Juan Copa: «Hace años, había pistas en las que lo difícil no era ganar, sino llegar al bus»

CERCEDA

Abraldes

De joven fue el primer capitán no catalán de la selección española y ahora es el técnico de moda de la OK Liga

19 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Copa (A Coruña, 1970) es un precursor. Como jugador fue el primero no catalán que llegó a portar el brazalete de una selección española de hockey sobre patines (fue el capitán de la selección sub-20 que ganó el Europeo hace casi tres décadas). Siendo todavía un niño ganó la Copa del Rey con el Dominicos, todo un hito en la historia del club coruñés. Estaba llamado a discutirle a Alejandro Avecilla el cartel de mejor jugador gallego de la historia, pero «algunos errores y la falta de ayuda necesaria en algunos momentos» le impidieron subir el último escalón. Esa experiencia es la que él cree que le ha servido como entrenador para «entender mejor y ayudar a los jugadores», además de crecer como técnico. Y lo está demostrando. Llevó al humilde Cerceda a la OK Liga, a dos fases finales de Copa y a Europa. Y en su regreso al Liceo (en su día estuvo algunos partidos como interino) lo ha tenido líder muchas jornadas y no se arruga: «Quiero ganar títulos».

-¿Con qué faceta se queda: entrenador o jugador?

-Es difícil elegir. Quizá ser jugador resulte más fácil, porque acaba el partido y te vas para casa sin más, ganaras o perdieras. El entrenador nota esa famosa soledad del técnico. Y cuando pierdes te llevas esa derrota para casa. Es complicado. Tienes mucha presión. Pero es una de las cosas más bonitas de la vida.

-Diseñar una estrategia, que salga y lograr el objetivo.

-Sí, por supuesto. Eso es algo maravilloso. Pero yo me quedo casi más con el trabajo de la base, saber llevar a un jugador, ayudar a que se forme. Y esa labor sigue también en la élite, claro. Cuando tienes un jugador que no rinde, hay que buscar el motivo. Seguro que hay una causa. Y, a partir de ahí, tratar de ayudarlo. Cuando lo consigues, la satisfacción es mayor que cuando sale la jugada ensayada.

-¿Habla desde la experiencia del jugador que podía haber tuteado a Alejandro Avecilla y se quedó?

-Pues un poco sí. Son situaciones, momentos, decisiones que tienes que tomar. Yo cometí errores, claro que sí. Quizá el principal fue no irme a Cataluña cuando tenía posibilidades. Pero tampoco tuve un entrenador al lado que me supiera llevar, que me aconsejara, que se preocupara... Por eso, no quiero que me pase ahora a mí con ningún chico.

-¿Ha aprendido a contar hasta diez?

-A veces hasta cien (se ríe). Es cierto que siempre tuve un carácter un poco complicado, lo admito. Pero he ido madurando. Gracias también a que te apoyas en gente, en tu grupo de trabajo. Y de todo y de todos aprendes. Malo el técnico que no cuenta hasta diez antes de tomar algunas decisiones.

-¿Cuánto duraría aquel jugador rebelde con este entrenador?

-Pues creo que conseguiría tranquilizarlo y a lo mejor hubiera llegado más lejos. Y no porque yo sea mejor entrenador que otros, sino porque sé dónde se falló con él y sabría llevarlo.

-Siempre dicen los técnicos que han cogido cosas de todos sus entrenadores. ¿Dígame qué le ha aportado a usted el peor?

-(Silencio). Es que es difícil decir quién ha sido el peor entrenador que he tenido. Es una profesión muy difícil. Tienes que tomar decisiones rápido, gestionar un grupo, preparar partidos... Es tan complicado que para mí no hay un entrenador malo.

-¿Tener un hijo de 12 años que juega al hockey lo convierte en el típico padre pesado que no para con sus historias y consejos?

-Para nada. Al contrario, creo que mi chaval sale perjudicado conmigo. Desde que estoy en el Liceo apenas puedo seguirlo en los partidos que juega. Me centro más en mí que en él. Y, a pesar de todo, tengo que reconocer que es mi fan número uno. Está siempre pendiente de los partidos y el primer mensaje que recibo cuando perdemos es suyo dándome ánimos. Espero poder devolvérselo algún día. Porque estoy convencido de que si no es por la familia que tengo, no habría llegado hasta aquí.

-Lleva años viajando cada quince días a pistas catalanas. ¿Acongojan tanto como parece?

-Hay algunas que sí. Pero cada vez menos. En el hockey, creo que por fortuna, ha habido un cambio importante con la reglamentación. Hay menos contacto y al haber menos contacto, la grada está más tranquila. Esto no tiene que ver nada con lo que se vivía hace años. Había pistas en las que lo difícil no era ganar, sino llegar al bus (se ríe). Puede parecer exagerado pero era verdad. Era todo diferente. Por fortuna, ya no es ni la mitad.

-¿Llegó a pasar miedo alguna vez?

-Tanto como pasar miedo no. Porque sabes en lo que estás metido, pero sí que he visto situaciones complicadas.

-¿La más bestia que vivió?

-Tanto no. He vivido situaciones complicadas, como decía, pero bueno, pasaron hace tiempo.

-¿Cómo se controla uno a doscientas pulsaciones y con un palo (stick) en la mano?

-Pues como cualquiera. El que no tenga claro que el stick es para jugar, hacer gestos técnicos y meter goles, no puede saltar a una pista. Esto es como lo de la violencia en las canchas... Antes podía haber alguno que se le fuera la cabeza. Pero, ya casi no quedan.

-En eso ha mejorado el hockey, pero los detractores insisten en que no se ve la bola por la tele.

-Es algo recurrido eso, sí. Pues que vayan a verlo al pabellón que el que va, se engancha desde el primer día.