Crónica del llamado Motín de O Pindo

Luis Lamela CARBALLO / LA VOZ

CORCUBIÓN

Un naufragio similar al del buque noruego Skuld Stavanger que protagoniza esta crónica histórica.
Un naufragio similar al del buque noruego Skuld Stavanger que protagoniza esta crónica histórica.

Historia acaecida tras el naufragio del buque «Skuld Stavanger» en 1901

01 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aquel día el mar estaba en calma y el aire cubierto de densa niebla. A las tres de la tarde del 30 de agosto de 1901 naufragó en la ría de Corcubión el buque noruego Skuld Stavanger, perteneciente a la Compañía de Otto Thoresen, de Christiania (Dinamarca). Un navío de 529 toneladas de registro bruto y 1.486 efectivas que había salido de Cartagena el día 26 anterior cargado con mineral de hierro. De guardia estaba el primer piloto de abordo. Con la niebla y sin escuchar el sonido de La Vaca del faro Fisterra, varios tripulantes gritaron «¡Piedras por la proa!», pero ya estaban a pocos metros de la Lobeira Chica. Se produjo un violento choque entre rocas y planchas de hierro, con tanta fuerza que el barco se levantó de proa avanzando en más de un tercio de la quilla sobre las piedras.

El Skuld quedó encallado en dirección noreste, inclinándose sobre babor por la parte sur de los islotes, arriando la tripulación rápidamente los botes. En uno, embarcó su capitán, acompañado de dos marineros. Recogieron a un pescador de una lancha matrícula de A Pobra do Caramiñal que estaba en la zona, con el fin de que les dirigiese entre la espesa niebla, encaminándose al puerto de Corcubión para solicitar auxilio, arribando allí a las 16 horas. Al llegar notificaron el naufragio. Las causas, según declaración del oficial de guardia a las autoridades, se debieron a la variación de la brújula por efecto del cargamento de mineral de hierro. Más tarde, embarcaron en una lancha del fomentador local, José Villaronga Sagristá, junto con el teniente de Carabineros, un sargento y dos agentes; el Ayudante de Marina, el vista de Aduanas y su secretario, regresando al buque siniestrado, todos los cuales permanecieron a bordo hasta el día siguiente.

El capitán creyó posible el salvamento. Telegrafió al consignatario en A Coruña para solicitarle remolcador. No obstante, asesorado por los pilotos corcubioneses Manuel Porrúa y Maximino García Blanco, decidió abandonarlo retirando antes todas las pertenencias, además de anclas, cadenas, piezas principales de la máquina... Depositaron todo este material en Corcubión.

El 2 de septiembre arribó al puerto de Corcubión un delegado del vicecónsul noruego, a quien había avisado el vicecónsul inglés en la villa de San Marcos, marchando los tripulantes sin su capitán a la capital provincial. El mar aún no había conseguido abrir la menor brecha en el casco. No obstante, cuando el buque quedó sin tripulantes ni vigilancia, corrió el rumor de que lanchas de O Pindo, O Ézaro y Lira se habían aprovechado de varios efectos del barco, rumor recogido por los medios de comunicación nacionales, acusando a los ribereños de piratas. Por el revuelo levantado se personó en O Pindo el Ayudante de Marina, acompañado de su secretario, pretendiendo practicar un registro en el domicilio de uno de los sospechosos, Ceferino Casais, cosa que impidió este, gritando además «¡Auxilio! ¡auxilio!»...

Numerosos individuos acudieron a su llamada. Entre ellos, estaban Manuel y José Bermúdez Trillo. Cuchillo en mano se impusieron al Ayudante de Marina y a su acompañante, insultándoles la muchedumbre. Esto hizo desistir de su misión al Ayudante. Al siguiente día, la autoridad de Marina recabó el auxilio de la Guardia Civil de Muros y fueron detenidos Ceferino Casais y Manuel y José Bermúdez, ingresando en la cárcel de Corcubión. Prestaron declaración ante el Juez especial el 7 de septiembre, autoridad que siguió las diligencias de caso.

Instrucciones de prisión

Denunciado el incidente al Capitán General, este nombró otro juez especial para el asunto, impartiendo instrucciones de reducir a prisión a los instigadores del llamado «motín del Pindo». Objetó el ayudante que no había posibilidad de cumplir la orden: no contaba con fuerza suficiente por el crecido número de comprometidos en el delito. Así, fue enviado desde Ferrol el destroyer Osado, que arribó al puerto de Corcubión a las 18.00 del día 9.

Días más tarde apareció en el semanario El Celta un escrito de un vecino de O Pindo criticando las versiones ofrecidas por los medios de la época: «...No, no podemos consentir que se emborronen cuartillas y más cuartillas y con ellas nuestra honra... Necesitamos instrucción, es verdad, pero no con el fin de que perdamos esos instintos carnívoros que se nos atribuyen. La necesitamos, sí, pero es para poder salir de la miseria en que estamos sumidos y respirar otro ambiente; dejar de ser mulos de carga y ser artistas; tener un oficio, una profesión; que para amar al prójimo y respetar sus intereses no la precisamos, porque esta conducta la hemos observado siempre.... (?) Viene ahora el naufragio del vapor Skuld con mineral, cargamento pesado, y ahora se nos llama piratas, se nos moteja de místico-criminales, se nos persigue, se reclama un auxilio que huelga como no sea para infundirnos pavor, como no sea para apostrofarnos y denigrarnos, pues dada nuestra idiosincrasia con individuo y medio de la autoridad, a la sola invocación de esta, se reduce a prisión a todos los habitantes del Pindo e islas adyacentes. En fin, se nos trata peor -triste es decirlo-, que a los rifeños que nos robaron dos hermanos... (?) Procedióse al salvamento de lo que en el barco había, vista la imposibilidad de salvar este ni por de pronto su cargamento. Todo cuanto el capitán juzgó conveniente se salvó, y con preferencia que justifica la importancia de lo demás, se recogieron unas sardinas, ciruelas-pasas, galletas en pequeñas cantidades y otras menudencias por el estilo, y todo fue traído a Corcubión y creo que inventariado por la aduana. El buque quedó, pues, sin nada a bordo más que el cargamento, y en estas condiciones lo abandonó el capitán, y quedó completamente solo. ¿Por qué?... Ya no había que temer que los piratas nos lucráramos de algo en el saqueo. ¿Qué nos quedaba?... ¡Ah, sí!... ¡Nos quedaba todavía el cargamento pesado que dice La Voz... ese cargamento único que da lugar a que nos acusen de piratas, porque cuando hay cargamento ligero no hay piratas; no somos áureas. Ahora solo quedaba el cargamento pesado, y por eso vino el registro de nuestras míseras chozas; vino la detención de nuestros humildes convecinos, y por si esto no era bastante, para colmo de nuestras desdichas vino a visitarnos un buque de guerra... Firmándolo: ?Uno del Pindo?».

En otro número de El Celta, el capitán del Kuld hizo presente su agradecimiento «a todos los vecinos de Corcubión..., especialmente a los señores ayudante de Marina, administrador de aduanas, teniente de Carabineros y Plácido Castro, Maximino García y Manuel Porrúa, viejos y buenos marinos, así como a Manuel de Ponciano, vicecónsul inglés y a Enrique Fraga, representante aquí de mi país; como igualmente a don Fernando Tanarro por la buena acogida que me dispensó en su casa»... Un mes más tarde se subastaron los restos del buque. Fueron adjudicados al empresario de Corcubión José González Cereijo, por 15.300 pesetas.

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