«Fisterra es el maravilloso centro de El Alma del Mundo»

FISTERRA

SANTI GARRIDO

El artista valenciano construye un cubo de dimensiones planetarias que tiene uno de sus ocho vértices en la comarca

08 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Rafael Trénor Suárez de Lezo (Valencia, 1946) procede de una familia de la alta burguesía levantina, pero lejos de la vocación industrial y comercial que le dio nombre a sus antepasados se ha volcado completamente en el arte y, afincado desde hace años en Baleares, destaca como escultor, fotógrafo, filósofo y poeta. Ahora acaba de visitar Fisterra para exponerle a vecinos y políticos su proyecto El Alma del Mundo, que circunscribe el globo terráqueo en un cubo de dimensiones mundiales del que uno de los vértices está diseñado para el antiguo basurero del Monte do Cabo.

-¿Hay un alma viajera detrás de todo este proyecto?

-No realmente, se trata más bien de un alma absolutamente enamorada de las estrellas. Digamos que representa más bien la unión de cielo y tierra en el que el cubo hace el papel de la Tierra y el propio globo el del universo esférico definido por Platón. Hoy su verdadera configuración es muy misteriosa y ya se está hablando de un universo de universos. Parece que los clásicos estaban más cerca del conocimiento de lo que estamos nosotros. Es como cuando ves algo desde el suelo y luego te subes a una torre donde alcanzas mucho más. Digamos que cuanto más conocemos lo que hacemos es una ampliación de nuestra ignorancia.

-¿Por qué Fisterra?

-En el año 73 o 74 hice con mi compadre y gran amigo Eduardo Úrculo [pintor y escultor asturiano fallecido en el 2003] el Camino desde Jaca y ahora, echando la vista atrás, me parece que todo empieza ahí. Sin embargo, este proyecto nace en el año 88, pero yo estoy metido de lleno en el trabajo de la Esfera Armilar para la Expo 92 y no puedo ponerme con él hasta el 90. Cuando llevaba ya cierto tiempo traté de elegir los puntos y pensé en Roma, en Atenas,... pero no se me pasaron por la cabeza Fisterra o Santiago. Lo que ocurría es que siempre que trazaba unas ubicaciones para hacer coincidir los vértices aparecía agua. Así fue como diseñé el AMQ, o Buscador del Alma del Mundo, un sistema muy rudimentario de los tiempos en los que no había Internet y la única combinación posible que me daba en toda la tierra era la parte occidental de Galicia, desde la zona de Santiago hacia la costa. Por eso en principio lo iba a hacer en el Pico Sacro y tenía apoyo en Boqueixón, pero entonces fue cuando conocí a César Portela. Él estaba en ese momento con el trabajo de la Carballeira de Lalín y quería que lo ubicase allí, pero, aunque tenía un margen amplio, Lalín no me valía, se escapaba de los límites. Más tarde me llamó. Me dijo que le habían encargado el Plan Director do Monte do Cabo y que allí tenía el sitio perfecto para él vértice. Así, paradojas de la vida, después de todas esas vueltas, descubrimos que el sitio es Fisterra.

-¿Cómo ha sido la tramitación en el resto de lugares?

-Realmente la burocracia consume el 70 u 80 % de todo el trabajo que haces, pero también hay experiencias fabulosas. A Moloka?i (Hawái) llegué desde San Francisco con 14 días de margen y las herramientas porque pensaba hacer algo testimonial de 10 centímetros. Entré en contacto con unos fotógrafos de National Geographic y con chamanes hawaianos. Allí la burocracia fue pedir permiso al Hawaiian Consell, a la piedra, lo que implicó dormir con ella, y que las kahunas [sacerdotisas que conocen el secreto] le pusieran nombre, que fue Keopuolani, el de la reina de la isla. Me cedieron un terreno privado y su dueño me prometió que cuidarían la pirámide él, sus hijos, sus nietos,... ¡Qué burocracia más maravillosa!

-¿Qué impresión se lleva después de hablar con los fisterráns?

-Fantástica. Me decían queremos tenerlo y que se haga ya. Fisterra es el maravilloso centro de El Alma del Mundo, sin duda. Muchas veces me comentaron que esto es demasiado complejo, que si no se entendería bien,... Captaron perfectamente su significado que es el de la globalidad, un hecho auténticamente real, porque el ser humano sabe que es parte de la tierra y hermano de los otros hombres, aunque desgraciadamente lo que impere muchas veces se lo más atroz de un materialismo imparable.