Pablo Agulló tiene 28 años. Se lesionó de gravedad en la segunda jornada de liga. Transcurría el minuto 70 de partido contra el Silva: «Recuerdo que fue una falta lateral, una especie de mini córner. Giro el cuerpo e intento golpear el balón, pero la pierna derecha se me quedó clavada en el césped y noté un crujido a la altura de la rodilla. Sabía lo que había: rotura de ligamentos». Sus pronósticos iniciales se cumplieron, por desgracia, al milímetro: «Rotura de ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Seis meses de baja».
Agulló, un mediocentro reconvertido por Miguel Figueira en central, llegó este verano al Bergantiños procedente del desahuciado Cerceda. Después de una temporada convulsa en el cuadro de O Roxo, Agulló pisaba As Eiroas como un niño con zapatos nuevos. Su objetivo, dejar atrás su última temporada en el Cerceda y aportar su granito de arena para que el Bergantiños alcance el ansiado ascenso a Segunda B. Ahora tendrá que esperar «hasta marzo para regresar a un terreno de juego», dijo. Pablo Agulló prefiere ver el vaso medio lleno: «Creo que llegaré a tiempo para ayudar a mis compañeros en la recta final de liga». Hasta entonces le queda un duro trabajo por delante: «Estas lesiones te lastran más en lo anímico que en lo físico, porque son muchos meses de baja y hay que tener paciencia».