El mayor lavadero público de la Costa da Morte empieza a padecer los efectos del abandono

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana García

Situado en el barrio de A Cristina, en Carballo, con 26 metros de largo, caen con frecuencia los cascotes, ya no tiene agua y a veces duermen vagabundos

26 nov 2023 . Actualizado a las 20:13 h.

El mayor lavadero público cubierto de la Costa da Morte, con 26 metros de largo, corre el riesgo de desaparecer. No es ninguna joya etnográfica (quedan aún bastantes lavaderos en la comarca que sí lo son, por factura, materiales y antigüedad), pero durante muchos decenios ha cumplido una función muy agradecida por los vecinos del barrio de A Cristina, en Carballo. Y eso que cuando se construyó no había casi nada de lo que ahora tiene alrededor, empezando por el Pazo da Cultura, en frente, porque ahí estaba el matadero, y ahora en medio la Rúa do Pan. Ni estaban tampoco los bloques de pisos, ni el aparcamiento en el que hubo un aserradero y una pequeña granja de cerdos. Ni siquiera la calle paralela de Carlos Casares, que no existía. Estaba casi solo el lavadero, con una casa de una planta al lado, rodeado de prados y con acceso directo al agua, porque en ese punto el nivel freático es casi superficial.

Esa función de utilidad ha ido a menos en los últimos años, pero resistía a cuentagotas. Hasta no hace mucho, de vez en cuando se veía a alguna persona lavando sobre todo alfombras o grandes telas.

Mucho más hasta hace siete años justos, cuando el Concello cortó el flujo al ancho grifo, que era ininterrumpido, las 24 horas, y al final de mes se acumulaban unos 1.200 metros cúbicos, con las zonas centrales convertidas en grandes piscinas. De noche, el sonido incesante del agua se escuchaba en buena parte del entorno. Desde entonces, la apertura se mantuvo solo los jueves, con una reducción drástica en el contador: antes era el que daba el registro más alto de los del casco urbano.

Ana García

Y hace un tiempo que ya ni siquiera eso. Desde el Concello señalan que, en caso de que se pida, se puede reabrir los jueves, como antes. Pero, de ocurrir eso, habría que adoptar alguna medida más, sobre todo por seguridad, pero también por ornato. Han caído muchos cascotes del techo. El lavadero tiene algo de piedra en la base, pero es sobre todo de ladrillo y cemento. En lo alto se ven ya varios boquetes, con los escombros acumulados en el suelo. La maleza empieza a brotar por varios puntos. Las pintadas fueron a más, igual que la suciedad. Y en uno de los extremos hay un colchón y cartones, lo que indica la presencia de vagabundos.

No sería la primera vez: a finales del 2016 ya dormía una mujer nacida en A Laracha, a la que los servicios sociales ayudaron a salir de su situación, y ha habido algún caso más, pero eran excepcionales. Antes, rodeado de más vegetación, el lavadero tenía cierta protección visual, pero desde que se han habilitado los aparcamientos la ha perdido, y el tránsito de coches y personas es constante. En suma, un elemento que, sin ser de gran valor patrimonial, sí forma parte de la pequeña historia local de esta zona de Carballo, está a punto de perderse. El último servicio público que dio fue servir de base a una intervención artística en el lateral que da a la rúa do Pan. Fueron unas pinturas, aunque también las necesitaría en todo su perímetro.