Alivio en las funerarias de la zona por la recuperación de los velatorios

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CERCEDA

ANA GARCIA

A partir del lunes ya podrán congregarse hasta 10 personas en la sala del túmulo

08 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ha sido muy duro» reconoce Iván Amarelle, de San Antonio. Utiliza el verbo en pasado, aunque no quiere dar por hecho que el lunes habrá un cambio de fase en lo que a ritos funerarios se refiere. En los demás profesionales de la zona hay la misma prevención, pero también alivio. A partir del lunes podrán asistir hasta 10 personas a los velatorios y hasta 15 a los entierros. Este aforo no se parece en nada al habitual en la Costa da Morte, pero permite que al menos los más allegados puedan asistir.

«En Cerceda morreu un home de 53 anos e coa caixa só puideron estar a muller, a nai e unha irmán. Nin o pai nin os fillos. Nós temos que gardar a compostura, é o noso traballo, pero tívenme que beliscar as pernas para aguantar». Eduardo Ramilo, de A Milagrosa, cita un caso reciente como ejemplo de la dureza de estos tiempos de covid-19 a la que hacía referencia Iván Amarelle. Reconoce el funerario de A Silva que los velatorios abren una gran posibilidad de contagios porque «falamos morro con morro», pero considera demasiado radical que se redujera a tres el máximo en la última despedida.

De la misma opinión es Manuel Pombo, de Pompas Bergantiños. «O das tres persoas para a familia non ten explicación é unha barbaridade que non se poidan despedir», explica. Considera que podía haber otras formas de evitar los contagios sin necesidad de causar tanto daño psicológico, algo que los funerarios llevan viendo desde que comenzó el estado de alarma.

Normas

Eduardo Ramilo apunta a que la gente ya ha interiorizado las normas y se pregunta si no será mejor esperar a poder liberar los servicios, pero también reconoce que aunque los clientes tienen claras las limitaciones, «aínda preguntan se non é posible despedirse».

A todo esto hay que añadir la pérdida económica que ha supuesto la enorme simplificación de los entierros.

Cuarenta encargos para un solo día

Cuando hace unos días abrieron el cementerio municipal de Carballo las flores de los nichos estaban todas perdidas, secas o podridas. Con las floristerías también cerradas poco se podía hacer hasta que el miércoles comenzaron a abrir. La de Elena Taibo fue de las primeras apremiada por la demanda de su clientela. Hace dos días que no para de arreglar jardineras y de colocarlas de nuevo en los panteones. Para hoy tenía 40 composiciones que preparar.

Como el resto del comercio puede atender a la gente con cita previa y eso es lo que hace, extremando las precauciones. Si la semana que viene se mantiene la actividad de esta «quitaré del ERTE a la empleada, que la echo mucho de menos», dice.

No ha tenido grandes problemas para hacerse con la flor necesaria en un sector que ha tenido unas pérdidas enormes. «Tuvieron que tirar la cosecha con máquinas excavadoras porque no tenían a quien venderla», explica. Ella se abastece mayoritariamente en Galicia, pero ha sido igual en todas partes.

Vicente Pombo, de Pompas Fúnebres Bergantiños, ha sido de los pocos que han mantenido la actividad durante todo este tiempo. Estaba especializado en rosa, que es lo que más le piden para las coronas, pero se ha visto obligado a mezclarla con otras especies, «como faciamos antes». Reconoce que en algunos momentos ha sido complicado atender las peticiones porque con el cierre de las fronteras dejó de llegar mercancía del extranjero, sobre todo de Colombia y Ecuador y de Holanda, por lo que hubo que recurrir al maltrecho mercado nacional.

Ellos apenas trabajan las jardineras del cementerio, por lo que la reapertura del recinto apenas les ha afectado. En todo caso, su problema ha sido aguantar con una reducción drástica de la demanda. «Al no haber velatorios solo hacemos lo mínimo, que es la corona de la familia», explica. Calcula que el trabajo ha caído entre un 60 y 80 %, con respecto a años anteriores.

En Deva Floristas explican que las clientas habituales han estado dejando a través de la reja las jardineras que quieren arreglar, pero en este establecimiento no abrirán hasta el lunes, como la mayor parte de las floristerías, por lo que será a partir de entonces cuando empezarán a atender los encargos.

Catástrofe económica

Para los establecimientos del sector de la flor el confinamiento y el estado de alarma han sido una catástrofe. Coinciden en que han perdido grandes fiestas, con mucho consumo de este producto, como la Semana Santa y los días dedicados al padre y la madre, que eran de los de mayores ventas.

Reconocen que será muy difícil rehacerse, sobre todo porque no saben cuando podrán volver a la actividad con normalidad. El próximo mes comienza la temporada alta de bodas, comuniones y otras celebraciones, pero es muy improbable que sean como las de antes del covid-19 e incluso que las haya hasta bien avanzado el verano.

Los enterradores reconocen el miedo al contagio

Los enterradores de la zona coinciden en señalar que temen al contagio, pero también muestran su pena por la soledad de los sepelios en los que tienen que trabajar. Eladio Oliveira, que trabaja para los grupos Bergantiños y Apóstol, fundamentalmente, apunta a que las medidas de protección son extremas. Cuando recogen el cadáver ya lo colocan en un ataúd que luego se precinta. Es necesario desinfectar todo: el coche, los utensilios, las ropas, pero más que el miedo al contagio parece afectarle el tipo de entierros que viven ahora, tan solitarios.

Suso Suárez, que opera en Ponteceso y Cabana, coincide con su compañero. Las medidas hacen que el trabajo sea más laborioso, dice. Apunta que no tienen más trabajo que antes y en la misma situación está Carlos Louzán, de Muxía, Afirma que los sepelios que, claro está, siempre son tristes, ahora son desoladores. En el sur de la Costa da Morte, José Manuel Capelo, que trabaja por

Cee, Carnota, Camariñas y Dumbría, y José Suárez, de Sardiñeiro, vieron escenas bastante penosas y poco humanas a causa de tan estricta normativa en casos sin coronavirus. El primero dice incluso que con el estado de alarma parece que «non se está despedindo unha persoa» y llama la atención sobre una cuestión de la que también hablan los funerarios y es que ha habido muchos entierros a los que ni siquiera han podido asistir los hijos de la persona fallecida. Se queja de que «case teñan que botar a sortes cales poden acudir ao enterro», algo que en su opinión resulta degradante y humillante.