La emigración puso fin al esplendor del Pazo de Cotón de Cee

Luis Lamela CARBALLO / LA VOZ

CEE

CEDIDA POR LUIS LAMELA

Unos hijos partieron hacia Argentina y otro hacia Cuba,y allí se quedaron. El padre falleció en 1909

12 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las vidas florecientes acaban marchitándose. Las del Pazo de Cotón de Cee y sus gruesas paredes cargadas de historia, también. Sobre todo cuando la vida del patriarca José Cotón y Pimentel comenzó a estar marcado por las despedidas. Historias en las que nunca faltó una espina de desgarro, un viacrucis para sus hijos, un camino que incluyó varios ramales geográficos con ansiedades y miedos, desarraigos, frustraciones, desasosiegos y temores. Y, seguramente, también algunas satisfacciones y conquistas, esperándolo todo del futuro.

Un destino inimaginable para cualquiera de los cuatro hermanos Cotón cuando eran niños; y, aun así, en busca de oportunidades laborales los hijos de Cotón tuvieron la ventaja de estar alfabetizados, cosa que una gran mayoría de emigrantes de la Costa da Morte, o no lo estaban, o de manera muy deficiente.

Luis Cotón Vázquez se marchó para Cuba y no sabemos ni cuándo ni la edad que tenía al embarcar, y tampoco nada conocemos de su periplo en la aventura migratoria. Ni de que trabajó, ni de sus fatigas, ni si su vida fue dura, llevadera o difícil. Solamente que en junio de 1904 ya estaba en la isla caribeña, y en marzo de 1905 residía en la ciudad de Matanzas y que en el verano de 1907 visitó Cee y regresó a la isla.

Otro que abrazó la emigración fue su hermano Fernando, que quizás fue el primero que abrió el camino y apostó por la diáspora. Nació el 19 de noviembre de 1883 en Cee y emigró para México con 17 años. El vapor en el que viajó atracó en Veracruz el 3 de abril de 1901. Se dedicó en el país azteca al comercio, en La Piedad Cavadas-Michoacán (México) primero, y en Vicente Silva, 31, después. Y, seguía allí con 49 años en 1933, aún soltero.

De cualquier manera, si el padre pensó en algún momento que la emigración de sus hijos aminoraría la mala situación económica familiar, un año antes de su fallecimiento recibió una misiva enviada por Fernando, fechada en noviembre de 1908, solicitándole que vendiese todo lo que a él, por herencia de su madre, le pertenecía, al tiempo que pedía le enviasen las 1.000 pesetas que le había dejado su tía Carmen, ya que todo lo necesitaba para someterse a una operación quirúrgica de hígado y de una hernia. En fin, una forma más de desvincularse de su tierra de origen, y también de cortar el cordón umbilical que lo pudiera unir a la familia.

El periplo de José

Por su parte, José Pepe Cotón Vázquez, otra cara más de la misma moneda, emigró para Argentina con 20 años, soltero, dejando todas sus certidumbres y comodidades en la casa patricia. Embarcó en Vigo en el vapor Cap Vilano declarando como dedicación profesional el comercio y llegó a Buenos Aires el 11 de febrero de 1907. El 21 de marzo le escribió una carta a su padre (respetamos redacción y ortografía): «...llegué a Buenos Aires ... pero tuve que purgarme. A bordo nos trataban como animales fuera el alma. Me purgaron al acabar de comer estuve con unos dolores tremendos toda la tarde. Estuvimos parados en la mar doce horas de una vez y de otra diez con averías; llegamos el veinticuatro me encontré al bajar del bapor con Caramés y los dos de Riobo Pepe y Ramiro y le di la carta a Adriana, la vino buscar Sebastián y no lo pude ver; el cubano llegó con cuatro pesetas de treinta pesos que traía, los jugó y aún debía en el vapor treinta reales».

Con independencia de los problemas que describe, José se empleó en la Argentina de dependiente en un almacén, uno de los conocidos comercios de ultramarinos, de telas... No mucho después le tocó el turno a Emilio Cotón, otro hermano que también tomó el barco y se ausentó de Cee. Emilio nació el 5 de julio de 1892 y al parecer emigró precipitadamente para la Argentina con 17 años. Llegó a Buenos Aires el 14 de diciembre de 1908 y en enero ya entró a trabajar en una tienda de sombreros. Precisamente, en este último mes escribió a su padre: «Si quiere hacerme el gran favor de hablar con D. Ángel Carrera para que le de una recomendación para su hermano pepe que tiene muy buenas relaciones en el comercio San Juan porque en el que estoy no se prospera es chico solamente para aprender no se descuide en escribir y no se olvide de la recomendación me la manda en la carta» [...] «Por hoy nada más tengo que decirle me mandará decir si recibió el peso y el qué y si marchó Fandiño y cuanto tiempo tardó, y además como sigue la fechoría que hice», fechoría de la que nada conocemos.

Y Emilio siguió: «En la colocación friego el piso y labo la cocina y aprendo algo estoy de peón así que haber si a vuelta de correo me manda la recomendación para Pepito Carrera que me vale a mi más de 108 pesos y la del Román. No se olvide».

Cartas con el padre

Los dos hijos emigrados a la Argentina, sometidos a los embates de la vida, siguieron carteándose con su padre y sus hermanas, y por medio de estas cartas dejaron al descubierto las desilusiones y los fracasos que experimentaron. Los claroscuros de la vida lejos de su familia, los momentos de confidencias, desencantos o frustraciones... Y, así, al cabo de muchos años seguramente descubrieron que el regreso ya era imposible, porque la ausencia había durado tanto que el país del que se macharan, y que recordaban constantemente, ya había dejado de existir y ya se le había hecho tarde. Como había dejado de existir su padre, que ya no les esperaba. Vidas que trataron de mantener sus lazos familiares, emocionales y sentimentales con los que habían quedado atrás, aunque el transcurso del tiempo marcó una cierta desconexión entre ellos.

Muerte en Santiago

El 23 de agosto de 1909 José Cotón y Pimentel falleció de pulmonía en Santiago a los 56 años en la calle Santo Domingo número 2, pero sin duda hasta su muerte sufrió el peso de la ausencia de sus hijos emigrados y la desmembración de una parte de la familia. Pero la vida fue así, quedando a su lado el primogénito, Manuel, que fue en varias ocasiones concejal de Santiago por los mauristas, y las hijas, que fueron las que le cuidaron en sus últimos momentos.

Con el transcurso del tiempo, Manuel y sus hermanas fallecieron solteras y las propiedades de Santo Domingo, de Santiago y del Pazo de Cotón, de Cee, pasaron a manos de las mujeres que les cuidaron. Y, de América, y de los hermanos emigrados nada más sabemos. En fin, una memoria inacabada, una dinastía quizás desaparecida.