Instrucciones de prisión
Denunciado el incidente al Capitán General, este nombró otro juez especial para el asunto, impartiendo instrucciones de reducir a prisión a los instigadores del llamado «motín del Pindo». Objetó el ayudante que no había posibilidad de cumplir la orden: no contaba con fuerza suficiente por el crecido número de comprometidos en el delito. Así, fue enviado desde Ferrol el destroyer Osado, que arribó al puerto de Corcubión a las 18.00 del día 9.
Días más tarde apareció en el semanario El Celta un escrito de un vecino de O Pindo criticando las versiones ofrecidas por los medios de la época: «...No, no podemos consentir que se emborronen cuartillas y más cuartillas y con ellas nuestra honra... Necesitamos instrucción, es verdad, pero no con el fin de que perdamos esos instintos carnívoros que se nos atribuyen. La necesitamos, sí, pero es para poder salir de la miseria en que estamos sumidos y respirar otro ambiente; dejar de ser mulos de carga y ser artistas; tener un oficio, una profesión; que para amar al prójimo y respetar sus intereses no la precisamos, porque esta conducta la hemos observado siempre.... (?) Viene ahora el naufragio del vapor Skuld con mineral, cargamento pesado, y ahora se nos llama piratas, se nos moteja de místico-criminales, se nos persigue, se reclama un auxilio que huelga como no sea para infundirnos pavor, como no sea para apostrofarnos y denigrarnos, pues dada nuestra idiosincrasia con individuo y medio de la autoridad, a la sola invocación de esta, se reduce a prisión a todos los habitantes del Pindo e islas adyacentes. En fin, se nos trata peor -triste es decirlo-, que a los rifeños que nos robaron dos hermanos... (?) Procedióse al salvamento de lo que en el barco había, vista la imposibilidad de salvar este ni por de pronto su cargamento. Todo cuanto el capitán juzgó conveniente se salvó, y con preferencia que justifica la importancia de lo demás, se recogieron unas sardinas, ciruelas-pasas, galletas en pequeñas cantidades y otras menudencias por el estilo, y todo fue traído a Corcubión y creo que inventariado por la aduana. El buque quedó, pues, sin nada a bordo más que el cargamento, y en estas condiciones lo abandonó el capitán, y quedó completamente solo. ¿Por qué?... Ya no había que temer que los piratas nos lucráramos de algo en el saqueo. ¿Qué nos quedaba?... ¡Ah, sí!... ¡Nos quedaba todavía el cargamento pesado que dice La Voz... ese cargamento único que da lugar a que nos acusen de piratas, porque cuando hay cargamento ligero no hay piratas; no somos áureas. Ahora solo quedaba el cargamento pesado, y por eso vino el registro de nuestras míseras chozas; vino la detención de nuestros humildes convecinos, y por si esto no era bastante, para colmo de nuestras desdichas vino a visitarnos un buque de guerra... Firmándolo: ?Uno del Pindo?».