El platero que le hizo piezas a reyes y papas también las tiene en Coristanco y Zas

Santiago Garrido Rial
S. G. RIAL CARBALLO / LA VOZ

CORISTANCO

Cruz de San Cremenzo de Pazos
Cruz de San Cremenzo de Pazos ANA PÉREZ VARELA

El compostelano Ricardo Martínez, el mejor de Galicia en su ramo, realizó el cáliz de Cuns y la cruz de San Cremenzo

11 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los plateros son unos de los grandes desconocidos de la historia del arte en general. Arquitectura, escultura y pintura se llevan la fama y además cardan la lana en un trabajo de siglos que impregna cada lugar, pero llama la atención que los orfebres hayan pasado tan desapercibidos, pese a que su labor ha sido fundamental en cada objeto de capillas e iglesias. Y más si esos plateros trabajaban en un espacio como la catedral de Santiago, uno de los principales templos mundiales de la cristiandad, con todo lo que eso significa para las parroquias de su órbita diocesana.

Uno de esos plateros casi anónimos fue Ricardo Martínez Costoya, nacido en 1859 y que murió en 1927. Su obra la ha rescatado Ana Pérez Varela, historiadora del arte natural de O Barco, y doctora precisamente gracias a un intenso y casi detectivesco trabajo sobre las creaciones del orfebre. «Moi descoñecido, non se sabía case nada, ou nada, del», explica. Y eso que se encargó de fabricar piezas que fueron entregadas al rey Alfonso XIII, al papa León XIII, a Isabel de Borbón o al emperador Guillermo II de Alemania. Y las hacía él porque, durante una larga época, fue el mejor platero de Compostela, lo que significa el mejor de Galicia, sin duda alguna.

Este artesano tiene un amplio catálogo de obras, y solo dos de ellas acabaron en la comarca. Una, en San Cremenzo de Pazos, en Zas, y la otra, en Cuns, Coristanco. La cruz parroquial de San Cremenzo es de 1913. Fue moldeada en plata, fundida y troquelada. Mide 47 centímetros de alto y 45 de ancho. Presenta dos marcas: R/Martínez y IID, además de la inscripción «Adquirida con donativos de Pazos, Allo y un devoto de San Ramón».

Era párroco en aquella época Manuel Toja Taboada (antecesor de Sánchez Corral y Fidel Fernández), cuyos restos yacen en un tumba en el exterior de la iglesia, frente a la puerta. Fue uno de los seis sacerdotes de la parroquia entre 1754 y el 2016, todo un hito de longevidad continuada. El estado de conservación de la cruz, por cierto, es excelente. Presenta diferentes relieves iconográficos, destacando el de la Inmaculada Concepción.

En Cuns, el cáliz es de 1911. Tiene una altura de 24 centímetros, de los que 14 corresponden al pie. En este caso, al contrario que en el de San Cremenzo, que fue pagada (y no era barata) por los vecinos, llegó directamente desde Santiago, como se indica en el borde vertical del pie: «Lo donó el Exmo. Sr. Card. Arbpo. Martín Herrera, 1911». El mismo de la época de la construcción de la iglesia vieja de Carballo, por eso la calle situado en frente lleva su nombre. El estado de conservación de la pieza es bueno.

Cáliz de la parroquia de San Vicenzo de Cuns
Cáliz de la parroquia de San Vicenzo de Cuns ANA PÉREZ VARELA

Estos dos elementos son los únicos de la zona que aparecen en el listado que la doctora en Historia del Arte refleja en su tesis, que fue dirigida por Xosé Manuel López Vázquez, de la Universidade de Santiago, y por José Manuel Cruz, de la Complutense, donde realizó su máster en Arte Español. Las demás piezas están muy repartidas, muchas de ellas en Santiago (la catedral especialmente, pero también en la de Mondoñedo, Vedra, Touro, Monfero, Tordoia, Cesuras, A Coruña, Noia, Negreira, Fene, Abegondo, Lalín o Arzúa.

La tesis, además de todo lo que supone en investigación histórica, fue galardonada con el premio Domingo Fontán, que convoca la Real Sociedade Económica de Amigos do País de Santiago y la USC, y que además de una dotación económica incluye la publicación de un libro por el Consorcio de Santiago. Explica Ana que tuvo la suerte de localizar a los descendientes del platero, que residen en Logroño, y que guardaban mucho material del artista, con dibujos y bocetos de sus obras. «Era un bo debuxante», asegura. Su primera aproximación a su obra fue en el trabajo de fin de máster, y de ahí surgió la idea de indagar y sacar algo más, que ha sido mucho. Todo ello, en cinco años, mucha perseverancia en los archivos (sobre todo en el de la catedral), y muchos miles de kilómetros por todas las parroquias, con su cámara en la mano y centenares de notas, tras lograr la colaboración de los sacerdotes.

Su labor ha permitido conocer el trabajo de un artista desconocido, algo que no ocurre solo con los que hacían trabajos en la Costa da Morte. Pasa también al revés. Poco se sabe aún del jesuita y arquitecto Pedro Mato, nacido en el siglo XVII en Lema (Carballo), y responsable de varios edificios religiosos significativos de Ávila. Un personaje que aguarda por una tesis similar.