El Cóndor, el cañonero que acabó sus días en la Costa da Morte

aquiles garea

CORCUBIÓN

CEDIDA POR AQUILES GAREA

CRÓNICAS ATLÁNTICAS | Fue construido para servicio de la Armada y fue convertido en pailebot

28 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El 1 de julio de 1888 era entregado a la Armada Española en el puerto de Barcelona el cañonero Cóndor, construido en el Arsenal Civil de la ciudad catalana. Era un buque construido en acero de 63 toneladas, con 25,07 metros de eslora, 3,90 de manga y 2 de puntal, con una máquina de triple expansión de 155 CV y podía alcanzar una velocidad de 10 nudos. Tenía una vela como parejo auxiliar de una vela. Su armamento se limitaba a una ametralladora Nordenfelt de 25 milímetros. La dotación la componían 22 hombres.

Comenzó su vida marinera al servicio de la Armada, en aguas de la Península. En 1894 fue destacado a Santander para auxiliar en las tareas de remoción de los restos del vapor Cabo Machichaco, que había sufrido dos explosiones de su carga de dinamita mientras realizaba la descarga en el puerto cántabro y que provocaron una gran catástrofe con gran número de víctimas. Tras el desastre del 98 fue desarmado y dado de baja en mayo de 1900. Sin embargo, en noviembre causaría alta nuevamente en las listas de la Armada, pero su nueva vida sería muy corta.

En enero de 1902 es desplazado a Vigo junto al cañonero Vasco Núñez de Balboa para mediar en el conflicto entre los marineros que pescaban con xeito con los que lo hacían con traíña, que generaba grandes disputas que acababan muchas veces con embarcaciones averiadas, heridos y hasta muertos. Su intervención en estas disputas iba a finalizar de manera trágica el día 22. Cuando vigilaba a los pescadores que faenaban entre las playas de Alcabre y Samil, la inesperada explosión de la caldera sacudió su pequeño casco y trozos de la máquina, el puente y una gran parte de la cubierta saltaron por los aires. El primer y el segundo maquinistas, un fogonero, el carpintero y el cocinero fallecieron en el acto. Y desaparecieron un cabo, un fogonero de segunda y tres marineros. Las víctimas fueron auxiliadas por los pescadores que se encontraban en las inmediaciones y fueron transbordados a otro buque de la armada. Según medios de la época, la explosión se debió a que se le había instalado la caldera del torpedero Ejército, que había sido dado de baja, y parece que no se encontraba en muy buen estado. Tras la explosión, los restos del Cóndor fueron trasladados a una playa de Vigo, donde se comprobó que era mejor darlo de baja que ponerlo de nuevo en servicio.

Subasta pública

Sin embargo, su destino no sería el desguace y su casco fue adquirido limpio de toda arboladura y maquinaria en pública subasta en 1904 por Marcelino Suárez González, de Vigo, que tiempo después lo vendió a Hijos de Tomás Guyat, de A Coruña, que nuevamente se lo enajenó al vigués Manuel López. Su primer armador lo transformaría en pailebot de dos palos y le instalaría un motor auxiliar de gasolina de dos cilindros para maniobras de entrada y salida de puerto. También le fueron sustituidas varias planchas del casco y varias hileras de remaches.

La tercera venta no quedó reflejada en la documentación, según consta en el Archivo Naval de Ferrol, porque no pudo realizarse por no estar autorizadas estas operaciones en esas fechas. El Cóndor fue empleado por su armador en el cabotaje entre los puertos de Galicia y fueron muy frecuentes sus escalas en Corcubión, destino de su último viaje, que no llegó a finalizar.

ANA GARCIA

El día 21 de diciembre de 1921, tras efectuar una descarga de mercancías en el puerto de Muros, salió a las tres de la tarde con destino a Corcubión, donde tenía previsto cargar madera. Según narró su patrón, Jacobo González Cambeiro, ante el Ayudante de Marina de Corcubión, emprendió la navegación con la mar llana y horizonte despejado con un viento suave Este-Nordeste. Para a la salida de la ría tuvieron que ser remolcados por el bote de a bordo debido a la poca fuerza del viento. Al rebasar Monte Louro dieron a la vela navegando con la enfilación del Cabo Fisterra sin novedad hasta que llegaron a la altura de Os Miñarzos, sobre las doce y media de la noche, en que notaron que los balances eran más dormidos de lo acostumbrado. En vista de ello, el patrón entregó el timón al marinero Juan González Cambeiro para comprobar la sentina en compañía de los otros dos tripulantes, Manuel González Formoso y Felipe Caamaño Lado. Abrieron la escotilla de popa y encontraron en ella medio metro de agua. Activaron la bomba de achique y, en vista de que el inundación iba en aumento, arriaron las velas y se dedicaron a picar las bombas por relevos. No dieron fruto estas operaciones y el casco se iba sumergiendo cada vez más.

Salvar vidas

El patrón ordenó alistar el bote para abandonar el buque, ya que el naufragio parecía inminente y lo prioritario era salvar sus vidas. Una vez ordenado el abandono, y con toda la tripulación a bordo del bote, se dirigieron hacia Os Forcados, punto de tierra más cercano. Cuando se alejaban vieron como el buque escoraba totalmente sobre el costado de babor. Al cabo de diez minutos desaparecía bajo las aguas.

Una vez rebasados Os Forcados, continuaron en el bote aprovechando el abrigo de la costa con rumbo a Corcubión. Entraron primeramente en O Pindo para dejar al tripulante Juan González Cambeiro, que venía enfermo desde el inicio del viaje. Tras su desembarco, reanudaron la navegación y llegaron a Corcubión a las nueve de la mañana del día 22 y pusieron los hechos en conocimiento de las autoridades. Dada la premura del desembarcó, solo se pudo salvar el rol del barco, las libretas de navegación de los tripulantes y algún documento del puente de gobierno, así como el bote con el que llegaron a puerto.

Los tripulantes eran Jacobo González Cambeiro, el patrón, de Caldebarcos, y los marineros Juan González Cambeiro y Manuel González Formoso, también de Caldebarcos, y Felipe Caamaño Lado, natural de San Mamede y vecino de Cee.

Así finalizaban las dos vidas de una embarcación que fue construida como cañonero al servicio de la Armada Española y terminó su vida en las frías aguas de la Costa da Morte convertido en un pailebot dedicado al tráfico comercial.