A Coruña ya tuvo su pequeña estación intermodal el siglo pasado y en pleno centro

CARBALLO MUNICIPIO

La terminal del trolebús a Carballo estaba en la calle Rosalía de Castro
30 mar 2025 . Actualizado a las 21:59 h.Hace 54 años dejó de funcionar el trolebús a Carballo. El último viaje desde A Coruña lo hizo el 15 de marzo de 1971. Aquella línea, que llegó a ser la más larga de todas las electrificadas de España, tenía salida desde una pequeña estación ubicada en un solar de la capital coruñesa hoy edificado, que hace esquina con las calles Betanzos, Rosalía de Castro y Francisco Mariño.
Ese chaflán fue en su época una auténtica intermodal hacia la comarca de Bergantiños ya que contó con hasta 17 líneas electrificadas (se instalaron 136 kilómetros de cables y unos 1.300 postes de madera con base de hormigón para sujetar el tendido a lo largo del recorrido) así como más de 50 buses de uno y dos pisos. Los trolebuses para viajeros disponían de 60 plazas y siempre iban llenos. Algunos tenían un enganche en la parte trasera para acoplar un remolque destinado a equipajes o mercancías, que también eran voluminosos.

El trayecto entre A Coruña y Carballo duraba una media de 75 minutos, aunque variaba mucho en función del número de veces que los troles se desenganchaban de los cables y el trabajo que les suponía a los operarios volver a conectarlos a la catenaria. Según confirman los historiadores, la Compañía de Tranvías batió su récord de usuarios en 1970 con más de 35 millones de viajeros, un tope que no ha vuelto a alcanzar. Sin embargo, el progreso fue arrinconando este medio de transporte, que fue sustituido en 1971 por los autobuses, mucho más maniobrables tanto en la ciudad como en las conexiones con el área metropolitana. Así, la pequeña estación de la línea A Coruña-Carballo estuvo operativa junto a la plaza de Lugo hasta la década de los años 90.
Parada y posta
La gente de más edad recuerda que muy cerca de aquella estación, en la calle Juan Flórez, estaban dos míticas tabernas ya desaparecidas donde los viajeros reponían fuerzas. Eran El Gasógeno, famoso por sus tapas de callos, y el ultramarinos-tasca de Marcelino, con sus bocadillos de queso con anchoas que más de uno todavía evoca. Tampoco queda nada del antiguo colegio Maristas diseñado en 1924 por el arquitecto Leoncio Bescansa, que se trasladó definitivamente a las dependencias de la zona de Eirís en 1976 tras vender la parcela que ocupaba frente a la plaza de Lugo para después transformarse en un edificio de viviendas.

Mercería Otero
De los negocios que había en la zona sobrevive la mercería Otero. Julio Pardo Otero es el gerente del negocio y recuerda el trasiego que había en la tienda de sus padres cuando salían los trolebuses de la estación: «En el mostrador estaban mi madre, mi tía Elvira, Pascual... Era un espectáculo verles trabajar, porque todo el mundo llegaba con prisas diciendo que iba a perder el trolebús. Mi madre se sabía los horarios y por eso ya estaban preparados porque, como pasa siempre, todo el mundo llegaba a última hora». Julio explica que vivían encima de la mercería y que muchas veces se quedaba en la ventana observando las maniobras de los conductores: «Los troles salían de la estación a muy poca velocidad y las maniobras eran muy medidas. De todas formas, las pértigas se desprendían y al recolocarlas saltaban chispas, algo impresionante para un niño como yo era entonces».
También recuerda el actual gerente de la mercería Otero que los trolebuses iban totalmente abarrotados. «Empezaban a funcionar las líneas regulares y era la única manera que tenía la gente de venir a la ciudad. Regresaban cargados de bolsas, porque casi todos venían a comprar cosas que no encontraban allá», explica.

Partidos de fútbol en la calle
El tráfico de vehículos en la zona lo centralizaban los troles y buses. Eran pocos los coches particulares que transitaban por la calle Rosalía de Castro a mediados del siglo pasado. «Jugábamos al fútbol con una pelota que hacía con cartones y celo que yo cogía en la tienda, y que gastaba hasta hacerla lo suficientemente compacta. Cuando había peligro alguien gritaba ‘¡Coches!' y ya nos subíamos a la acera», recuerda.
Junto a la estación también había algún taller o engrase, «que olía fatal». Y donde hoy está la tienda de Oysho había una frutería; un poco más arriba, la mueblería Marineda. En la esquina de la calle Betanzos con Francisco Mariño, colgaba el cartel de la sastrería Iglesias. «Y Rendueles, que también estaba cerca, sigue abierta ahora en la ronda de Nelle como tienda de decoración», rememoran los vecinos.
El nuevo edificio que hace esquina en el solar de la vieja estación fue construido entre los años 2000 y 2001 y dispone de 50 viviendas distribuidas en siete plantas más bajocubierta, con superficies que van desde los 105 a los 120 metros cuadrados. Tiene entrada por el número 5 de la calle Betanzos.