Estafan más de 15.000 euros a una fisterrana con el timo de la estampita

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. lado CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

Una pareja embaucó a una septuagenaria para quitarle dinero y joyas de oro

22 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El timo de la estampita -deficiente dispuesto a entregar gran cantidad de dinero, que al final acaba llevándose el de la víctima- le ha servido a un hombre y una mujer de entre 30 y 40 años para arrebatarle a un septuagenaria fisterrana más de 15.000 euros en dinero y joyas de oro. La jubilada se dirigía a casa de una cuñada el martes para bajar a la plaza y se topó con el presunto timador, que le preguntó dónde estaba la «casa de monjitas». Desconocedora de tal cosa, la mujer se giró para preguntar a una tercera persona y justo dio con la otra protagonista del timo, que fingió vivir en un piso alquilado desde hacía poco tiempo, con lo que tampoco sabía de las «monjitas».

Eso sí, le dio tiempo para mostrarle a la afectada que de la bandolera que llevaba su compinche asomaba supuestamente gran cantidad de dinero. De ahí que fuese convenciendo a la víctima para quedárselo y entregarlo en la Guardia Civil -en Fisterra ni hay cuartel- con la esperanza de una indemnización o de que se lo diesen si no aparecía su dueño. De nada sirvió que la fisterrana alegase que tenía prisa para ir al mercado, porque la cogió de ganchete y la fue embaucando.

La estrategia pasaba por que el supuesto deficiente quería que ambas demostrasen que ellas eran gente pudiente y que les podía entregar el hipotético dinero, sin temor a que se lo quedasen. Así se subieron en el coche de la pareja y empezaron el periplo: primero para ir al supuesto piso de la timadora, del que bajó con un bolso en el que relucía algo que podría parecer oro y después a la casa de la mujer, que siguiendo las indicaciones sacó de casa sus joyas y las cartillas del banco, pese a que nunca las maneja.

Dinero en la sucursal

Ya en la sucursal de Abanca pidió «3.000 ou 4.000 euros», algo que ya sorprendió al cajero, aunque no le dio mayor importancia. Le preguntó si le daba 3.000, pero la mujer, dudando, acabó decantándose por los 4.000. De vuelta en el coche mostró todo ese patrimonio y siguieron la marcha. Ya en camino al timador le entraron ganas de comer. «¡Hambre, hambre, tengo mucha hambre!», empezó a gritar, siempre en el contexto de esa fingida deficiencia. Su compañera le pidió a la víctima que bajase para comprarle un bocadillo en una tienda y esta se dirigió presta, aún a sabiendas de que el establecimiento lleva más de un año cerrado. Se topó con una vecina que advirtió en ella un comportamiento extraño y ahí acabó todo, con la mujer desorientada buscando por el coche que, evidentemente, se había ido. Todo no, porque al día siguiente la afectada se levantó diciéndole a su familia que había soñado que le habían robado las joyas y ahora ni siquiera quiere salir de casa, por el impacto que le causó lo sucedido y por la pérdida que suponen para ella sus alhajas, más allá de lo económico.

«Á miña nai tiveron que darlle algo porque as cousas que fixo non son normais. Como moito anda con 100-150 euros para as súas compras, pero nunca vai ao banco. Se precisan máis cartos sempre vai meu pai. De feito nin sequera sabía se as libretas eran as actuais ou as que xa non valen», relata una de sus hijas, que ve aún más raros otros dos detalles: «Tivo un accidente e dánlle pánico os coches. Só vai con meu pai, meu irmán ou con esta cuñada. Comigo non sobe e se o fai vai tremendo. Ademais, as súas xoias non nolas deixa nin ás fillas. Son os regalos de meu pai de 40 anos navegando e para ela teñen un valor altísimo».

En lo económico, esas joyas pueden valer «máis de 12.000 euros, por poñer unha cifra, que seguramente sexa máis», dice la hija. Para rematar el capítulo de rarezas, la septuagenaria llegó a casa, ya alarmada al empezar a darse cuenta de lo sucedido, con una bolsa de tela, de esas que se cuelgan al cuello para guardar dinero y otros bienes, con el anagrama de un osito. Se la habían dado los estafadores, según ella al final de todo el periplo. Su hija comprobó que dentro había un localizador GPS: ya ha sido entregado a la policía judicial de la Guardia Civil de Carballo, que asumió la investigación.