«En alucinaciones escuchaba las campanas de la iglesia de Toba»

Brais Capelán

CEE

Susana Gómez tuvo muchas dificultades en el tramo final de la prueba por el frío extremo.
Susana Gómez tuvo muchas dificultades en el tramo final de la prueba por el frío extremo.

La ceense recorrió más de quinientos kilómetros en nueve días de competición

13 mar 2015 . Actualizado a las 07:29 h.

La historia de Susana Gómez Castiñeira (Cee, 1975) es propia de una película. Ella recorrió en 9 días y 10 horas los 563 kilómetros que comprenden el ultratrail del Iditarod, que atraviesa la gélida Alaska (Estados Unidos). Está afincada en Lanzarote y accedió a esta expedición tras ser una de las cincuenta personas seleccionadas de todo el mundo. Susana destaca el espíritu aventurero que la guía a emprender estos viajes extremos.

-¿Qué tal la experiencia?

-Espectacular. Es difícil explicarla en una palabra, fue toda una aventura.

-¿Cómo surge la idea de hacer esta prueba?

-Comenzó hace tres años, cuando estuve en Finlandia en una prueba que me llevó a hacer al año siguiente el Revaniemi de 150 kilómetros. Quedé la primera y gracias a ese resultado me invitaron a la prueba, donde solo escogen a las cincuenta mejores solicitudes. No era mi objetivo primordial, pero no podía decir que no a la que es considerada la carrera más dura en hielo.

-¿Cómo fue el día a día?

-El avance día a día es muy complicado. Los dos primeros fui más rápido, pero a partir de ahí el ritmo fue decayendo por el cansancio. Lo normal es que los participantes no lleven una carga superior a 15 kilos, teniendo varios puntos para recoger provisiones. Yo considero que esto es una aventura y no una competición, así que decidí llevar toda la carga desde el principio. Eso ha hecho el trayecto más duro.

-¿En algún momento se planteó abandonar?

-No. En ningún momento se me pasó por la cabeza tirar la toalla. Por mi forma de pensar es complicado que me plantee eso si no es por alguna lesión. Por una infección en la piel que me suele salir en estas pruebas ya llevaba los antibióticos preparados por si acaso. La dificultad en estas pruebas para mi está en la salud, el resto es ir pataleando hacia delante. Hubo que aguantar temperaturas de hasta menos 40 grados. Un bajón que tuve ocurrió durante una noche en la que no pude dormir y me subió la fiebre. Todos los días hubo momentos complicados que hay que resolver. Para mí es un prueba de supervivencia al 100 %.

-¿Tuvo compañía?

-Nos íbamos juntando grupos. Incluso llegábamos a los campamentos del grupo de cabeza cuando ellos retomaban el trayecto. Se trata de una experiencia en la que, salvo dos o tres, se va a disfrutar. Hubo mucha colaboración entre todos. Cuando alguien se perdía se iba en su búsqueda. Eso no pasa en una carrera en la que vas a ganar. Es muy bonito vivir el deporte de esta forma.

-¿Qué siente cuando termita la prueba?

-En mi caso, no soy nada pasional en el momento de terminar. En esta ocasión, las últimas 20 millas fueron muy duras, ya que solo tenía una capa de guantes y ahora tengo principio de congelación en ocho dedos. Llego a estar otro día así y me plantearía abandonar. En ese trayecto final, lloré y hable con la nada diciendo que ya lo había conseguido. Ahí solté todos los sentimientos. A la hora de llegar solo pensaba en comer y dormir.

-¿Siente morriña de Galicia?

-Soy una persona que se acomoda muy bien allá donde va. Me gusta disfrutar de la gente y la cultura. Pero soy gallega, y eso tira. Me hacía mucha gracia que, debido a la falta de sueño, tenía alucinaciones en las que escuchaba las campanas de la iglesia de Toba. A pesar de llevar 20 años sin oírlas.