del Cristo, donde también la Semana Santa imprime carácter, quisieron aprovechar las hogueras del 23 de junio, la noche de San Xoán, para darle un matiz propio, con la llamada Queima do Moino. Con este nombre hacían referencia a un personaje ficticio que representaba a cualquier malandrín, sin referirse a nadie en concreto. El caso era quemar a alguien, organizar un desfile de personas disfrazadas y con música en directo, procesión por varias calles del pueblo, juicio público y condenatorio al pobre muñeco y a disfrutar de lo encendido. «Ata no San Xoán faciamos entroidadas», bromeaba ayer Roberto Traba Velay, persona clave en los carnavales (y en otras muchas actividades culturales, como el desembarco pirata) en los últimos decenios en Fisterra. Él lo recuerda bien porque estuvo presente, y además haciendo de juez (también había fiscal, abogado defensor...) del desdichado condenado a arder en la explanada situada detrás del Concello y la Casa do Mar, ya que esta entidad, a través de Manuel Traba Traba, era la impulsora de este teatrillo.

Ayer se juntaron varios de aquellos protagonistas, como el propio Roberto, Xelucho Calo o Xeneroso Casais. En el mismo lugar en el que ardía aquella figura, cuyo origen no estaba claro. Traba relata que Traba Traba, su principal impulsor, contaba en aquella época que la Queima do Moino ya se celebraba de antes, aunque es complicado hablar de fechas exactas. Y, en todo caso, había sido algo de ida y vuelta, como tantas cosas en Fisterra y en más lugares, que más que de la tradición, dependen de que haya voluntarios que trabajen por el pueblo y por los demás. Hace falta gente y continuidad.

En cuanto al propio carnaval, el actual, que aún colea por la comarca, Roberto echa de menos otros tiempos. Elogia el trabajo que realizan las comparsas, pero añora el ambiente que se respiraba por las calles durante todas estas jornadas de fiesta. Prefería que el célebre concurso se hiciese como antes, en la plaza, y no en el polideportivo. «Antes, a unha semana de que fose o concurso xa había entroidos polas rúas». Gente disfrazada, buen ambiente... Las ristras de ajos que usa en su local La Galería para los conjuros de las queimadas proceden de un regalo de disfrazados de aquella época. «Había falcatruadas sempre, e agora xa non se ve nin unha careta», dice.