«Cela en público decía barbaridades, pero en privado era educadísimo»

Juan Ventura Lado Alvela
J. v. Lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

Trillo, a la izquierda, en la presentación del busto de Cela, en presencia del escritor, el 8 de junio del 98.
Trillo, a la izquierda, en la presentación del busto de Cela, en presencia del escritor, el 8 de junio del 98. casal

Trillo descubre el lado más íntimo del escritor universal nacido hace 100 años

16 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Natural de A Ameixenda (Cee) y vecino de Fisterra de pleno derecho ahora instalado en Bertamiráns, el abogado y escritor Benjamín Trillo Trillo fue amigo de Camilo José Cela hasta su muerte y ejerció de anfitrión del nobel, del que ahora se cumplen 100 años de su nacimiento, durante los cinco veranos que pasó en la Costa da Morte.

«Participé en todo lo que hacía. Me invitaba como su abogado, aunque no era su abogado ni nada, para que pudiese estar en los sitios a los que él iba. Le llevaba con mi coche por toda la zona de la Costa da Morte, donde grabó un documental con su hijo y él de guionista, centrado particularmente en el Cementerio de los Ingleses», recuerda Trillo. Ya lo había conocido brevemente años antes en la residencia universitaria del Colegio de Huérfanos de Periodistas en el que estaba instalado mientras cursaba Derecho en la Complutense.

A raíz de un artículo publicado en el que Cela decía que le gustaría que quemasen su cadáver y esparciesen las cenizas por el cabo Fisterra, el abogado, que entonces era concejal, y el alcalde, Valentín Castreje, le enviaron una invitación. Para su sorpresa, «vino con su mujer a pasar una semana y se alojó en el Cabo Fisterra», durante aquella Semana Santa.

Ya para el verano, la suegra de Trillo le ofreció la casa de la playa a la que se llega por la hoy llamada Corredoira de Don Camilo y donde está por deseo suyo el busto de piedra que él mismo trajo. Ahí se forjó la amistad a través de la cual pudo descubrir la verdadera identidad del autor de Madera de Boj, lo que iba a ser un relato familiar y acabó impregnado de Fisterra y de la Costa da Morte.

«Cela tenía dos caras y cada vez que veía un periodista delante cambiaba rotundamente de personalidad. En público era un botarate que decía barbaridades para llamar la atención y hacerse propaganda. En privado era educadísimo, más bien tímido, de una gran sensibilidad y muy amigo de sus amigos», resume el que fue su anfitrión durante cinco veranos, y que guarda en la memoria infinidad de anécdotas. «Paraba en el Cabo Fisterra, donde escribía toda la semana. Una vez una periodista joven me dijo si se lo presentaba. Accedí pero le adelanté: 'no se fíe de lo que haga'. Tan pronto le dije que era periodista casi la echa de allí a patadas», relata el amigo del escritor, para quien, en cierta medida, esto era una necesidad porque Cela necesitaba promocionarse ya que «no era rico y vivía de su literatura». De hecho, considera que, después de Salvador Dalí, fue quien mejor supo aprovechar los medios en este sentido.

En otra ocasión, en Malpica, «se metió en una taberna. Yo quedé en el coche, pero al rato empecé a escuchar un montón de ruido y ya lo vi despotricando con los marineros que había allí. De hecho, en Fisterra había un primo de mi mujer, conocido por Manolete, que era muy mal hablado pero muy simpático. Pues Cela decía las mismas barbaridades que él o incluso más», continúa Trillo, que echa por tierra la imagen hosca del escritor o el desprecio que se le atribuye hacia su tierra y hacia el idioma.

«No ser considerado escritor gallego le dolía mucho. Habló conmigo multitud de veces sobre ese tema aunque ya entendía que no tenía salida, porque la personalidad de uno también es la que le hacen los demás. Realmente no escribía en gallego (aunque escribió también en gallego) porque consideraba que no le hacía ningún valor, que no tenía el mismo dominio que del castellano y que no podía hacerlo con la misma categoría: por tanto estaba mutilando su literatura. En esto se comparaba mucho con Valle Inclán», desvela Trillo, quien pone en valor otro detalle respecto al apego del literato con su tierra.

«Casi nos pedía perdón por cambiar la idea que incinerasen sus huesos y los esparciesen por el cabo Fisterra, pero dejó su fundación en Iria Flavia y nos decía: ?Yo nací allí y le debo esto a la gente de Padrón?. Por eso que para nada despreciaba el lugar en el que nació», concluye Trillo, que guarda grandes recuerdos del escritor.