El conflicto viene del 2014, no se atajó a tiempo, y la solución se ve aún muy lejos

La Voz

CEE

10 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los primeros indicios de que algo no iba bien en la piscina de Cee empiezan a verse ya en el 2014. Se abre un conflicto laboral, algunos trabajadores se van, otros denuncian presiones e irregularidades, mientras otro grupo se pone de parte de la empresa concesionaria, sin que hoy esté todavía claro con qué grado de presión por parte de sus jefes.

Con Zaira Rodríguez todavía de alcaldesa, el BNG empieza a poner el grito en el cielo y exige incluso el rescate de la concesión. Rodríguez, que en principio contemporiza con la empresa, y la mayoría del pleno entienden que no se dan las condiciones para tomar una medida tan drástica y la bola sigue creciendo, con elecciones de por medio y sin que nadie le ponga freno ni encare el problema de frente.

La empresa, con todo tipo de presuntas irregularidades de por medio -llegó a acusar a los trabajadores de sabotaje- y después de múltiples incumplimientos del contrato, pone sobre la mesa que las cuentas no le dan y pide dinero, en términos técnicos, «un reequilibrio económico-financiero de la concesión».

Vigo, que ve las maniobras poco menos que como un chantaje, se lo niega. La compañía sigue presionando a los trabajadores, con un expediente de regulación de empleo y otras medidas.

Llega un punto en el que los profesionales, que durante años prestaron un servicio más que aceptable, se cansan. El 4 de abril del 2016 van a la huelga e, inmediatamente, la piscina se cierra. Incluso cuando quieren volver a trabajar ya no hay nadie que les abra la puerta.

El Concello, entonces sí, toma medidas y acaba por rescindir el contrato de Aquacenit, la empresa gestora, que aún hoy mantiene dos pleitos con el Ayuntamiento.

Por medio de todo esto ruedan informes tanto de los servicios municipales como de profesores de la Universidade da Coruña y se llega al punto actual, con el PP e IxCee, los que tienen o tuvieron responsabilidades de gobierno y son los que pueden decidir, a la espera, mientras el BNG clama por la gestión directa, para la que no ve problema, aún que haya que cambiar los presupuestos.