«El destino quiso que fuese en el Camino donde conocí a mi esposa»

Emilio Forján NEGREIRA / LA VOZ

FISTERRA

PACO RODRÍGUEZ

Lalo y Chelo son dos recién casados que se conocieron hace dos años en el Camino de Fisterra. Ataviados con los trajes de su enlace en Valencia, ayer agradecieron su unión al Apóstol

26 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Camino une. Y en el caso de Eduardo de la Jara y Chelo Posadas, hasta el matrimonio. Mexicano con raíces gallegas él y valenciana ella, la pareja celebró sus nupcias el pasado sábado en tierras levantinas, pero ya están por Galicia. Y con los trajes de novios en sus maletas, porque si alguna intención traía su vuelta a Santiago era la de acceder a la Catedral ataviados con ellos para agradecerle esa unión al Apóstol. Porque Eduardo y Chelo se conocieron en el Camino, en el de Fisterra en concreto.

Hace ya dos años de eso, el mismo tiempo que comparten estrecha amistad con los dos socios propietarios del albergue Anjana, de Negreira. Tan estrecha que Sara y Miguel, que curiosamente también se conocieron en la ruta jacobea, colgaron el pasado fin de semana el cartel de cerrado y cruzaron el país hasta el Mediterráneo para irse de boda, pese a ser temporada alta y cuando el albergue no cierra ni para las nupcias de sus mejores amigos, apunta Sara Ramos.

Una invitación en forma de credencial de peregrino y con el ofertorio los reclamaba en una ceremonia plagada de simbología jacobea, como la presencia de las flechas amarillas del Camino, aunque tampoco faltaron los mariachis para cantarle a la novia.

«El destino quiso que fuese en el Camino donde conocí a mi esposa, aunque hubo una conexión muy fuerte entre los dos con el paso del tiempo que yo no había encontrado en nadie antes», revela Eduardo, conocido por Lalo y con abuelos en la localidad pontevedresa de Doade.

La suya es «una historia increíble» que con el paso de los días fue convirtiéndose en una relación más reforzada, gracias a sus vivencias en el Camino, sostiene esta pareja que, no obstante, atribuye a Sara un claro papel de celestina. «Fue una de las protagonistas, porque caímos en sus manos y fue la que más nos animó a dar el paso», cuenta Chelo.

La noche en que llegaron por primera vez a Negreira, a principios del mes de julio del año 2015, el albergue Anjana estaba cerrado por la verbena de San Eutelo, que se celebra delante del alojamiento. Lalo viajaba con su hermana Mariel, y su ahora esposa, con dos primos valencianos. «Teníamos los pies destrozados y después de estar en la fiesta, le pedimos a Sara que nos dejase dormir porque era tarde. Accedió, y fue una madrina del Camino que nos marcó para siempre», recuerda Chelo, que además incide en que Sara los «apoyó siempre, porque dos años en la distancia no fue fácil, tampoco por las diferencias culturales y de edad», aunque afirma que la hospitalera siempre lo vio claro.

Tanto a Lalo como a Chelo, el Camino de Santiago les ha descubierto distintos aspectos de sí mismos, relata Eduardo, quien sostiene que también «te vas dando cuenta de que en la mochila vas cargando peso que no te sirve, que estorba». «Así es la vida -añade-, hay cosas que tienes que desechar para que sea más ligera y así fue, porque yo al final no tenía nada en la mochila y lo único que me llenaba era Chelo», confiesa Lalo, quien junto con su esposa ha hecho suya la frase distinto Camino, pero con la misma esencia peregrina.

Lalo y Chelo, a los que ayer acompañaban varios familiares y amigos, algunos llegados expresamente desde México para el enlace, celebrarán esta particular luna de miel en Galicia acercándose hasta el cabo de Fisterra para disfrutar de su puesta de sol. Después se desplazarán a Valencia y, más tarde, se irán al país de Lalo, aunque tienen en mente regresar pronto a España.