Las orillas de Vilagudín reclaman una ruta para admirar su belleza

CRISTÓBAL RAMÍREZ

CERCEDA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

En la actualidad, tal y como está, resulta un espacio idóneo para los amigos de la bicicleta de montaña

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Está en el extremo sur de Cerceda, en ese territorio que ni es golfo Ártabro ni se incluye en las tierras de Compostela. Y el de Vilagudín, que comparten Ordes, Cerceda y Tordoia, es otro de esos espacios modificados por el hombre que está infravalorado. Porque es un embalse, así que obra humana, y no consta para el turismo, lo cual, vista la belleza de sus orillas, de su isla y de sus alrededores, resulta simplemente incomprensible. O sobrevuelan razones de fuerza mayor o no se puede entender cómo no se ha diseñado una ruta que lo rodee y no se haya promocionado. En la actualidad, tal y como está, resulta un espacio idóneo para los amigos de la bicicleta de montaña.

Sobre mapa aparecen varias maneras de acercarse hasta allí. Por ejemplo, desde Cerceda a Xesteda y en el medio de este núcleo, girando a la derecha (señalizado Boimil y Espiñeira). La carretera, de notable alto, se convierte a partir de ahí en una pista estrecha, sin señalización, sin irregularidades y generosa en curvas.

Al llegar a una parada de autobús (eso es Socastro) procede descender por la diestra, bordeando una aldea, para meterse en un bosque de eucaliptos primero y gozar de la compañía de especies autóctonas más adelante. Bien en Xesteda, bien en Socastro y como muy lejos en esa aldea, el coche debe quedar aparcado. Y así, poco después el excursionista se encontrará cruzando el embalse por un pequeño puente que deja a una mano y otra un auténtico bosque que emerge de las aguas. Ese es el punto donde el río Biduído remata su aventura.

Pegándose a la ribera se acomete la única y minúscula subida y poco después de haber dado pedales dos mil metros desde el puente una gran curva invita a detenerse y a acercarse a la ribera para admirar la isla.

Continuando, 600 metros más adelante aparece un muy corto tramo embarrado, y más en estos días, pero su paso no presenta dificultad alguna. Y así, después de cruzar el puente Castelo (que salva los últimos metros del río Paradela) se alcanza la única aldea que está justo tocando el embalse. Una aldea normal y corriente, como tantas otras de Galicia, pero con una particularidad: esconde la grata sorpresa de la capilla de Santa Susana, un edificio con encanto, con algún adorno en su parte superior y el testero hacia las aguas como no queriendo saber nada de ellas.

Mil cuatrocientos metros más allá el excursionista ha llegado al comienzo de la gran presa que frena las aguas. Por el otro lado, abajo, sigue su curso el Paradela. El cruce de esa gran barrera de medio kilómetro de longitud depara, al final, el único punto negro de la jornada: un área recreativa abandonada por completo. Existe un sendero que va literalmente pegado a la orilla, pero además de que está prohibido el paso en alguna zona, no es recomendable en esta época de lluvias y terreno muy resbaladizo.

A los 800 metros, desvío a la izquierda por una pista que conduce a las casas de A Brea, antesala de aquella parada de autobús de Socastro y que anuncia el fin del viaje.

INICIO

43º06'48”N 8º29'55”W.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Con la isla al fondo.

PARA NIÑOS

Óptimo en bicicleta, aunque se les puede hacer algo largo.

MAPA RECOMENDADO

Instituto Geográfico Nacional 70-I.