El Camiño no se mide en euros

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

FISTERRA

02 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Golpeado ojo que sueña el mar, una aldea velada en la retina». Fisterra pintada por Rafael Alberti. Algunos llevaban siglos alimentando el mito. Y aquí ajenos, sumidos en el autismo. Estaba aletargado, olvidado. Un esfuerzo inmenso logró ir dándole vida. Lo malo es que las ideas no suelen levantar templos. Ganó la persistencia de los más audaces. Un grupo de ilusos pintaron su anhelo en las nubes. Floreció de nuevo, pero pocos recuerdan ahora el sacrificio, lo reconocen y aplauden. Están demasiado ocupados en contar las ganancias y mirar cómo aumentar el caudal. El Camiño no se mide en kilómetros sino en estrellas, como decía Alejandro Finisterre. Ahora es la arteria cultural, turística y económica que alimenta gran parte de la Costa da Morte. Es un pilar de futuro. Un chorro incesante y una esperanza. Una marea imparable que arrastra a la orilla una inmensa riqueza. En dos decenios el maná empezó a caer poco a poco. Una travesía por tierra hasta llegar al mar infinito se puede torcer por los temporales. Acechan peligros: furtivismo hostelero, comercial y turístico, la bacteria que puede corroer los sueños más sólidos. Los peregrinos no están para ser explotados o engañados. Están para ser cuidados con mimo. Son los grandes embajadores de este milagro que otros pueden echar abajo si flojean los controles y las responsabilidades. Si quieren conservar las ganancias, lo que hay que hacer es mantener la esencia. Los misterios casan muy mal con la avaricia, que es como la avispa velutina de los enjambres que producen la miel pura y polinizan las flores para mantener el equilibrio natural. Deberían de atender a Epicuro: «Si quieres ser rico no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia». Y si no lo entienden, los organismos públicos tienen leyes y reglamentos para cortar por lo sano. Costó demasiado resucitar una ruta milenaria como para que ahora den al traste con ella por no ser capaces de impedir los desmanes. Parte de la Costa da Morte se está jugando su supervivencia.