La iglesia de Sísamo, una muestra de la riqueza patrimonial de Bergantiños

Luis Ángel Bermúdez

CARBALLO MUNICIPIO

BASILIO BELLO

Las huellas de la religión | Destaca por su gran cantidad de imágenes y piezas escultóricas

06 oct 2023 . Actualizado a las 19:25 h.

En el año 2001, el sacerdote e historiador del arte José Cardeso Liñares emitió una frase de la que todos los bergantiñáns podemos estar orgullosos. Esta sentencia la pronunció en una valoración acerca de la iglesia de Santiago de Sísamo: «La riqueza retablística existente en Bergantiños es acaso única en el arzobispado tanto por su calidad como por su abundancia». En efecto, la iglesia de Sísamo, así como las del entorno, destacables también por su arquitectura, resalta sobre todo por su patrimonio mueble. En cuanto al edificio, se distinguen varias partes: la iglesia primigenia era de planta rectangular y todavía se ve en el arco del presbiterio los restos de dos capiteles románicos.

En la visita pastoral de 1791 ya se indicaba su «antigua construcción». En el año 1674, con la fundación de una capellanía, fue arrimada en el lado de la epístola una capilla colateral y, a finales del XIX, se creó la otra capilla contraria, dedicada a la Virgen del Carmen y erigida por los congregantes de la cofradía.

A inicios de ese siglo, como indica la visita pastoral de 1817, «por haberse arruinado esta iglesia se ha reedificado poco tiempo hace, de paredes y todo el techo hasta la frontera, la que por falta de caudales dejó también de reedificarse». Al quedar inconclusa, el visitador ordenó que fuese terminada. Por las cuentas tomadas en 1833, sabemos que en 1832 el cantero Manuel María Nieto concluye la obra de la fachada, y posteriormente iguala las paredes laterales con el nuevo frente, con un precio total de 10.610 reales.

Si acudimos al interior, abovedado y con una tribuna de los años setenta, llamará la atención del visitante —y del fiel— el retablo mayor, restaurado en 2001 por Jesús Eirís García. Esta pieza, como no, es del escultor Antonio de Meis (1717-1792), oriundo de Muros, formado en Noia (lugar del que presumía al firmar los contratos) y cuyo taller estaba en la parroquia de Entrecruces.

El retablo mayor fue concluido en 1758, con un precio de 6.701 reales, como certifica el libro de la cofradía de la Virgen de la Presentación. El soporte que Meis emplea en este retablo es la pilastra. El tallista recubre todos estos elementos con cintas y trofeos bélicos (aljabas, yelmos, lanzas, espadas) para recalcar la belicosidad de Santiago, titular de esta iglesia. En esos mismos años, la disposición de las imágenes no era la actual: estaban dos imágenes de Santiago, santa Ana, santa Bárbara, san Roque (el que vemos debe de ser del XIX) y una pequeña imagen de la Virgen de la Presentación en el expositor; la actual es de 1831, de Juan Pernas Gambino.

La imagen que habría dispuesto Antonio de Meis en el segundo cuerpo era, muy seguramente, el Santiago matamoros, que hoy está en una anda procesional. Es una copia idéntica de la obra homónima que hizo el gran José Gambino, que se encontraba hasta hace un par de años en la nave de Azabachería, de la Catedral de Santiago. Antonio de Meis hace una réplica de la imagen, solo que rompe la composición piramidal del modelo. La otra imagen, la del Santiago Peregrino, debió de adquirirse en su taller en 1745, antes —en 1744— se le compró la efigie de santa Ana, por 310 reales.

En esta imagen de la madre de la Virgen María vemos una de las características más comunes en las tallas de Antonio de Meis: para introducir una seña de veteranía y recalcar la experiencia vital del representado, coloca una remarcada línea nasogeniana, a la altura de los pómulos. Esta marca queda reservada para retratar a santos pontífices, ancianos o, en todo caso, aquellos que han desempeñado trabajos duros.

El sagrario y otras obras

Junto con el retablo, el escultor Antonio de Meis hizo el expositor y el sagrario, típico en toda su obra. Fue encargado en 1744. Tres esculturas que nos quedan pendientes de este escultor y que se hallan en esta iglesia son, por un lado, la imagen de santa Bárbara y el Cristo de la capilla de la epístola, y, por otro, la veneradísima efigie de la Virgen del Carmen. Esta última es una copia idéntica de la Virgen del Carmen de Cereo, de Berdillo y de la que se encuentra en San Miguel de Cabanas (A Baña), que está documentada y me ha permitido identificar el autor de las anteriores.

Su adquisición pudo ser motivada por la devoción del párroco Fernando Manuel Cerdeira y Luaces, que el 3 de mayo de 1770 instituyó la todavía existente cofradía del Carmen. La imagen estuvo en varios sitios. Primero, en el retablo que está actualmente; sin embargo, en 1893 —tras haber sido incluida una capilla nueva en la iglesia— pasó a presidir este nuevo espacio.

En el arco de acceso hay colgado un exvoto, con la representación de la Virgen y de su favorecida devota; el texto dice lo siguiente: «Rosa García, vecina de Santiago de Sísamo, hallándose de un parto muy apurada y desahuciada de los cirujanos, ofreció a María Santísima del Carmen esta limosna y luego parió el día 1º de marzo, año 1771». La ofrenda era el exvoto y un becerro.

En la nave central hay dos retablos colaterales, que pueden encuadrarse en el tránsito del XVII al XVIII, y que emplean como soporte la columna salomónica. El de la derecha, hoy ocupado por una imagen —posiblemente decimonónica— de san Antonio de Padua, estuvo anteriormente dedicado al santo Cristo, ubicado sobre la puerta de la sacristía, adquirido en 1737 a Ignacio Tiburcio Freire, pintor noiés que vivía en Ramil, Rus. Su medio hermano, Domingo, será el futuro yerno del ya citado Antonio de Meis.

Acompañando al Cristo estaba una imagen de la Virgen de los Dolores, como menciona la visita pastoral de 1817, y que hoy está en el retablo mayor. La capilla restante, la de la derecha, fue fundada el 23 de febrero de 1674 por el párroco Juan Suárez Carballal, sobre el vínculo y mayorazgo que en 1893 poseía el licenciado don Federico Montenegro Mosquera.

Restauración

En 1817, según la visita pastoral, la capilla estaba enrejada, y en su retablo estaban colocadas las imágenes de san Francisco y san Juan. La capilla fue restaurada en el siglo pasado por el párroco Ramón Varela Alvarellos. Hay un interesante memorial (1921-1952) de las obras que hizo en la iglesia, entre ellas el abovedamiento. El retablo que hoy se aprecia es un conglomerado de varias piezas: una predela barroca, así como varias pilastras y florones, y dos columnas-balaustres añadidos, seguramente, en esta reforma.

La calle central está presidida por un relieve donde un Cristo media la composición, y a su lado se halla san Francisco, que hace gesto de compadecerse de las tres ánimas del purgatorio.

Quedan en esta capilla dos imágenes: un san José, de 1869, y una pequeña Virgen del Carmen que fue adquirida para usar en las procesiones mensuales de la cofradía. Las imágenes que nos quedan por tratar son una Virgen del Pilar, un Sagrado Corazón de Jesús (1943) y una Virgen del Perpetuo Socorro (1951).