Laura Santos: «Me pasé años yendo a un molino y no sabía nada de la vida en él»
CARBALLO MUNICIPIO
Este viernes 25 llegará al ciclo OTNI del FIOT la pieza «Una rueda que da vueltas», tributo a un mundo rural que desaparece. En Ávila, pero también en Galicia
24 oct 2024 . Actualizado a las 23:49 h.Sonó Muiñada, de Fuxan os Ventos, para seguir hablando de teatro en Radio Voz, y particularmente del ciclo OTNI del FIOT de Carballo, ese apartado reservado para teatro más innovador que este viernes 25 de octubre, a las 21.00 horas, recibirá a la compañía Almealera, y con ella a Laura Santos. Ella es la intérprete y autora de la función Una rueda que da vueltas: entre molinos de agua y otras cosas en peligro de extinción.
—Molinos de Ávila, muíños aquí en Galicia. Este que trae es un tema que nos toca.
—¡Me alegro un montón! Yo soy de Madrid, pero este espectáculo se remonta a cuando yo tenía cuatro años y mi familia restauró un molino de agua en ruinas en una aldea de Ávila, en la cual ahora vivo yo. Fue en el proceso de creación de la pieza que acabé decidiendo irme a vivir allá. Ha sido un proceso artístico paralelo a uno personal.
—«Una rueda que da vueltas» nace de esa historia familiar, y de una serie de entrevistas y testimonios. Cuéntenos más.
—Ese molino reconstruido es un lugar al que yo iba a menudo, pero con una relación de algún verano, fin de semana... Hasta que, muchos años después, una de las mujeres que se lo vendió a mis padres, y que se quedaba allí cuando su padre iba a vender los costales de harina y así, me empezó a contar algún recuerdo que tenía de niña. Me emocionó y fascinó. ¿Cómo era posible que yo llevase 30 años yendo a aquel lugar y no supiese cómo era la vida de las molineras y molineros? Hablamos de maquinaria, de patrimonio, de patrimonio inmaterial, de proceso cultural... Tomé conciencia además de que la de esta mujer fue la última generación en vivir eso. Esa mujer fue mi primera entrevista, pero después vinieron más por la comarca que ahora habito. Al final no es solo la historia de este molino, sino de muchos más. Pasé por Ourense, pasé por Jaén... la historia es común hablemos de un molino de agua, un molino de aceite... Estas son nuestras raíces, y no nos las enseñan en los colegios. Me pasé un montón de veranos yendo a un molino y no sabía nada de él, de cómo se sostenía la vida allí.
—La pieza es como un homenaje al mundo rural, entonces.
—Eso es, recuperar esta historia que no se ha visto protagonizada en los escenarios, y que cuando lo ha estado ha sido muy caricaturizada. Intento honrar a este mundo con sus luces y sombras, con un teatro documental en el que son sus propios relatos los que protagonicen la pieza. Suenan sus voces. Cuando construyo la escena trabajo con material real de las entrevistas, incluso algunos de los objetos que uso son cedidos por ellos.
—Teatro documental, objetos, oralidad... ¿Cómo lo armó?
—En lo documental, hablando mucho, entrando en las casas, escuchando, tratando de entender bien todo el universo, pidiendo permiso para llevar todo esto a escena. Mi manera de hacerlo es mucho a través del teatro de objeto, algo nuevo para mí, que venía de trabajar con textos escritos. Agua, harina, cereal, paja... son otros personajes que me ayudan a contar.
—¿Qué sintió cuando supo de todo ese universo de raíz, y cuando al fin lo pudo lanzar?
—Me siento privilegiada de poder llevar esto a tantos sitios. Inicialmente pensé que con llevarla a los pueblos donde había hecho entrevistas ya sería feliz. Que esto les llegase y emocionase. Pero ha llegado a mucha más gente, y además joven, por cierto muy interesados. Recorro España con público de diferentes edades. Los mayores se sienten reconocidos y en entornos rurales encuentro personas que nunca habían ido al teatro y que creían que este hablaba de otras cosas, no de ellos.