Esmorís Recamán: investigador, médico y patrón mayor de Fisterra

luis lamela

FISTERRA

xesús búa

El próximo año se cumplirá el 50 aniversario de la muerte de una de las voces ilustres de la Costa da Morte

25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La preservación de la memoria, nuestro ADN como pueblo, dicen, debería ser uno de los valores supremos en una colectividad como la nuestra, la de A Costa da Morte, para recobrar mundos e individuos que se encuentran perdidos por haber entrado en el baúl de los olvidos. Y de esa labor de preservación y recuperación sabía mucho Francisco Esmorís Recamán, un corcubionés nacido el 15 de octubre de 1893 y al que un año después de su venida al mundo, el 25 de octubre de 1894 le fallecía con 28 años su madre Josefa Recamán Rivas, la hermana del práctico de la bahía de La Habana, Francisco Recamán Rivas, el famoso don Pancho, amigo del escritor hispano-cubano Alberto Insúa.

Francisco Esmorís se crio en Corcubión, un pueblo que fue el reloj de su niñez e inocencia, asistiendo a la escuela del maestro Juan Díaz Fernández, el recuperador de las famosas parrandas. Con 26 años, en 1921 se licenció en Medicina por la Universidad de Santiago, obteniendo premio extraordinario y cursando, además, la carrera de Magisterio. Durante cierto tiempo trabajó como médico en la Marina Civil española y también en un buque inglés, pero en 1924, cuando se jubiló Víctor Cardalda, Francisco se quedó en tierra para ejercer de médico municipal en Fisterra, localidad en la que residía su padre, Manuel Esmorís, que ejercía de secretario municipal y era propietario de una fábrica de salazón.

En su dilatada trayectoria profesional, a Francisco le acompañaría otro médico también nacido en Corcubión, Desiderio Paz Figueroa, Don Emerito. Dos corcubioneses adoptados plenamente por la villa del Cristo.

Patrón mayor

Años después, Francisco Esmorís fue elegido patrón mayor de la cofradía de Fisterra, en donde tomó conciencia del sufrimiento de los pescadores, dedicando sus esfuerzos a la consecución de un puerto de refugio. «En un viaje mío a España -me confesó en 1988 un viejo emigrante fisterrán, Manoel d’Antonia- coincidí con él en la fonda de A Coruña llamada La Confianza. En aquella ocasión me dijo: ‘Manolo, escribí tantos papeles que uno detrás de otro llegaban de aquí a Fisterra’. Al final nada pude hacer -refiriéndose a las numerosas peticiones que en su condición de patrón mayor efectuó de un puerto refugio para Fisterra-. Fue una queja de impotencia y rabia. Escribió mucho para el exterior, publicaba en revistas de Buenos Aires y de La Habana», concluyó Manoel d’Antonia.

Una muestra de lo afirmado por Manoel d’Antonia bien puede reflejarlo este párrafo de un texto publicado por Esmorís en La Voz de Galicia en el año 1927 y que demuestra su empatía con los pescadores: «Es interesante ver la cantidad de chalanas que cada día se construyen [en Fisterra]. La causa estriba en el deseo de aprovechar el mayor número posible de días de mar y como quiera que la carencia de refugio obliga al pescador a andar con su embarcación a cuestas, como el caracol con su concha, para resguardarlas en tierra firme de los temporales, de ahí la previsión de valerse de esa insegura embarcación por su facilidad de ‘echarla arriba y abajo’, con pena muchas veces de la vida. Sobran estos elementos de juicio para comprender la trascendencia que tiene la industria pesquera en Finisterre, sin contar con la más insignificante protección y amparo».

