
A viva voz | La colección Fénix, que puede verse en la galería Manolo Eirín de Carballo, acumula los 50 años de experiencia del artista brasileño José Guedes
02 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Como los grandes inventos, Fénix nació por accidente. El artista brasileño José Guedes (Fortaleza, 1958) estaba trabajando en su taller. Había fotografiado una obra renacentista, no le gustó el resultado, arrugó el papel y lo tiró a un lado. Ese supuesto desecho se terminó convirtiendo en una colección parte de la cual se puede ver desde ayer en la galería Manolo Eirín, comisariada por el crítico Nilo Casares, que lo conoció en una muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, en el 2005. Fue su presentación en Galicia. La de Carballo es la segunda.
Con más de medio siglo de oficio a sus espaldas, las piezas que se muestran en el local de la rúa da Estrela no tienen nada de casuales a pesar de lo que pudiera parecer. En teoría son reproducciones de obras de otros artistas que José Guedes ha hecho suyas arrugándolas. En ese proceso todo está completamente controlado. Se trata de idea bidimensional que transmite una tridimensional y que juega con la idea de destrucción y reconstrucción de la historia del arte.
José Guedes se ha atrevido a transformar a Dalí, a Paul Klee o a Andy Warhol, pero en Carballo el principal protagonista es Mondrian, porque la temática que une toda la exposición es la geometría.
«Repito el proceso hasta que funciona»
El proceso comienza con Guedes tomando imágenes de los originales en museos que terminan en papel fotográfico grueso, de 200 gramos, con una altísima calidad de reproducción y con los ajustes necesarios para lograr la visión que de esa obra tiene el artista. Entonces empieza la destrucción, el arrugado. «Lo repito hasta que funciona», dice. A veces ocurre enseguida y, en ocasiones, nunca. Aunque la reproducción se realiza con una cámara cenital el artista tiene en cuenta que la obra se expondrá. «Tengo en cuenta como actúa la luz cenital y como va cambiando la obra, siempre pensando que el foco estará arriba», señala. Para entonces ya ha conseguido la obra reconstruida. Después viene la impresión en acero, para lo que instruyó previamente al dueño del taller en el que realiza sus trabajos. «Todo é intencional, cada sobra no arrugado está moi pensada», dice Nilo Casares.
El espacio de Manolo Eirín gustó mucho a José Guedes por su amplitud y le sorprendió que el galerista hubiera colocado sus trabajos «a la distancia correcta», con un plus añadido. Las separó apenas un centímetro de la pared para que los focos cayeran mejor sobre ellas. De este modo consigue incluyo mayor efecto tridimensional en un plano que es, evidentemente, plano. Se nota la intención de conseguir que nada sea lo que, en principio, parece ser, o que se convierta en una evolución de si mismo.
Emoción
Con estas características intenta José Guedes despertar la emoción de los visitantes. El contexto, que sería Carballo, parece el adecuado. «Buscamos atrapar al espectador normal», dice. «La historia del arte es un tema recurrente en mi proyección artística, sobre todo en los últimos años. Las apropiaciones son libres, complejas y mezclan homenajes y cuestionamiento. A veces son sutiles y a veces más directas, más evidentes, como en el caso de esta serie Fénix, en la que las intervenciones, las manipulaciones, tienen como base obras claramente definidas. Creo que la fuerza de estas obras está en esta acción radical de arrugar una obra generalmente icónica, siguiendo parámetros también radicales de composición», dice José Guedes sobre la muestra.
Además de en Carballo, el artista nacido en Fortaleza tiene parte de su colección ahora en Budapest. No es fácil encontrarlo en España, aunque ha estado en el Institut Valencia de Art Modern, donde Nilo Casares comisarió una muestra individual en el 2010. Desde entonces ha estado en varias localidades de Brasil, pero también en Berlín y París. Con otros artistas ha recorrido desde México a Rusia pasando por varios puntos de Estados Unidos.
Las obras de la muestra carballesa solo se han presentado fuera de Brasil en Francia, hace ya unos cinco años, por lo que los visitantes de Carballo tienen una rara oportunidad.