A golpe de bolígrafo, los interesados y asistentes a la reunión empezaron con las reservas de suelo. Finalmente fueron 16 los interesados en instalarse en A Miñata, quienes además demandaron 66.000 metros cuadrados de parcelas industriales.
Parecía que el área industrial de A Miñata iba a ser una realidad en breve. Incluso el alcalde anunció que el Concello estaría dispuesto a colaborar en la financiación del proyecto. Pero todo se vino abajo como un castillo de naipes. Primero, porque los interesados tenían que adelantar entre uno y dos euros por metro cuadrado como justificante para acometer el proyecto. Algún empresario asistente a aquel encuentro le preguntó al director xeral del IGVS si los interesados adelantaban el 50% de la inversión Xestur acometería las obras en breve espacio de tiempo. La respuesta de Antonio Boné fue clara: «Desde luego». Pero aquel optimismo inicial se fue diluyendo como un azucarillo en el café y todo porque había un desconocimiento real del precio del metro cuadrado ya urbanizado. Los 70-80 euros el metro cuadrado construido era un hándicap insalvable para muchos de los que ofertaron, sobre todo, en un contexto económico, como el del 2012, en plena crisis económica.