La muerte de Idilio una semana después

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA CIUDADANA

CORCUBIÓN

21 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer se cumplió una semana desde que al fisterrán Idilio Liñeiro Marcote, de 39 años, le cortaron el cuello en el interior del piso que tenía alquilado en el número 99 de la calle Escaselas, junto a la recta da Anchoa. Aunque no fue hasta la tarde-noche del viernes cuando sus familiares lo encontraron sin vida, han pasado muchos días sin que nadie haya reconocido la autoría del crimen, sin el arma homicida y sin un móvil concreto, aunque todos los que se manejan se muevan en el mismo entorno de drogas, dinero y vidas repletas de excesos que casi siempre traen alguna consecuencia desagradable.

Que la Guardia Civil no se lo ha tomado como un tema menor, lo atestigua el equipo desplazado a Corcubión y la media docena larga de especialistas a los que se puede ver cualquier día de la semana peinando Fisterra, como si en una conversación de bar o en la imagen de alguna cámara pudiese estar la clave de un asunto sobre el que, como es natural, saben bastante más de lo que cuentan.

La cuestión no parece tan sencilla como el relato que se preveía al principio, en el que a alguien en un arrebato, ya fuese por conseguir droga o por otra cuestión, se le fue la mano, acabó con la vida de Idilio y confesó al sentir cerca el aliento de los guardias. Esa confesión no se ha producido y los agentes tienen que atar el caso por sus propios medios. Ello implica encontrar pruebas en un escenario, el piso de la víctima, que no era precisamente ajeno al trasiego de gente, tanto hombres como mujeres, que, con toda probabilidad habrán convertido la casa en un bosque de huellas entre las que dar con alguna rama firme por la que trepar hasta la resolución del caso.

Entre tanto, por la calle circulan tantas teorías, rumores, detalles -algunos ciertos y los más desencaminados-, que incluso desde el Concello han tenido que pedirle a la gente que deje de especular, porque ya el primer día había un condenado firme, que no era ni sospechoso, y eso, desde luego, no resulta plato de buen gusto para la familia a la que le toque.

Por ejemplo, se difundió ampliamente que el autor o autores del homicidio habían tapado la mirilla del piso contiguo al de la víctima, para llevar a cabo el crimen con mayor impunidad. Y realmente esa actuación fue obra de la Guardia Civil para preservar de miradas la escena del crimen y su propia actuación.

Por tanto, lo único que queda en este caso es esperar a que los policías hagan su trabajo ya que hay casos extraños -uno de los primeros guardias en llegar el viernes citaba el de Marta del Castillo-, pero las posibilidades en España de que un homicida salga impune resultan prácticamente nulas.