«Se o monte está abandonado, non hai fungos nin outra cousa ningunha»

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. lado CEE / LA VOZ

CEE

ANA GRACÍA

Uno de los mayores expertos en setas de la zona analiza la situación del recurso

04 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con «11-12 anos», cuando estudiaba en Santiago, unos amigos de sus padres le llevaron a comer a casa, en la zona de la Ulla. Allí vio por primera vez como cocinaban setas a la hora de comer y todavía guarda en la retina «a imaxe das macrolepiotas». Ya con «20, 21, 22 anos» un amigo suyo de Guadalajara se vino a vivir a Vigo. Su padre era un apasionado de los hongos «e levábanos ao fillo e mais a min ao monte», explica José Manuel Castro Marcote (Cee, 1955), que hoy es, sin duda, uno de los mayores expertos en setas de la Costa da Morte e integrante medular del colectivo Pan de Raposo, que ha marcado un antes y un después en el conocimiento de los hongos en la zona.

Por el camino quedan algunos cursillos, muchos años de trabajo autodidacta, decenas de artículos, otras publicaciones menores y tres obras principales, algunas de ellas junto a Manuel Pose y José María Traba Velay, otros de los pilares del colectivo. Y si no han salido más libros «non é por falta de material, senón de tempo», porque ninguno se dedica profesionalmente a esto y tienen sus propios trabajos.

Eso sí, el contacto entre los aficionados es para Castro Marcote una de las claves de la evolución personal «porque se ti sabes 100 e outro outras 100, entre os dous sabedes 150. Aprendes moito máis rápido».

Con todo, todavía no ve lejos los tiempos en los que le miraban como un bicho raro y los comentarios cuando le veían con la cesta en el monte «eran de todo menos normais», porque la gente no estaba acostumbrada y, por ejemplo, le decían: «Non tés pinta de pasar moita fame», como para recoger cosas del suelo para comer.

Todo esto obedece, a su juicio, «a un descoñecemento porque dos fungos só vemos o froito, o ser vivo está baixo terra ou agochado no toro oco dunha árbore» y a las «prohibicións relixiosas». La utilización de los hongos alucinógenos asociados a la brujería, los viajes psicodélicos y demás motivó intervenciones de la Iglesia Católica «e iso tamén lles deu ese punto máxico que ten todo o prohibido», dice el especialista, quien señala que todo eso ha quedado recogido en la tradición, como, por ejemplo, en los nombres, asociados a animales con no muy buena prensa, como el propio «pan de raposo, pan de cobra,..». De hecho, recalca que esta zona era hasta no hace mucho «especialmente micófoba» e incluso entre quienes las recogen y consumen, siempre queda ese poso asociado con los devenires históricos.

En cuanto a la posibilidad de convertir los hongos en un activo económico, Castro Marcote considera que «potencial hai», y además de sobra, pero choca de frente con la falta de regulación «porque as leis que existen non se cumpren» y, sobre todo, con que «o campo está abandonado e se o monte non se coida non hai fungos nin outra cousa ningunha». De hecho, denuncia la proliferación de los monocultivos de eucalipto y las talas a matarrasa como una herida mortal para las setas.

Para las jornadas de este fin de semana en la Casa da Cultura de Cee, aunque la campaña apenas ha arrancado por falta de humedad, cuentan con poder enseñar unas 200 variedades.