«Tucho», el cuervo que habla

La Voz S. G. | CARBALLO

CORISTANCO

JOSÉ MANUEL CASAL

Debe su nombre al pequeño de los Tonechos, y vive en un bar. Tiene un año y medio. Dice algunas palabras, saluda al cliente, come tortilla y hace las veces de despertador

13 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

?s Tucho . Nació con la primavera del año pasado, en un nido de una finca de Oca-Coristanco, del que se cayó. Estaba herido y enfermo. Tito, el dueño del bar Allones de Carballo, lo recogió y lo cuidó. Un gesto inhabitual, dados los miedos y la fama que la gente suele dispensarle a estas aves, consideradas de mal agüero. Pero ni Tito ni su mujer, Maricarmen, son supersticiosos; al contrario. Por el animal se interesan un buen número de clientes; no todos los días tienes al lado un gran pájaro negro mientras tomas el vermú. A Tucho lo bautizaron así en honor al pequeño de los Tonechos , los de la TVG. Y le quedó. La mayor parte de la jornada la pasa encaramado a la parte alta de la puerta, quieto como un guardián que, desde la atalaya del dintel, vigila a los que entran y salen. Si quien llega es cliente habitual, le saluda con gracejo (en el sentido más literal de la palabra). Si hay suerte, suelta un «hola» muy inteligible. La palabra preferida, no obstante, es «que». En el fondo, es un relativista. «Que» por allí y «que» por allá, eso es lo que más se le escucha. Y ladra. Imita a la perra que hay en la parte trasera. O grita cuando tiene hambre, sobre todo si alguien come y no le invita. La tortilla es lo que más le gusta, pero no cruda, sino en su punto. Picotea (también en sentido genuino) bastante; a deshoras le da al chorizo y el pan. Si se la tiran al vuelo, no se le escapa una miga. Nada de alcohol Un cliente siempre pide agua con gas y, cuando Tucho lo ve, se abalanza con buenos modos y se pone a beber su consumición. Nada de alcohol, ni quiere ni le dan. Agua, para beber y bañarse. Dos veces al día se refresca las plumas en un cuenco con regocijo, como un bebé. Que lo es; año y medio en la vida de un cuervo no es nada, ya que puede vivir más de 70. O sea, que a Tito y Maricarmen, que llevan seis años regentando el bar, les queda graznido para rato. Lo tienen presente desde el amanecer. A las ocho, como reloj despertador, si se retrasan empieza a gritar y a tirar lo que ve para que vengan: es hora de abrir el local. Como que le reconozca cuando pasa en coche por la calle. «A quen se lle conte non o cre», dice Tito. Puestos a buscarle un pero, lo malo de tener tal ave, que a veces sale al exterior para dar un paseo muy breve, son los excrementos. Tantos pinchos durante el día tienen sus efectos colaterales e inferiores que hay que limpiar. Pues se limpian. Que para eso está el cariño. -«¿E a quen lle quere máis, ao home ou á muller?». -«Non sei -responde ella-, eu creo que aos dous por igual». Dos que nunca lo venderán.