Una fisterrana en Argentina que tuvo siempre presente su tierra natal

La Voz CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

Luis Lamela

Josefa «Pepita» Nemiña Santos emigró al país sudamericano a una edad temprana en la segunda década del siglo XX

18 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«El viejo poema de la emigración; el de las estrofas de oro, el de los versos nostálgicos; el de las estancias bien tristes llenas de dramas pequeños y de tragedias ocultas»

Esas situaciones que enumera el escritor cubano-español Alberto Insúa, no sabemos si las llegó a experimentar Josefa Pepita Nemiña Santos (en la imagen, a la derecha), aunque si podemos asegurar que compartió y vivió esos sentimientos y emociones descritas durante su etapa migratoria. Josefa Nemiña Santos nació en Fisterra y emigró para la Argentina a una edad temprana en la segunda década del siglo XX.

No obstante, Pepita tuvo la suerte de no sufrir todos los sinsabores y dificultades que llevaba emparejada una emigración como la que sufrieron muchos de sus convecinos que no encontraron un camino de rosas. Ella, joven y guapa, se casó pronto con un argentino, el señor Maza, que le esmaltó el camino y disfrutó de una buena posición social y una desahogada situación económica. Pepita colaboró y publicó varios artículos y poemas en la revista Finisterre, vocero de la Sociedad Finisterre en América y su último trabajo conocido fue el que apareció en el número de marzo-abril de 1929, titulado, Viernes Santo, y en el que, con mucha nostalgia y voluntad de dar testimonio, describe la Semana Santa de su pueblo, recordándola y añorándola: «Siguen los Oficios Divinos, que se repiten con más fervor en las horas de la tarde, en las que, después del acto del Descendimiento, el santo sepulcro con el cuerpo del Mártir de Galilea recorre las calles, en cuya procesión el clero e hijas de María, entonan el Stabat Mater, regresando ya bien entrada la noche al templo, una vez cumplido por todo el pueblo con los deberes de tan sagrada misión».

Todo un ejemplo de como en la diáspora argentina los fisterráns tenían presente su cultura religiosa y social, sus vivencias más queridas. Pepita Nemiña falleció joven, precisamente el 23 de abril de 1929 en la ciudad de La Plata, la población en la que residió con su esposo.