«O 90% dos que tiñan máis cartos no Pastor de Carballo eran das aldeas»

CARBALLO MUNICIPIO

Persona con historia | Antonio Vilas iba para sastre y lo fue durante un tiempo, pero terminó siendo bancario
11 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Antonio Vilas Otero (A Coruña, 1942) eligió ser sastre cuando a los 14 años terminó sus estudios. Aprendió el oficio y trabajó en Santiago, pero a los 18 se estableció ya por su cuenta en la calle Vázquez de Parga de Carballo. Fue un mal cálculo porque todavía le quedaba la mili por hacer. Cuando regresó tras 24 meses en Infantería de Marina resultó que sus clientes ya se habían buscado otro profesional. «Era muy aburrido», explica.
Cree que la vocación le vino por un tío que se dedicada a ese oficio, «ao que tiña un pouco idealizado». Puso todo su empeño en dedicar su vida a hacer trajes e incluso estuvo un año formándose en Barcelona, pero con poco más de 24 años tuvo que terminar desistiendo.
Trabajó un año en Correos y después hizo oposiciones al Banco Pastor. «O primeiro exame foi no Burgo das Nacións e o segundo, na Escola de Comercio de A Coruña», explica. Su primer destino fue Ortigueira, donde pasó cuatro años ya casado, y después ya le dieron plaza en la oficina de Carballo.
Cuando empezó y durante años eran 18 los empleados que había en la sucursal, que trabajaba más que todas las otras oficinas juntas, según recuerda. Entonces, el que mandaba era Pedro Barrié de la Maza y los empleados estaban encantados. «Tíñamos paga se había un novo papa, se se aprobaba a Constitución... Morreu e acabouse todo aquilo», explica.
Entonces había grandes cuentas en el banco y muchas veces las cosas no eran lo que parecían. «O 90 % dos que tiñan máis cartos no Pastor de Carballo eran das aldeas», señala. «A zona de Bergantiños era moi rica e se vendían un becerro ou uns pinos gañaban moito diñeiro. Daquela iso valía moito e era xente que gastaba pouco, menos os días de feira. Duraban ata a noite e xa non ían para casa. A máis de un habíao que levar», recuerda.
Mañana, tarde y madrugada
El hecho de que la plantilla fuera tan amplia no significa que trabajaran poco. Hacían horario de mañana y tarde y en ocasiones les daba la madrugada en la oficina. Lo peor era calcular los intereses en las cuentas a plazo. «Era unha odisea», señala. Todo se hacía a mano hasta que llegaron las máquinas de manivela, «o que foi todo un avance» y una fotocopiadora que era una plancha con tinta. «Máis que copiar, calcaba», señala.
Las cosas realmente se complicaban cuando los libros, que tenían como medio metro de alto, no cuadraban. Un simple número equivocado hacía que se pasaran las horas buscando el fallo. No importaba demasiado porque, según los recuerdos de Antonio Vilas, la plantilla era una especie de familia y después de verse todo el día aún tenían ganas de irse a tomar unos vinos tras el trabajo.
Antonio Vilas nació en A Coruña, donde sus padres regentaban una taberna, pero con tres meses lo trajeron a Carballo. Para entonces la familia había cogido el traspaso de otro establecimiento de hostelería justo enfrente de donde está ahora la sucursal del Santander, en Vázquez de Parga. Pasó a llamarse Ulla Nueva. «Daquela, os nomes poñíaos a xente», explica. Eran parientes de los que tenían el Ulla, una especie de ultramarinos que se conocía por el nombre de la familia, así que el recién reabierto establecimiento, donde daban comidas y era fonda, quedó sentenciado en su denominación.
El niño Antonio estudió en sus primeros años en la escuela de Dosinda Cerqueiro, «como medio Carballo», pero después fue a la Academia Leus y a Asteco a completar sus formación hasta los 14 años. Era un estudiante «do montón» y cuando terminó eligió el oficio de sastre.
Deudas de la comisión de fiestas del San Xoán y del Bergantiños
Antonio Vilas formó parte, al menos dos años seguidos, de la comisión de fiestas del San Xoán carballés. En aquella época se hacían los presupuestos pidiendo casa por casa. Tuvieron que continuar porque les quedó una deuda de 200.000 pesetas, que no era poco. Se vieron obligados incluso a pedir un crédito. Reconoce que se pasaban las tardes recorriendo los barrios en busca de donativos, que no eran fáciles de conseguir. «Levabamos todo o día sen facer un peso. Todas as que abrían eran mulleres que dicían que non estaba o marido e que non podían dar nada ata que chegara. Na última, xa de noite, o que saíu era un home e dixo que non podía aportar se non estaba a muller. Botamos unhas risas», explica. También recuerda el caso de un varón que les dio casi 500 pesetas para que se fueran, por el apuro de haber sido encontrado en una casa que no era la suya.
También fue presidente del Bergantiños, aunque reconoce que el verdadero artífice de que se ocupara del equipo fue Agustín Rodríguez Mato. Entonces, la entidad tenía una deuda de 600.000 pesetas, que era toda una fortuna y apenas dos jugadores. Trataron con la federación para hacerse con un club que estaba a punto de desaparecer y lo consiguieron. «Deixámolo con trinta e tantos deportistas e un efectivo de 30.000 pesetas», recuerda. Antes habían formado parte de la organización de un campeonato de fútbol por calles que había tenido un enorme éxito. «O cabecilla de todo iso foi Miguel Lendoiro», recuerda. De allí salieron un montón de jugadores carballeses. Entonces, recuerda había dos equipos más o menos profesionales que no daban absorbido a tantos deportistas.