El torpedero Habana y las duras críticas a los corcubioneses

luis lamela garcía CARBALLO / LA VOZ

CORCUBIÓN

LUIS LAMELA

Este mes se cumplieron 130 años de la explosión del buque al intentar doblar el Cabo Fisterra

25 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

De Ferrol rumbo a Cartagena, el 5 de abril de 1888 zarpó el cazatorpedero Destructor acompañado por los torpederos Ariete, Azor, Habana, Halcón y Rayo. Al intentar doblar el cabo Fisterra les sorprendió un fuerte temporal. El Habana sufrió una explosión en una de sus calderas, fallecieron cuatro tripulantes y otro resultó gravemente herido.

Paradas las máquinas, el barco quedó al garete y varó en la zona del cabo Touriñán, hasta que fue auxiliado por el Destructor y por el remolcador Ferrol, buques que lograron llevarlo hasta el puerto de Corcubión. Una vez allí, tanto los fallecidos como el herido fueron trasladados a tierra y las autoridades y el vecindario se volcaron con ellos y colaboraron con la dotación de la flotilla.

Los fallecidos fueron el segundo maquinista José Manso, que dejó viuda y un hijo de 25 años, teniente de Artillería de la Armada, así como una hermana. Otro, el cuarto maquinista Bernardo García Montero, que dejó esposa y cuatro hijos, además de una sobrina huérfana a la que había prohijado. El tercero, el fogonero Antonio Aneiros, que dejó mujer; y, por último, el marinero fogonero Antonio Fernández -en realidad, Pedro Martínez Vidal-, huérfano y soltero, que no dejó más que a dos hermanas casadas.

El herido fue trasladado a una fonda para cuidarle, y además de la intendencia aportada para ayudar a los marinos de la Armada la actuación de las autoridades y vecinos de Corcubión fue en todo momento la de arropar a los que sufrían.

Recogido cortejo fúnebre

A la hora de la inhumación de los cadáveres, el pueblo acudió casi en masa al muelle, pese al tiempo desapacible, formando con el mayor recogimiento un fúnebre cortejo. Un «acto conmovedor, porque además de revestirse de la majestad imponente de la muerte, tenía las proporciones de una verdadera manifestación del sentimiento popular, vivamente excitado por las simpatías que el infortunio despierta siempre en los corazones sencillos, en las almas generosa», escribió en La Voz de Galicia el alcalde Constante Carrera Fábregas.

Con evidentes muestras de pesar, todos los corcubioneses acompañaron hasta el viejo cementerio de Punta do Agro para enterrar los cuatro cadáveres, y confundirlos con los demás restos mortales que allí estaban enterrados, «muchas personas esclarecidas por su talento, por su virtud y por su posición social, patentizando así el sacrosanto lema de la igualdad cristiana», matizó el alcalde en su comunicado a La Voz de Galicia. Al siguiente día, gran parte del pueblo asistió también a una misa de réquiem en la iglesia parroquial en sufragio de las víctimas.

«Tampoco se esquivaron los corcubioneses -afirmó el alcalde- de cumplir los deberes de una franca y sincera hospitalidad. Desprovistos los mencionados buques de anclas, botes y otros efectos, se les facilitaron gratis, los que necesitaron mientras permanecieron en puerto...».

Trato cortés y digno

Y tanto en el Circo-Recreo, como en las casas particulares, a los oficiales de la flotilla se les dispensó un cortés trato y recibimiento digno de ellos y propio de un pueblo culto.

Una vez celebrado el sepelio, la flotilla se ausentó de la ría dejando al convaleciente para recuperarse de sus graves heridas y quemaduras. Días más tarde, el Círculo de Maquinistas de la Armada de Ferrol celebró los funerales en la iglesia de San Francisco, colocando en el catafalco una hermosa corona de violetas como tributo a la memoria de sus infortunados compañeros. Y, al terminar la ceremonia, remitieron la corona al ayudante de Marina de Corcubión para que fuese depositada sobre la tumba de los desgraciados tripulantes, encargando al mismo tiempo la construcción de una lápida mortuoria para colocarla sobre la tumba de los infelices que descansaban en el cementerio corcubionés, encargo que se convirtió en el monolito (columna truncada) que actualmente se encuentra instalado en los jardines junto al puerto de Corcubión.