Las desgracias de la familia Rey Muñoz, de Corcubión, en los tiempos del odio

luis lamela

CORCUBIÓN

Segundo Rey nació en la década de los 80 del siglo XIX: la suya es una de esas vidas en la sombra de la historia

26 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Vamos a hacer un poco de historia de los que en su momento no se les ha prestado atención alguna, de uno de los muchos individuos que se encuentran actualmente en el limbo de la amnesia colectiva. Y para ello nos enfrentaremos de nuevo a la memoria facilitando algunos datos biográficos de Segundo Rey Fernández, un hombre que nació en Corcubión en la década de los 80 del siglo XIX, hijo de Joaquín Rey y de Francisca Fernández Tomé. Segundo se casó en Fisterra el 3 de julio de 1907 con Rosina Muñoz Insua y su primera hija, Natalia, nació en la villa del Cristo el 12 de julio de 1908, siguiéndole, pero ya nacidas en Corcubión, Engracia, Livia, Marina y Luis.

En la villa de San Marcos, Segundo Rey desarrolló actividad industrial y trabajó como oficial del Registro de la Propiedad y también como administrador de los automóviles de línea, y en distintas épocas fue elegido directivo del Liceo de Artesanos. También acompañó a su amigo Pepe Miñones en la aventura de sacar a la calle la revista quincenal Nerio durante los años 1920 y 1921, publicación de la que fue su director. Pero, llegaron los días aciagos de julio de 1936 y luego vino lo que vino. Por su miñonismo, Segundo Rey sufrió por parte de los falangistas locales hostilidades, trabas, restricciones y obstáculos, persiguiéndole más o menos de forma soterrada, llevándole a sufrir una cadena de incidentes y episodios que minaron poco a poco su salud. En todo ese tiempo estuvo bajo sospecha y durante aquellos terribles años de la contienda civil tanto él como su familia se sintieron amenazados y sufrieron una sucesión de dolorosas desgracias.

Por ejemplo: el 9 de enero de 1937 -se cumplieron en este mismo mes 80 años- falleció su hijo de 16 años, Luis Rey Muñoz, a consecuencia de unas complicaciones surgidas a raíz de sufrir una paliza infringida por varios falangistas en las cercanías a la «Seca», de Cee, cuando regresaba del colegio de la Fundación Fernando Blanco, toda una vivencia traumática que afectó, y mucho, a toda la familia.

Más tarde, la revista Alborada de enero-febrero de 1938 publicaba una nota informando: «En la Audiencia fue vista la causa procedente del Juzgado de Instrucción de Corcubión, instruida contra Delia Lago N., repartidora de la panadería de don Segundo Rey, la que en diversas fechas, comprendidas en el mes de noviembre de 1936, fue apercibida por la inspección municipal». Es indicativo de la persecución a la que estaba sometido por las nuevas autoridades franquistas, no la repartidora, que también, sino Segundo Rey, el propietario del horno, con denuncias constantes, sanciones económicas frecuentes y colaboraciones (in)voluntarias en las numerosas colectas abiertas por los militares sublevados.

En esos primeros meses de 1938 embarcó también en Lisboa con destino a Chile un sobrino de Segundo Rey, de 15 años, al que sus padres querían apartarle de los sobresaltos de aquel tiempo sombrío que vivía España. También, en la misma revista Alborada, pero de julio-agosto de 1938, apareció la noticia de un episodio controvertido: «En la casa donde tenía instalado su horno el industrial de esta villa don Segundo Rey y su esposa doña Rosina Muñoz, se declaró un incendio, cuyas causas se desconocen concretamente, que destruyó por completo el edificio, quedando solo las paredes...(...) Ni el horno ni la casa estaban asegurados, y las pérdidas ascienden a varios miles de pesetas». Un misterioso suceso y unas causas nunca aclaradas que dieron lugar a comentarios a pesar del temor y el silencio impuesto por la situación política y social y la guerra civil en España.

Otro golpe más

Por si fuera poco, más tarde, y antes de finalizar la contienda civil, la familia Rey Muñoz sufrió otra desgracia, aunque en este caso, fue natural: a principios de 1939 fallecía la madre de nuestro hombre, Francisca Fernández Tomé; y en ese mismo año su hijo político, Ricardo Escrig Gonzalvo, esposo de su hija Natalia, se vio obligado a exiliarse en Francia para huir de la represión franquista, en tanto en cuanto que Natalia residía con sus dos hijos en Corcubión a cargo de sus progenitores, viviendo en el territorio de la posguerra los años oscuros y la incertidumbre que después de todas estas desgracias fue inicio de una cierta decadencia material y también de un enorme coste emocional, así como una dosis de desamparo, miedo y vértigo que llevó a la familia Rey Muñoz al borde de la desesperación.

Tras haberlo visto todo negro, la guerra civil se había llevado todo por delante. Por eso no es extraño que después de sufrir en carne vida, con el paso de los años surgiesen heridas que no llegaron a cicatrizar, provocando, además de una inmensa angustia, mucha desesperación e impotencia, a un hombre que interrumpió el tictac de su reloj vital el 20 de julio de 1953, el día que su tiempo tocó a su fin. Sombras de una historia que ya no pervive, historias como esta, la de Segundo Rey, que las hay a montones, y de las que solamente hace falta arañar con una uña sobre la piel de la memoria para que salten al presente y nos desconcierten. Y así es como nosotros reconstruimos la historia y las historias de los pueblos y de los individuos de la Costa da Morte.