Hay buenas obras que se desvanecen

Luis Lamela

CORCUBIÓN

La historia es injusta con muchos benefactores, que quedan olvidados

27 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La familia Riestra, Camila Andrade y Abente y el indiano Santiago Domínguez Trillo, tuvieron muy claro lo que querían hacer son sus legados: fundar un asilo de ancianos en Corcubión. Lo mismo que Juan Benito Carrera, pero con algún matiz que los diferenciaba. Sin embargo, a pesar de sus voluntades inequívocas, el segundo matrimonio del médico Emilio Alonso llevó a que los bienes previstos para tal fin fuesen desviados a favor de Pilar Hermida Orbea, la segunda esposa, demorando así el objetivo inicial de los primitivos propietarios del patrimonio legado.

No obstante, cuando pasaron dos años del fallecimiento del médico forense, resurgió el problema del legado de Camila: estaba próximo a vencer el plazo de cinco años sin que se hubiese traspasado el patrimonio donado a un asilo por no haberse creado en Corcubión, comenzando así las urgencias y las prisas para no perderlo todo.

Presionada por el nuevo párroco, Francisco Sánchez Gómez -que tomó posesión el mismo año en que falleció Emilio Alonso, en 1922-, el 23 de diciembre de 1924 Pilar Hermida renunció parcialmente al usufructo, concretamente al establecido sobre la casa número 4 de la calle Antonio Porrúa, la primitiva residencia de los Riestra. A la sazón, eran vocales de la junta de patronazgo, además del párroco, el juez municipal Juan García Quintela y el alcalde Basilio R. Caramés, individuos que colaboraron con el sacerdote para convencer a la usufructuaria y albacea para llevar a cabo de forma urgente la creación del asilo en la antigua casa familiar de los Riestra, no afectando esta disposición a la casa número 3 y a los demás bienes del legado.

Las urgencias para no perder el legado de Camila Andrade hicieron funcionar oficialmente, y sobre el papel, el asilo el 24 de diciembre de 1924, precisamente seis días antes del vencimiento del mandato de Camila. Con la renuncia parcial, Pilar se comprometió también a entregar un pagaré de 3.650 pesetas cada año, durante el término de veinte, siempre que ella viviese y subsistiese al mismo tiempo el asilo, de cuya inauguración y entrega de bienes se levantó acta por el mismo notario al día siguiente a la renuncia, es decir, el 24 de diciembre de 1924, asignándole el nombre de Emilio Alonso.

Con independencia de no entrar en funcionamiento real hasta 1926, el día 12 de diciembre de 1924 se habían programado una serie de actos para darlo por inaugurado, apareciendo en los medios de comunicación varios sueltos sobre el acto. Por ejemplo, en El Pueblo Gallego de Vigo se anunció la inauguración acreditándole como una «obra realizada con los legados dejados por don Laureano Riestra y Santiago Domínguez». En otro periódico, que no hemos identificado, refleja que «Se inauguró solemnemente el asilo fundado por los hermanos Riestra, la viuda de D. Emilio Alonso y D. Santiago Domínguez. Asistieron al acto las autoridades y el pueblo en masa. Es una institución modelo por el régimen de libertad de los asilados, compatible con las enseñanzas cristianas».

No obstante, fue La Voz de Galicia el que más espacio dedicó a la noticia, apuntando: «Ayer lunes, a mediodía, se inauguró solemnemente el Asilo. Terminada la función de iglesia en honor de la Inmaculada, se trasladó procesionalmente, desde la parroquial, al edificio-asilo, una preciosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús, siendo allí entronizada después de una elocuentísima oración del párroco Sr. Sánchez. Se dio luego una comida -abundantísima por cierto- a todos los pobres del pueblo, presidiendo la mesa el citado sacerdote. De tarde, desfilaron por el Asilo, además de las autoridades que habían ya asistido a su inauguración, los estudiantes coruñeses -como antes dijimos- y numeroso público, haciendo todos grandes elogios de lo bien dispuestos que están sus habitaciones y conversando un rato con los ancianos que allí buscaron un refugio a su desgracia. El régimen interior de estos asilados, pudiera servir de modelo a otras muchas instituciones parecidas de mayor rango y menor provecho. Dentro de las santas y cristianas enseñanzas que reciben los pobres, cabe muy bien la pequeña libertad en que aquí se les deja, modestísima libertad que los hace felices en sus últimos días y convierte, de hecho, a esta fundación en la más simpática y ejemplar de cuantas, con los mismos fines y distintos medios, existen en España. Muy agradecido puede estar el pueblo corcubionés, altruismo del rico comerciante de la Habana Sr. Domínguez, y a los hermanos Riestra y Alonso ya fallecidos, así como también a la Sra. doña Pilar Hermida, viuda de Alonso, por su benéfica obra...».

Actividad en 1926

La actividad del asilo de albergar y alimentar ancianos pobres de la zona comenzó en 1926, aunque pronto llegaron los reconocimientos, pero solo para algunos. En el año del inicio de las actividades, Pilar Hermida recibió en nombre de la Fundación la Cruz de 1ª clase de la Orden Civil de Beneficencia con distintivo blanco, noticia destacada por la Revista Alborada de Buenos Aires: «Más tarde una comitiva se trasladó a local de la Acción Católica-Social de la Mujer, lujosamente decorado, con el objeto de imponer a la señora doña Pilar Hermida, viuda de Alonso, la cruz de Beneficencia, otorgada por el Gobierno hace unos meses como premio a la caritativa dama que supo desprenderse de una gran parte de su patrimonio, legado en usufructo durante su vida, para coadyuvar al sostenimiento de la casa de refugio establecida aquí donde tantas lágrimas se mitigan y tantas bendiciones se elevan al Cielo. Colocada la señora Hermida entre el deán don Manuel Gómez de Adanza y el alcalde, este dirigió la palabra al auditorio, compuesto de lo más granado del pueblo, poniendo de relieve la importancia del acto... A continuación el cura párroco dio lectura a la R.O. por la que se otorgaba dicha recompensa a la agraciada a la que dirige encomiásticas alabanzas. Seguidamente el Ilmo. Sr. Gómez de Adanza con fluidez de palabra dando la debida importancia al patético acto, puso de relieve su alta significación y alcance, imponiéndole la citada recompensa otorgada en esta vida, precursora de la que Dios le tiene señalada en el Cielo por su benéfica obra...».

Del mismo modo, a Juan Benito Carrera, miembro de una familia muy conocida y reconocida en Corcubión, el Concello le dedicó una calle. Sin embargo, a los tres miembros de la familia Riestra, Laureano, Joaquina y Ana, así como a Camila Andrade y a Santiago Domínguez Trillo, nada les fue reconocido por las autoridades municipales a través del tiempo. Al contrario, del indiano Santiago Domínguez, que dejó un importante legado para disfrute de los corcubioneses -el campo de San Roque y la capilla, tres casas en Cuba que produjeron alquileres durante mucho tiempo, además de cerca de 100.000 pesetas para el funcionamiento del Asilo-, quedan actualmente sus cenizas en un cenicero del panteón que fue de su propiedad, reutilizado después por el constructor que levantó la capilla que Santiago Domínguez financió con su legado, y desplomada unos sesenta años más tarde por su deficiente construcción, desapareciendo para siempre.