La multiculturalidad también crea actividad económica en Fisterra

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

JORGE PARRI

Extranjeros que llegaron como peregrinos abren sus propios negocios en el pueblo

12 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La mística fisterrana relacionada con el fin del mundo y la explosión absoluta del Camiño en el último decenio ha convertido un pueblo marinero abocado a la parálisis y la caída demográfica en un punto de encuentro en el que se dan cita cada años cientos de miles de visitantes de nacionalidades distintas. Esta afluencia trae consigo una indiscutible riqueza cultural y de intercambio social, pero también tiene un impacto económico grande, y no solo en los negocios de la localidad, sino que algunos de los recién llegados, casi siempre como peregrinos, se han convertido en generadores de actividad.

Hay artesanos e incluso verdaderos artistas, aunque lo que domina es la hostelería, generalmente ligada a los propios turistas y peregrinos que, como es lógico, tienen carencia por buscar a nacionales de sus países cuando llegan a Fisterra.

Christine Mack llegó hace nueve años de Alemania, gestiona el bar La Frontera junto a la parada de taxis y cumplirá lo que califica como «un sueño de más de 20 años»: abrirá en la calle Ara Solis Las Mil y Una Noches, una tienda de productos étnicos que surgen de la experiencia, los gustos propios y el deseo de satisfacer una demanda que no estaba cubierta. «La gente venía por el bar y quería llevarse mis lámparas, teteras... Preguntaba dónde compraba esa ropa. Tenemos personas de todo el mundo todos los días y lo que pretendemos es acogerlos como en casa, que se sientan en un ambiente cómodo, sin televisión y con música relajante», explica Christine, que viajó a la India y a Nepal para formalizar relaciones con sus proveedores, y ahora en la nueva tienda ofrecerá productos de estos dos países, además de Marruecos, Pakistán y el África subsahariana, entre otros muchos orígenes. Todo ello «con un té gratis» para amenizar la visita.

Por el momento sus amigos y colaboradores, como el madrileño José Santiesteban, que ya venía con sus padres de pequeño a Sardiñeiro y desde que llegó como peregrino se ha quedado en una casa con huerto, se esfuerzan estos días en ultimar los detalles, como el cartel en cuatro idiomas, el orgullo de la tienda.

Pili Trillo Lago, que nació en el País Vasco, perdió a sus padres con 11 años y la acogieron en Fisterra, con lo que se considera una nativa más. El italiano Michele D’Atri llegó el 14 de mayo del 2015 caminando desde Francia «para dormir en Fisterra una noche y al final me vou a quedar para hacer una vida», como dice. Sus caminos se cruzaron, hoy son pareja y regentan el Galeón de Rossana, un bar de tapas y restaurante de comida italiana, que abrió Michele a los dos meses de llegar, pero en el que ahora «la jefa es ella», explica el transalpino, para quien «Fisterra es el paraíso y cada día un poco más».

«Lo que tenemos aquí es una Torre de Babel y creo que esto al pueblo le viene muy bien le ayuda a abrirse. Por ejemplo, en el bar las puertas de los baños están escritas en más de 30 idiomas. Cada uno que llega y ve que falta el suyo lo pone, el último ha sido el armenio», cuenta Pili.

De algo más cerca, en Centroeuropa, llegó en agosto «para quedarse la temporada hasta noviembre» Dorogi László, un joven húngaro que, cómo no, está al frente del albergue que lleva el nombre de su país.

Junto a ellos hay holandeses, más italianos... e incluso japoneses con negocio en el pueblo.