Desde la cárcel de Corcubión, en la que se encontraba también detenido Manuel, le envió una misiva a Guillermo Quintana, cuya copia me entregó un hijo de Manuel Mejuto, y hermano por tanto de Vicente, el 18 de agosto de 1996, durante el homenaje ofrecido por el Batallón Literario da Costa da Morte a los ceenses fusilados o paseados por el franquismo, acto celebrado en la Praciña do Olvido en Cee. Y durante 25 años demoré su publicación: «Cárcel de Corcubión 20/12/36. Sr. Quintana. Cee. Muy Sr. mío; y de mi mayor consideración. Me dirijo a V. porque sé que además de tener corazón, es padre, y que yo, otro padre como V. con el corazón transido de dolor, un corazón roto, despedazado y tan negro que solo la tumba lo puede curar. Pídole, pues, D. Guillermo perdón para mis desgraciados hijos, y para mi si en algo le pude ofender (que no creo) y se interesara como puede hacerlo, por este otro desgraciado que salió hoy para Coruña [se refiere a Vicente Mejuto Leis] y no se la suerte que pueda correr. No permita Sr. Quintana más desgracias en mi desgraciado hogar, no permita más desgarramiento en el corazón de una anegada y mártir madre, apiadase de una familia donde a caído la desgracia desde el año 35. Estos son los momentos más terribles de la vida, no pienso más que en la de mis hijos desgraciados, y de mi inconsolable mujer; ya no me importa el tener que salir a pedir una limosna con ellos; pues por ellos y para ellos vivo, y ahora en esta lúgubre prisión nada puedo hacer, y de continuar en ella, qué ¡triste!, qué horrible es la prisión. No puedo continuar Sr. Quintana, mi mano tiembla y la emoción me lo impide. Mi hijo tuberculoso, que tanto me sacrifiqué por él y ahora... Tenga compasión de él Sr. En tal seguridad, no me ofrezco, sino que seré su esclavo, disponga pues de él como mejor le plazca». Firmado por Manuel Mejuto Penas.
Sin duda que fue un grito desgarrado de piedad y clemencia. Nada conocemos de si hubo contestación a esta desgarradora súplica. Lo que sí sabemos es que Manuel Mejuto suplicó también ayuda a otros vecinos. Buscó que el militar Perfecto Castro Rial accediese a participar en la causa como abogado defensor y también a que sus tíos, Alfonso Rial Mouzo -y su suegro Juan Costa Domínguez-, y Francisco Leis Pose, actuasen de testigos de la defensa.