El sepelio de Hermógenes Villanueva, un cadáver en el puerto

Luis lamela

CORCUBIÓN

CEDIDA

Crónica de un grave enfrentamiento en Cee

17 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En una embarcación de su propiedad (una canoa), cubierta con un paño negro, embarcaron en el puerto de Corcubión el féretro de Hermógenes Villanueva y Montenegro, rodeado de las embarcaciones disponibles en la ría, conduciendo a un inmenso gentío y atravesándola para desembarcar en las proximidades del cementerio de Cee. Y cuando la comitiva alcanzó la puerta de la necrópolis, apareció allí el cura párroco de la villa de A Xunqueira, Emilio Riveira, acompañado por el notario eclesiástico, con el fin de levantar acta e impedir el paso del acompañamiento fúnebre, hasta el extremo de que uno de los individuos que sujetaban las cintas del féretro se vio en la necesidad de apartar con la mano al sacerdote para hacerse sitio, instante en el que a grandes voces y gritos el religioso protestó contra el acto fúnebre.

Fundaba su empeño en una Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia, exhortando a todos los acompañantes a que le siguiesen y abandonasen el féretro, llenándolos de improperios y excomulgando a los que continuasen sin hacerle caso, exhortándoles a tal extremo que la clase del pueblo que seguía el fúnebre cortejo no se mostró empático con la postura del sacerdote, tomando con fuertes voces la defensa del que ya no podía hacerlo -el difunto-, comparando el proceder de uno y otro. Todo un pirotécnico responso fúnebre el ofrecido por Emilio Riveira, actuando como un incendiario muy voluntarioso, calificando a los asistentes de apestados y enfrentándose a la poderosa estirpe de los Pou y los Xampén, con importantes intereses empresariales en Cee, Corcubión o Fisterra. Y si la familia deseaba intimidad en aquellos momentos de dolor y discrepancia, el escándalo a las puertas del cementerio la expolió haciendo mucho más público el enfrentamiento y sumando la irritación y la hostilidad, los rencores irresueltos y la frustración, y quizás el resentimiento futuro permanente.

No obstante, la realidad es que no podemos dejar de darle una cierta razón al párroco de Cee, con independencia de sus formas: el Reglamento del Cementerio Municipal de Santa María, aprobado precisamente tres años antes de celebrarse el sepelio de Villanueva, dice en su artículo 57 que: «Los cadáveres que hayan de ser inhumados -en la zona del cementerio civil- solo serán acompañados por el sepulturero». Sin duda, lo que él argumentaba.

No pervive la memoria

Han transcurrido 125 años de este incidente; y la memoria ya no pervive, pero quedan en el aire conjeturas. ¿Quién fue el que no quiso recibir la visita del párroco de Corcubión? ¿La esposa, los hijos, o el enfermo? ¿O fueron los cinco de común acuerdo? En realidad, aquel mundo era muy distinto al nuestro, con distinto latido. Y no podemos ni debemos mirarlo con ojos del contexto actual, pero sí reflexionar. No obstante, los talibanes de esta historia, igual que lo sucedido unos meses antes en el sepelio del alcalde coruñés Federico Tapia, parecen ser, según el corresponsal que escribió la crónica en La Voz de Galicia en el mes de febrero de 1892, los dos párrocos: primero el de Corcubión, Antonio C. Andrade y Abente, y después el de Cee, Emilio Riveira.

De cualquier forma, aunque produce un cierto morbo, no nos fue posible averiguar nada más. Existen cuestiones que no pasan nunca a los papeles, que solo quedan en comentarios de calle o de taberna, o que se les da una privacidad que impide reflejarlos en una publicación de la época. Lo único es acudir a conjeturas: que Hermógenes Villanueva profesaba la religión católica, mostrándola la familia públicamente con esos signos cristianos de la cruz sobre el féretro, o con la publicación de esquelas y el ruego de oraciones en los medios de comunicación. ¿Y cuál fue, pues, el motivo del escándalo?

Las autoridades y la sociedad civil de Corcubión, así como el alcalde de Cee José Cotón Pimentel, estuvieron en todo momento al lado del médico y de su familia y en contra de los hoy obsoletos esquemas religiosos, las siempre complejas relaciones personales y la poca o nula generosidad con el cadáver del fallecido. Por eso podríamos asociarlo al episodio del mes de agosto de 1891, y por tanto unos meses antes del sepelio de Hermógenes, con lo sucedido con motivo del entierro del alcalde republicano Federico Tapia en el cementerio civil coruñés, con problemas igualmente con el Arzobispado de Santiago, lo que lleva a pensar que Hermógenes Villanueva pudiese ser republicano y laico también.

Enterrado en Cee, durante varios años aparecieron esquelas recordatorias del óbito de Villanueva Montenegro, la última en el 13.º aniversario en 1905, en La Voz de Galicia, presididas por la cruz cristiana y con un texto que reproducimos parcialmente: «Ruegan a las personas de su amistad se sirvan elevar a Dios una plegaria por su eterno descanso»..., una forma más de remarcar la religiosidad del difunto y la de la familia, en tanto que la esposa y la hija de Hermógenes acudían al balneario de Arteixo para disfrutar de las sesiones curativas de las aguas medicinales, hasta que en el citado año 1905 perdemos su pista. Poco después del óbito de Hermógenes, el día 6 de marzo de 1892 falleció en Corcubión Ángel Benito Carreras, el padre del alcalde Constante Carrera Fábregas, el edil que apoyó a la familia de Villanueva con su presencia al frente del duelo. En fin, una historia que es una prueba más de que la hemeroteca de La Voz de Galicia es un pozo sin fondo.