El motín del Liberto

Santiago Llovio, Aquiles Garea CORCUBIÓN

CORCUBIÓN

AQUILES GAREA

Esta es la historia del bravo capitán José Agramúnt. Escriben Santiago Llovio y Aquiles Garea

21 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

José Agramúnt y Figueroa fue un marino que nació en villa coruñesa de Corcubión el 24 de enero de 1833. A continuación se va a relatar parte de su corta vida y el hecho que le hizo famoso: el motín que sufrió cuando capitaneaba el bergantín goleta Liberto.

El capitán Agramúnt pertenecía a una familia de origen valenciano asentada en el entorno del Finisterre gallego a finales del siglo XVIII. Uno de sus antepasados había sido un afamado corsario, con base en esa localidad, que se dedicaba a hostigar a los buques enemigos de la Corona Española.

El primer Agramunt establecido en la zona fue el también capitán Joaquín Agramúnt. Estuvo casado con Teresa Fornell y tenían su residencia en Finisterre, aunque eran oriundos de Vinaroz. El hijo de ambos, Joaquín Agramunt Fornell, se dedicó al salazón de pescado y se casó con Mariana Oliver Plasis, hija de Quirce Oliver y Josefa Plasis, fomentadores vecinos de Corcubión, aunque oriundos de Calella. De esta unión nacerían tres hijos: José, María Joaquina y Quirico Agramunt Oliver. Este último tendría a su vez cuatro hijos: Manuel (capitán del bergantín San Manuel, fallecido en Liverpool en el año 1874), José y Laureana Agramúnt Figueroa.

Como varios de sus familiares, contemporáneos y antepasados, José continuó la tradición marinera de su familia, y pronto orientó sus estudios hacía el mundo de la navegación de altura, comenzando su preparación para conseguir el título de piloto. Tras su obtención, inició su carrera como marino, que posteriormente completó como armador. En el año 1856 era ya “tercer piloto”, ejerciendo en dicho año como capitán del quechemarín Terrestre. En el año 1863 se le sigue la pista como capitán del diate Ceferino.

Tras una primera época comandando barcos de otros propietarios decidió dar el salto y convertirse también en armador. Su primera embarcación sería la polacra goleta No Me Olvides, adquirida en el año 1867, a bordo de la cual naufragó en el puerto de Torrevieja el 9 de noviembre de 1868. En el mismo año 1868, se hizo con la goleta Flor de la Mar, y por último, en el año 1874, adquirió el bergantín goleta Liberto. Todos eran de la matrícula de Corcubión.

El hecho que le hizo famoso en su tiempo ocurrió precisamente en este último buque, el Liberto. Según crónicas de la época, en la noche del 26 de diciembre de 1876, cuando se encontraban navegando entre el Cabo de Gata y Roquetas, después de tomar sal en Torrevieja con destino a un puerto del Cantábrico, la tripulación bajo su mando se amotinó.

La dotación del bergantín goleta Liberto en el momento del alzamiento la componían el propio Agramúnt, en calidad de capitán y piloto; Diego Rodríguez Sambade, como contramaestre, y los marineros Domingo Luzárraga Araquistaín, Teodoro Vidal Oliveira, Manuel Otero Vigo y Florencio Vieites. Al menos Manuel Otero Vigo era convecino del capitán Agramúnt.

Los amotinados estaban comandados por el marinero Domingo Luzárraga el cual planeó dar muerte al capitán y hacerse con el barco y su cargamento. El argumento que aducía para tan malévolo plan, era: “que Agramúnt les escatimaba la galleta”. Para llevarlo a cabo, lo puso en conocimiento del resto de la tripulación, sin que aparentemente pusieran objeción al mismo.

En el momento en que se iniciaron los hechos el contramaestre Diego Rodríguez Sambade se encontraba a cargo del timón del velero, mientras que el capitán se hallaba descansando en su cámara. Luzárraga entró en la cámara y aprovechando que Agramúnt dormía, se hizo con un revólver que este había dejado encima de la mesa. Regresó a cubierta y se reunió con sus cómplices, para entrar nuevamente en la cámara, esta vez acompañado por los marineros Vidal y Otero, quedando Vieites en la entrada de la estancia armado con un hacha, para el caso de que el capitán consiguiera librarse de sus agresores.

Tras cruzar la puerta de la cámara, Luzárraga “descerrajó” de inmediato dos tiros que hirieron en la cabeza al capitán Agramúnt, que se hallaba recostado en su cama. Pese a la gravedad de las heridas, éste consiguió levantarse y dirigirse hacia su mesa con el objeto de hacerse con su revólver. Ante la falta del mismo no se amedrentó y salió en su persecución. Tras conseguir alcanzar la cubierta y rebasar la puerta de la cámara, fue alcanzado en la espalda por un golpe de hacha que le propinó el marinero Vieites, pero afortunadamente no le produjo herida alguna; solo consiguió derribarlo. Gracias a esta caída se libró de un nuevo disparo que alcanzó de lleno a Vieites, produciéndole una herida de gravedad.

