La punta del iceberg del furtivismo local

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA MUNICIPAL

CORCUBIÓN

01 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El Seprona de Corcubión, con sus actuaciones de los últimos días, algunas en marcha desde el mes de mayo, ha sacado a la luz algo que todo el mundo sabe, pero de lo que casi nadie habla en la Costa da Morte. Se trata de una realidad oculta, con muchos intereses detrás y que, pese a su ilegalidad, su negativo impacto ecológico e incluso el peligro sanitario que puede llegar a suponer, no ha alcanzado para nada el rechazo social que públicamente se pregona desde todos los ámbitos, empezando por la Administración, siguiendo por los profesionales y hasta llegar al consumidor.

La detención el sábado en Fisterra de un hostelero local, sobre el que ya existían sospechas policiales, que pretendía servir en su restaurante longueirón con niveles de toxina superiores a los permitidos para el consumo humano, se suma así a la de otras dos personas en Camariñas y Laxe y la investigación de una tercera en esta misma localidad por comercializar mejillón también tóxico.

Pueden parecer muchos casos presentados así juntos, pero fuentes que conocen bien el sector -tanto mariscadores como comercializadores y restauradores- confirman, eso sí en privado, que no es ni siquiera de la punta del Iceberg, porque se trata de una realidad completamente extendida en todo el sector.

Así, el longueirón de Fisterra, los percebes de Muxía o las almejas de Camariñas llegan a los platos de decenas de restaurantes de la zona, o las cocinas de casas particulares sin pasar por la lonja ni, por supuesto, de los controles que son preceptivos en estos casos.

Generalmente no ocurre nada, porque a un furtivo tampoco le interesa que un hostelero, que casi siempre es de los mejores clientes, intoxique a sus comensales porque obviamente va a dejar de comprarle. Pero cuando los controles se saltan el riesgo siempre está ahí, más si la percepción popular es que las analíticas son en exceso rigurosas y que el marisco lleve algo de toxina no es grave porque la llevó toda la vida.

A este fenómeno hay que añadir el del robo directo. En casi todos los puertos lo que conocen porque siempre hay alguien ocupado de vaciar nasas ajenas, pero quien lo ha experimentado y a lo grande es Enrique Coo, el propietario de la conocida Mar Viva de Corcubión, a quien durante las fiestas del Carmen le arrebataron más de 300 kilos en Fisterra. «Quitaron unha uralita e entraron polo tellado», detalla el empresario, quien había sufrido un episodio similar hace aproximadamente dos años en el que los autores salieron libres después de pagar una multa. Al igual que entonces, se muestra convencido de que «o polbo non saiu de aquí», con lo que resulta fácil imaginar cuál puede ser su destino.