Anfitrión e investigador

Además de médico y patrón mayor, Esmorís Recamán fue un excelente anfitrión. Con cualquier visitante ilustre que llegase a Fisterra ejercía de cicerone. Eso hizo el día 5 de julio de 1921 cuando el profesor de la facultad de Medicina de Santiago, el famoso Roberto Nóvoa Santos, acompañado de los también médicos Vicente Varela Rubio y José López Martínez, llegó a Fisterra, donde fue obsequiado por Francisco Esmorís con una comida del grupo en su casa. Lo mismo sucedió cuando varios componentes del Seminario de Estudos Galegos arribaron en 1932 a la villa del Cristo con el fin de efectuar una campaña de investigación. Y, también a principios de 1936 cuando visitaron Vimianzo Ángel del Castillo, Fernando Martínez Morás, José Seijo Rubio, José María Luengo y el fotógrafo Cancelo, esperándoles en Vilaseco al objeto de reconocer la famosa citania situada en el monte de Castrelo. E, igualmente, con J. Ramón Fernández Oxea, conocido literariamente por Ben-Cho-Shey, cuando en 1953 visitó Fisterra; o con el escritor Alberto Insúa que se alojó en su casa cuando el Ayuntamiento de Corcubión le concedió el título de Hijo Adoptivo....

Por su constante preocupación por el pasado, con conectarlo con su presente, buceando en la historia durante todos estos años Francisco Esmorís se convirtió en un gran estudioso y conocedor de la historia de Fisterra y de Corcubión, mirando siempre en el retrovisor consciente de que el pasado no acaba de pasar nunca. Por sus numerosos y documentados trabajos sobre la tierra en que nació y residió fue elegido miembro de la Real Academia de las Letras Galegas y del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, autor de varias separatas del boletín de la RAG, entre ellos los titulados Refranero Fisterrán y San Guillermo y su ermita, colaborando en numerosas revistas y medios de comunicación de la época con trabajos como: Recuerdos arqueológicos de la villa de Finisterre, En torno a la misteriosa ciudad de Duyo, De la vida universitaria compostelana... y muchos otros, entre los que se encuentran relativos a los hospitales de peregrinos de Fisterra y Corcubión y varias crónicas de la invasión francesa de 1809, unos textos que consiguen llevarnos por todo el espacio de la historia y la cultura de la comarca de Fisterra, además de recuperar coplas perdidas, uno de los aspectos más interesantes de su aportación.

Políticamente, Francisco Esmorís fue vocal en 1924 del comité de la Unión Patriótica de la Dictablanda de Miguel Primo de Rivera y fue elegido presidente en los años 1926 y 1927. En 1924 fue elegido asimismo vocal de la Junta del Partido Judicial de Corcubión, por Fisterra. Y en el aspecto personal y sentimental, en esta época mantuvo un noviazgo con una joven corcubionesa, Nieves Fernández Buján, relación que finalmente no llegó a buen puerto, acabando los dos solteros y siguiendo su épica vital en solitario, cada uno por su lado.

En su cometido sanitario le fue concedida la Medalla de la Orden Civil de Sanidad por diversos estudios efectuados sobre el tifus exantemático, una enfermedad contagiosa, una pandemia -el «piojo verde», la llamada enfermedad de los pobres- que se cebó con las gentes de Fisterra a partir del año 1943, una epidemia con muchas víctimas entre los vecinos de la villa del Cristo, durante la terrible posguerra que sufrieron nuestros abuelos. Francisco Esmorís Recamán, que merece un trabajo mucho más amplio por su erudición alimentada de humanismo, manejó el proyecto de levantar un museo en Fisterra con el objetivo de exponer el tema de los distintos fisterras de la Europa Occidental, una reivindicación que sigue de actualidad entre los que quieren dinamizar turísticamente esta esquina geográfica que es A Costa da Morte.

En todo este proceso, Paco Esmorís nos ha regalado un montón del tiempo que consumió en sus investigaciones y construyó parte de nuestro edificio colectivo. Falleció a los 72 años en Fisterra el 24 de marzo de 1967 -se cumplirá el próximo año el cincuenta aniversario- cuando aún estaba en activo en el ejercicio de la medicina, y mientras se celebraban los actos de la Semana Santa. Una muerte que truncó anhelos y algún que otro proyecto que no pudo materializar, pero nadie cogió su testigo, extinguiéndose así una de las voces de A Costa da Morte que más se escuchaba en los medios intelectuales gallegos y en los de la emigración de su tiempo.

Recibió la Medalla de la Orden Civil

de la Sanidad por sus estudios

sobre el tifus