Las condiciones en la hostelería y el agro alejan la mano de obra

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

JOSE MANUEL CASAL

Son dos de los sectores con mayor demanda y con más quejas de los trabajadores

17 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Servir cafés y ordenar vacas, dos trabajos que solo le pueden parecer simples o menores a alguien que no los haya desempañado nunca, son ahora mismo de los principales nichos de empleo que existen en la Costa da Morte. Unos puestos que, en una situación general con el paro todavía desatado, cuesta cubrir especialmente, por otros muchos motivos que resultaría muy largo enumerar, pero, sobre todo, por las condiciones que ofrecen los contratantes y los cambios sociales que están llevando a que cada vez quede menos gente dispuesta u obligada por sus circunstancias a aceptarlas.

En general todo el sector turístico, el que más crece de largo en la zona, tiene problemas para encontrar personal, como explica Martín Canosa, de Brigantia Viaxes. «Hoxe para isto xa non vale calquera, precisan idiomas... e non é doado atopar xente. Había un especie de bolsa de emprego da Costa da Morte, que penso que se debería retomar, porque está o Inem, pero sen criba ningunha, e os empresarios necesitariamos un sitio ao que poder acceder para atopar xente», señala.

Sin embargo es la restauración, y particularmente la cocina, el nicho más complicado. El malpicán Walter Pardo abrirá el próximo 8 de junio la Cervecería O Cruceiro y no fue hasta la semana pasada cuando, después de muchas vueltas, encontró un cocinero profesional, cuando incluso se había planteado que asumiese el puesto su madre. «É un negocio moi difícil porque tes que traballar cando os outros gozan: fins de semana, festivos... Aínda por enriba aquí na costa dura dous meses e tentas aproveitar ao máximo porque tampouco podes ter un equipo que despois durante o inverno non es quen de manter», detalla.

Un retrato crudo

Desde el otro lado, el exportavoz del BNG de Fisterra, Germán Martínez Traba, que va para 16 años de experiencia en la hostelería, tanto en Fisterra como en Santiago, donde trabaja ahora, hace un retrato bastante más descarnado de lo que es la realidad y como él la ha vivido. Cobra 1.200 euros al mes con dos días y medio libres a la semana, pero sabe que lo suyo es la excepción y antes ya pasó por todo lo demás. «Aquí no Franco míranos todo o mundo, os outros empresarios din: ‘este é parvo’», señala Martínez, a quien le parece cuando menos osado que los hosteleros, y particularmente los de Fisterra, se quejen de que no encuentran personal. «Queren profesionais e seguir pagándolle como se fosen rapaces castigados e agora iso xa non é así. Esta xeración non é a nosa, na que se suspendías castigábanche con traballar o verán no hostalaría. Existe unha maior protección dos pais e eles mesmos ven que non ten xeito traballar 90 días seguidos sen librar, todo o verán, por 900 euros ao mes, que despois pagas a matrícula dos estudos e non che queda nada», explica el camarero fisterrán, que ha visto de todo: seguros a media jornada por trabajar todo el día, rangos inasumibles, presiones insoportables y una exigencia de los clientes que no se da en otros sectores. «Incluso me sentín atacado polos meus compañeiros por esixir unhas condicións, que eran para eles tamén. Trátanche de vago», concluye.

El panorama en la ganadería no es muy diferente, como describen algunos trabajadores a los que los que más les indigna es el «ti, coma da casa», porque supone asumir la dedicación de los, por lo general, sufridos ganaderos, pero en condición de empleado y sin ninguna de las ventajas económicas que tiene la propiedad. A las jornadas interminables de lunes a domingo, con picos de campañas, se unen en las quejas unos salarios aún más bajos que en la hostelería.

Los verdaderos profesionales huyen a destinos igual de duros, pero mejor pagados

Paradójicamente, mientras en la Costa da Morte faltan camareros y cocineros verdaderamente cualificados, cada verano siguen saliendo decenas de ellos con destino fundamentalmente a las islas, pero también a otros destinos turísticos principales, incluso fuera de España. La razón es muy sencilla: ante unas condiciones de trabajo similares, con jornadas maratonianas y sin días libres -algo por cierto bastante irregular y alejado de lo que dice el convenio- triplican o cuadriplican el salario, con lo que una campaña al límite del agotamiento físico se traduce en unos buenos ahorros para el inverno.

En el campo, frente a la explotación y el ordeño diario, ganan peso cada día las empresas de servicios agrarios, que se encargan fundamentalmente de las campañas forrajeras. También se gana más en menos tiempo, aunque igualmente en condiciones límite, con jornadas de hasta 24 horas sin bajar del tractor, incluso a seis euros la hora.