Pocos logran ser profetas en su tierra

Marta López CRÓNICA

CORCUBIÓN

16 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El buen arte, que no suele pecar de efímero, pocas veces logra recalar entre aquellos más próximos al creador. No son muchos los artistas que hayan logrado labrarse un nombre en sus localidades natales. Se salvan quizá Manuel Facal, Viki Rivadulla y unos cuantos afortunados más que, a base de esfuerzo y dedicación, lograron fijar su obra en el imaginario popular. Otros, no tuvieron otra que lanzar su carrera más allá de las fronteras de la Costa da Morte. El pintor y fotógrafo ceense Xoanxo Cespón tuvo galería propia en Ámsterdam y, a día de hoy, vende su obra en Londres. Guillermo Lourido, de Corcubión, hace lo propio en Asturias.

Ya hablando de artesanía, el ceramista Nano Unzueta vende desde hace meses sus creaciones a una de las mayores distribuidoras de menaje australiana, Spence&Lyda. También las redeiras Illa da Estrela de Corme saborearon el éxito internacional en su participación en una feria de artesanía en Milán. No quedó ni uno solo de los complementos y accesorios que elaboran, que bien podrían considerarse obras de arte.

Todos ellos guardan un aspecto en común, y es que son prácticamente unos perfectos desconocidos para sus vecinos, en lo que a su actividad artística se refiere. Es, cuanto menos, llamativo el desconocimiento general de la plantilla local de artistas. Y más aún siendo la Costa da Morte una fuente de inspiración para creadores que han posados sus pies -y sus estudios- en la comarca. Tal es el caso de la madrileña Yano Yoro y su particular sumi-e, inspirado en la Muxía que la vio crecer como artista. Se suma su paisano David de Lorenzo y su colorida abstracción, el lugués Álvaro de la Vega o la moldava Natasha Lelenco .

Pese a todo, no son pocas las iniciativas impulsadas para poner en valor el arte local y que, cierta pero lentamente, han comenzado a dar su fruto. El Derrubando Muros sirvió de trampolín a creadores contemporáneos como Laura Tova, Emi de las Heras, Paula Fraile o Mon Lendoiro. Tras el éxito de esta iniciativa se subieron al carro otras localidades como Muxía -una meca del arte en sí misma- y su Muros do Nordés o Malpica y su Pintar na rúa.

Aún así, pese a los esfuerzos, pese a proyectos nacidos a lo largo y ancho de la comarca, pese a todo, continúa siendo prácticamente inviable vivir del arte en la Costa da Morte. No cuando el sangrante vacío de las salas de exposiciones es un estado habitual; ni tampoco cuando pagar 50 euros por una lámina original pintada a mano es considerado poco menos que un robo a mano armada, pero bien vale desembolsar el doble por unas zapatillas fabricadas en serie. No cuando el arte es un «gasto», y no una «inversión».