El autismo, un espectro diverso que exige mucha comprensión

Isabel García LOGOPEDA Y DOCTORA EN DESARROLLO PSICOLÓGICO, DEL APRENDIZAJE Y LA SALUD

CARBALLO MUNICIPIO

ANA GARCÍA

Claves para entender el TEA: incidencia, diagnóstico y características

22 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando hablamos del Trastorno del Espectro Autista (TEA) es esencial entender que no existe un único perfil. Se trata de un espectro amplio y complejo, en el que cada persona presenta características únicas. No hay dos casos iguales. En un extremo podemos encontrar a personas que no desarrollan comunicación, presentan discapacidad intelectual y requieren apoyos muy intensos, y en el otro, a individuos con un lenguaje fluido y altas capacidades en determinadas áreas, y sin embargo, con dificultades importantes en la interacción social y en la comprensión de las normas implícitas del entorno.

Desde la nueva revisión del DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), se unificaron todos los subtipos que existían anteriormente bajo una sola categoría diagnóstica: trastorno del espectro autista. Ya no se habla de tipos de autismo, sino de un continuo que puede observarse desde formas muy sutiles hasta otras que requieren un acompañamiento constante.

También se introdujo una nueva forma de clasificar el trastorno en función de los niveles de apoyo que la persona necesita para desenvolverse en su vida diaria. Así, existe el grado 1, en el que la persona requiere de apoyo; el grado 2, donde la persona necesita apoyo sustancial, y el grado 3, en donde el sujeto precisa de mucho apoyo. Este cambio desplazó la atención desde la etiqueta hacia las necesidades de apoyos de cada uno, siendo más práctico para planificar intervenciones y apoyos personalizados.

Hasta la llegada del DSM-5, el TEA se dividía en varios trastornos, como era el Síndrome de Asperger, el Trastorno autista clásico, el Trastorno desintegrativo infantil, y el Trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Actualmente, no se contemplan estos términos y todos ellos se integraron en una única categoría.

¿Cuáles son las características más comunes de un niño o niña con TEA?

A pesar de la gran variabilidad, el TEA se define por alteraciones en tres grandes áreas:

Comunicación e interacción social

Las personas con TEA pueden tener dificultades para comprender las reglas sociales, expresar emociones o establecer relaciones recíprocas. Algunas no desarrollan lenguaje verbal, otras sí lo hacen, pero pueden presentar ecolalia o un estilo de comunicación muy literal.

Conductas adaptativas

Son habilidades necesarias para manejarse en la vida cotidiana. Las personas con autismo pueden necesitar apoyo para seguir rutinas, resolver problemas prácticos o adaptarse a situaciones nuevas.

Rigidez cognitiva

Muchas personas en el espectro necesitan rutinas previsibles y muestran gran interés por temas específicos o repetitivos. También pueden presentar movimientos estereotipados o insistencia en la repetición.

¿Quienes están en el espectro?

Aunque se diagnostica con más frecuencia en varones (1mujer por cada 10 varones), cada vez más investigaciones, revelan que las mujeres autistas tienden a pasar más desapercibidas, y el diagnóstico llega más tardío o en algunos casos no se hace. Suelen camuflar sus dificultades sociales mediante la imitación o la hiperadaptación, aumentando el sufrimiento interno. Este fenómeno ha sido especialmente estudiado en los últimos años, y es una de las claves para comprender el infradiagnóstico femenino en el TEA.

¿Cuál es la incidencia que existe en este trastorno?

Se estima que 1 de cada 100 niños presenta un diagnóstico dentro del espectro autista, aunque algunas estadísticas internacionales hablan de cifras más elevadas. Los últimos datos de los Centros para el control y la prevención de enfermedades (CDC) de Estados Unidos refieren, por ejemplo, una incidencia de 1 caso por cada 36 niños. Aunque estas cifras pueden variar, lo cierto es que el TEA está presente en todas las culturas, niveles socioeconómicos y géneros.

¿Cuándo se debería hacer el diagnóstico?

El diagnóstico suele realizarse en la infancia, aunque hay personas que llegan a la edad adulta sin haber sido identificadas. Cuanto antes se detecta, mayores posibilidades hay de ofrecer apoyos que favorezcan el desarrollo, la autonomía y la inclusión. En muchas ocasiones, no es fácil que emitan un diagnóstico temprano, ya que antes de los tres años es complicado discernir entre algunas conductas inmaduras o neurotípicas. La falta de experiencia de algunos profesionales o de pruebas específicas, hacen que las familias tengan que acudir a un sinfín de especialistas en busca de una respuesta que les tarda en llegar.

Las intervenciones deben ser lo más precoces posible, individualizadas y basarse en un enfoque interdisciplinar, incluyendo a diversos profesionales como logopedas, terapeutas ocupacionales, psicólogos, psicopedagogos y educadores. Es muy importante resaltar que las familias son el pilar esencial, ya que sin su colaboración, el resto de servicios no tienen continuidad y se harían aisladamente. Ellas también requieren orientación, formación y acompañamiento.

¿Está la sociedad preparada para entender la neurodiversidad?

Comprender el TEA es más que conocer sus síntomas. Implica cambiar la mirada, es decir, ver a estas personas como alguien que presenta una diferencia en lugar de un déficit. El autismo no es una enfermedad que deba curarse, sino una forma distinta de sentir y percibir el mundo.

Los colegios, las instituciones públicas y la sociedad en su conjunto tienen el reto de adaptarse a esta diversidad. La verdadera inclusión ocurre cuando no se obliga a las personas a encajar, sino que se transforma el entorno para permitir que todas las formas de ser tengan un lugar.

Porque el autismo no es una tragedia. Lo es, en cambio, una sociedad que no sabe cómo convivir con la diferencia.