«De vez en cando faciamos churrasco para crear ambiente»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CERCEDA

BASILIO BELLO

Foto con historia | El Cerceda anterior a García Liñares era un equipo casi familiar, pero con aspiraciones y cambió alguna vida

12 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Foto

Era el 1 de agosto de 1991 y la plantilla del Cerceda volvía al trabajo tras las vacaciones. El primer día de entrenamiento fue especial porque era su última temporada del Primera Autonómica. La plantilla empezó a prepararse en su campo, un Roxo do Piñeiro prácticamente irreconocible. Entonces era un conjunto modesto, con 23 años de vida. Ahora, el equipo, que este fin de semana ha cumplido medio siglo de vida, está prácticamente desaparecido tras llegar hasta Segunda B. En la última plantilla no había ya ningún jugador de Cerceda.

FOTO MANOLO

Los protagonistas

Presidente y jugadores. Manuel Pérez Seedor fue reelegido presidente precisamente a finales de julio de 1991 y un año después fue sustituido por José García Liñares, que tres años después fue elegido alcalde de Cerceda. En esa última campaña en Primera Autonómica llegó al equipo Paco Zas, procedente del Betanzos. Tenía ya 30 años y había jugado en muchos equipos. En 2013 presentó su candidatura para presidir el Dépor, pero acabó retirándola. José Antonio Gende Méndez era uno de los dos metas del equipo y continuó vinculado al Cerceda hasta hace seis años. Formaba parte del cuadro técnico y su labor era entrenar a los porteros.

La historia

Este fin de semana el Cerceda cumple medio siglo de vida, lo que sería una buena noticia sino fuera porque el equipo prácticamente no existe ya. La temporada 91-92 fue la preparación para un futuro muy brillante, que llevó al equipo hasta Segunda B, algo increíble en un conjunto de un municipio pequeño.

Entonces era un conjunto modesto, que pagaba poco a los jugadores. «De vez en cando faciamos churrasco para crear ambiente», explica Pérez Seedor, que fue el presidente en esa temporada. No volvió a estar vinculado directamente al equipo, pero se ha perdido muy pocos partidos, ninguno de los que jugaba el equipo en casa.

Llama la atención de la fotografía que el día de la presentación cada miembro de la plantilla vestía de forma diferente. «Non había moita equipación oficial, cada un ía como podía. Tiñamos algo de roupa vella porque había que aproveitar os recursos. Se un tiña frío collía dous chándals», explica Pérez Seedor. Tampoco había mucho para fichajes. «Ao principio tiñamos o que vén sendo algún reforzo, pero a maioría da xente era da casa», añade.

Aquel Cerceda de 1991 era completamente distinto al que jugó en Segunda B. Casi de casualidad allí recaló Paco Zas y allí cambio su vida. «Fue un punto de inflexión, había dejado el fútbol profesional por los negocios y lo abandoné todo para aclararme. En ese momento surgió la posibilidad del Cerceda y decidí probar». Ya tenía 30 años, había estado en el Betanzos, el Deportivo, el Linares, el Calvo Sotelo de Puertollano... Pero fue el Cerceda el que le dio un futuro. El entrenador era en 1991 el arquitecto Luis Couto y empezó a trabajar con él. «Mi vida cambió, se transformó a todos los niveles».

Fueron solo tres años porque una lesión lo alejó del fútbol profesional, aunque pudo vivir partidos como el de la Copa Diputación, con la que se hizo el Cerceda en Riazor.

Entonces Cerceda era «como una aldea, no tenía la repercusión que tendría después» y ese ambiente tranquilo fue como un bálsamo, por lo que el Cerceda desaparezca le da «una pena tremenda».

No afecta tanto a José Antonio Gende Méndez, más conocido por el apellido de su madre, que reconoce que quedó «harto» del fútbol y ahora se mantiene en forma con el pádel. Él es de Cerceda, pero llegó al equipo procedente del Fabril. Recuerda que cobraba algo y que la mayor parte de sus compañeros eran vecinos suyos. «El primer día íbamos algo perralleiros», dice refiriéndose a la equipación, aunque en los siguientes las cosas tampoco eran mejores. «En los partidos oficiales sí llevábamos la ropa del equipo, pero lo que era la ropa de abrigo teníamos que ponerla nosotros», recuerda.

Se trataba de un equipo muy familiar, muy de andar por casa, con un ambiente muy bueno, pero lejos de la profesionalización.

Fue en el verano del 92, recién acabada la campaña cuanto todo cambió. García Liñares elevó el equipo a Preferente, con un presupuesto de 78.000 euros (13 millones de pesetas).