Tras conseguir ponerse en pie y con el rostro ensangrentado, Agramúnt se hizo con un remo y arremetió contra los amotinados. En la refriega volvió a ser herido por un nuevo disparo, esta vez en un labio, pese a lo cual consiguió acorralar a sus agresores, Vidal, Otero y Vieites, obligándolos a refugiarse en el rancho de proa. A fuerza de arrojo y valor consiguió reducir a su obediencia al cabecilla Luzárraga, así como a Rodríguez, quien tras haber abandonado el gobierno de la embarcación, se había refugiado en la cofa en el transcurso de la refriega, seguramente atemorizado ante el cariz que habían tomado los acontecimientos. Con ayuda de Luzárraga, que en última instancia se puso de parte del capitán, clavó la puerta de acceso al rancho de proa para evitar que los tres amotinados subiesen nuevamente a cubierta para finalizar su plan.

Con el contramaestre nuevamente al timón ordenó dirigir el Liberto al puerto de Almería, donde entró en la mañana del siguiente día 27 de diciembre. Tras su llegada a puerto, al abrir el rancho de proa se encontraron que Vieites había fallecido como consecuencia del disparo con el que pretendían rematar a Agramúnt.

Tras requerir la presencia de las autoridades, los amotinados fueron puestos a su disposición, ordenando su inmediato ingreso en el penal de Almería. El capitán Agramúnt fue trasladado al hospital Santa María Magdalena de la misma capital, donde falleció el día 5 de enero de 1877 como consecuencia de las graves heridas provocadas por los disparos.

Tras pasar los amotinados unos días en la prisión del puerto de Almería fueron trasladados a Cádiz, y desde allí los condujeron a San Fernando donde ingresaron en el penal de la Carraca. Con objeto de depurar las posibles responsabilidades de la tripulación, comenzó a instruirse la causa criminal correspondiente. Durante su tramitación falleció en prisión, supuestamente de muerte natural, el contramaestre Diego Rodríguez Sambade. En el consejo de guerra que tuvo lugar el 28 de enero de 1878 en San Fernando, Luzárraga y Vidal fueron condenados inicialmente a la pena de cadena perpetua, siendo Otero condenado a la pena de 14 años de prisión temporal. No obstante, esta sentencia fue recurrida por las autoridades, con el fin de aplicar un ejemplar castigo a los autores, para evitar en el futuro este tipo de situaciones.

Finalmente en Consejo Supremo de Guerra y Marina, los amotinados supervivientes fueron condenados a la pena de muerte por la sublevación que materializaron a bordo, asesinando al capitán y demás hechos de autos, condenándolos adicionalmente a indemnizar, a iguales partes, con 5.000 pesetas a la madre del capitán doña Josefa Figueroa Carantoña. Para dar cumplimiento a la sentencia de muerte los condenados fueron trasladados nuevamente al puerto de Almería, donde se les aplicó garrote vil el 25 de octubre de 1878. Se da la circunstancia de que varios sectores de la sociedad almeriense intercedieron vivamente por los condenados, alegando su juventud (Luzárraga, Vidal y Otero tenían 21, 18 y 19 años respectivamente), pero el indulto solicitado nunca se produjo.

Por Real Orden fue remitida la sentencia a las Capitanías Generales de los Departamentos Marítimos con el fin de que se publicase en los Boletines Oficiales y se fijase en todas las Capitanías de los puertos y por último que se leyese en todos los buques de guerra el primer día festivo después de la misa y en la lectura de las leyes penales.

Con el objeto de perpetuar el nombre del bravo capitán don José Agramúnt Figueroa, el entonces Ministro de Marina instó a los navieros a poner su nombre a uno de sus buques, siendo aceptada dicha proposición por el miembro de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona don Esteban Amengual, el cual se ofreció a cambiar el nombre de uno de sus buques por el de dicho capitán.

El bergantín goleta Liberto había sido construido en el año 1855, en el astillero de Vega de Navia (Asturias), por el maestro carpintero de rivera don Alejandro Fernández Presno. Era un encargo de don Domingo Crosa y don Francisco García Álvarez, y se inscribió en la matrícula de Gijón en el mes de noviembre de dicho año con el nombre de Belén. El importe de su construcción ascendió a la suma 2.500 pesos fuertes. Sus dimensiones, en pies de Burgos, eran: eslora 74 pies, manga 21½ pies y puntal 11 pies. Tenía 85 toneladas de registro.

En el mes de Julio de 1874 los primeros armadores vendieron el Belén al mencionado capitán Agramúnt, por el que abonó la suma de 9.375 pesetas (37.500 reales de vellón). Con fecha 30 de julio del mismo mes, previa solicitud del nuevo propietario, se autorizó el cambio de nombre de Belén por Liberto, que luciría hasta el mes de noviembre de 1877 en que fue desguazado en el puerto de Almería, a donde había llegado un año antes, tras los fatídicos hechos a los que hemos hecho referencia.