El joven matrimonio hostelero que triunfa desde Corcubión con seis empleados

Melissa Rodríguez
melissa rodríguez CARBALLO / LA VOZ

CORCUBIÓN

BASILIO BELLO

La cantera del talento | Sergio Pérez y Ana Bonilla están casados, tienen dos hijos y ofrecen desde desayunos a paellas y copas en el histórico bar Alborada. Él vivió los últimos días del club de remo local Huracán

28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En unos tiempos en los que los gerentes de establecimientos hosteleros se desesperan para conseguir trabajadores, en Corcubión, un joven matrimonio y con dos hijos saca adelante, además con mucho éxito, el café bar Alborada, todo un histórico. El corcubionés Sergio Pérez Dosil y la ceense Anabel Bonilla Ruso, Ana, tienen 28, que pronto serán 29, y 30 años, respectivamente. En breve van a cumplir cuatro años y medio al frente del local, en un lugar privilegiado: la Avenida da Mariña, con unas vistas espectaculares a la ría.

Los dos tenían experiencia en el sector como camareros en varios negocios de la comarca y decidieron lanzarse a la aventura cuando les surgió la oportunidad. Son muchas horas las que se dejan detrás de la barra, explica Sergio, «pero é o que toca: somos novos e hai que traballar», comenta sin más dilación. Solo hay que ver su carta y su plantilla para comprobarlo.

Ofrecen desde desayunos a raciones, menús del día y paellas «e calquera outra cousa», siendo estas dos últimas opciones con previa reserva. Y también cubren el apartado de copas. Como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta su ubicación, se centran en los pescados y mariscos que se subastan en las lonjas de Corcubión y Fisterra. «Adoitan saír uns 30-40 menús ao día, e de aí para arriba», comenta Pérez. Por ello, tienen contratados a cinco o seis trabajadores a jornada completa según la temporada.

Empezaron a salir en el 2016. Dos años más tarde se casaron, y ahora tienen una niña y un niño de 5 y 3 años, respectivamente. Durante todo el año, cierran un día a la semana, los miércoles, y se cogen un mes de vacaciones repartido en dos períodos. De este modo, todos los fines de semana los pasan trabajando. Es difícil compaginar todo, reconoce Sergio. Con los hijos, les echan un cable los padres de ambos, y en el negocio, se turnan entre ellos para estar siempre en los momentos de más apuro. «Son moitas horas, aínda que non temos queixa co resultado. Pasámolo mal coa pandemia, pero empezamos a facer para levar e, a raíz diso, incrementáronse ese tipo de vendas», detalla. En unos años se ve «queimado», confiesa entre risas, aunque espera seguir «máis ou menos así». «A ver o que nos depara o futuro!», añade.

BASILIO BELLO

Él vivió los últimos días del club de remo local Huracán

Sergio Pérez Dosil estuvo, durante muchos años, ligado al tejido asociativo de la localidad. De hecho, de vez en cuando, aún le sigue echando una mano a su padre, Alfonso Pérez Trasmonte, con la comisión de fiestas de la parroquia de Corcubión. Con su progenitor, que estaba en la directiva y que ejercía de patrón, vivió los últimos días del club de remo local Huracán. «Eramos catro remando mais el. Así estivemos uns cinco anos ata que nos quedamos sen xente. El xa remara con anterioridade. Competiamos na liga territorial norte e, con catro remos e un batel, ou sexa, unha infraestrutura menor á das outras entidades, fomos a dous campionatos galegos», recuerda. «A xuventude non quere remar e é unha pena, pois paréceme dos mellores deportes que podemos ter aquí», reflexiona.

Sergio Pérez también pasó por el Corcubión de fútbol desde pequeño hasta la categoría sénior. Jugaba de defensa o de mediocentro. Pero se lesionó y el trabajo le imposibilitó seguir, confiesa.

Cursó un ciclo medio de electricidad en el IES Fernando Blanco de Cee. Se fue a Santiago a hacer otro de soldadura. Pero con 17 años, ya quería ganarse su propio dinero y optó por la hostelería, sector que ya nunca más abandonaría. Estaba de camarero en el restaurante Mar Viva corcubionés cuando el gerente del Alborada le ofreció su local. Recibió ofertas para marcharse a trabajar fuera, pero él quiso apostar por su tierra porque «se non, non queda ninguén», manifiesta. «Dicíanme que ía saír mal», pero ni con esas. La cocina y los cafés es lo que más le gusta hacer, aunque le da a todo.