«A ese anaquiño de mundo, fondo e zugoso».
Algunos vecinos le llaman el barrio de A Ponte, haciendo referencia a ese lazo que une la barriada con el resto del pueblo carballés sobre el hidroide dulce del rio Anllóns que, desde la Serra de Soandres, siempre escoltado por ameneiros, sauces y olmos, baja regateando entre labrados maizales y herbales de inigualable color verde, hasta desmayarse como un leve batir de besos, en el regazo amoroso de la Ría de Corme. Deja el rio a su paso esa tierra donde no existe un simple espacio en la que el hombre no haya volcado sobre ella el rocío de su sudor.
El barrio es caluroso en verano, casi somnoliento, pero despierta repentinamente en los últimos días de agosto para celebrar sus fiestas patronales con guirnaldas, pasacalles, juegos lúdicos, procesiones, verbenas.. En fin, todo aquello que pide la boca del vecino.. Es cosa increíble que un barrio pueda organizar unas fiestas tan populares, tan simpáticas y brillantes como, por poner un ejemplo, esa confección de alfombras que iluminan los ojos del barrio y sus alrededores.
Al mediodía, casi a la aurora, grupos de gaiteiros recorren las calles de casa en casa y las muchachas, engalanadas con hermosos vestidos, pasean por la acogedora placita ante el beneplácito de los mozos, mientras en sus ojos brilla el sol del mediodía. Es una costumbre ancestral donde caben todos y todas y donde no hace falta ningún feminismo excluyente que incite al enfrentamiento..
Recuerdo en estos días, aquellos inviernos de este barrio con sabor a tango y muiñeiras, cuando caminando por sus calles todo era absoluto silencio y olor a chimeneas encendidas. Por aquellos bares dejé extendido un ramillete de amigos del alma. Esos amigos que siempre saben a miel y a amistad. Personas que siempre me esperan como a ese vecino que llega del exilio..
Claro, es cierto que muchas personas queridas de mi juventud, han ido pasando, sin embargo el barrio queda. Y es que como escribe Senén Barro Ameneiro, «os libros da memoria empezan na páxina dez». Y es así, porque el tiempo lo madura todo y aquí estoy, intentando saludar a la querida barriada, tragándome las lágrimas de la ausencia, pero resignado ante lo que ya no tiene vuelta de hoja, mientras los nietos y bisnietos de quienes nos trajeron al mundo, nos gritan desde el atril de la hermosa capillita de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que sí, que sigue la fiesta, que la alegría lo abarca todo.. Porque, conmigo o sin mí, la vida sigue.