Crespón negro por Casa San Ramón

Toni García de Seárez

CARBALLO MUNICIPIO

BASILIO BELLO

DESDE MONTEVIDEO | Escribe Toni García de Seárez | Casa San Ramón estará siempre viva dentro de mi memoria

18 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo triste sucede cuando una librería cierra. Es como si una sociedad estuviera herida de muerte y la ciudad se oscurece lo suficiente como para tener que buscar luz en otro lugar. Porque una librería no es solamente una tienda donde se venden revistas, periódicos y libros, sino que es un agente dinamizador de la cultura. Lamentablemente, la gente ya no lee como antes, en la cama hasta la llegada del sueño, ahora se recurre al móvil o a la tablet. Antes se regalaban libros, en cambio ahora el regalo preferido es un móvil... No, no es fortuito que las solapas de los libros tengan forma de puerta, porque son la entrada al mejor de los sitios. Y si cierran las librerías, ¿quién nos va a descubrir el maravilloso mundo de la lectura?

Con cien años de puertas francas, el pasado domingo cerró Casa San Ramón. Una verdadera institución en Carballo, que horadó al tiempo durante cien años gracias a aquél visionario emigrante en Montevideo que fue el abuelo Ramón Castro, funcionario de aquellas enormes y populares tiendas del Río de la Plata llamadas London-París, en donde era querido y apreciado.

A don Ramón le sucedieron sus hijos que, con Gregorio al frente, armaron una imprenta en la que se confeccionaban carteles, almanaques, los conocidos tacos, tarjetas de visita, libretas y hasta programas en cartulina de las fiestas patronales de las aldeas vecinas. En su negocio, Gregorio Castro tenía la tranquila autoridad, el aplomo elegante y la simpatía de quien conoce su oficio. Era uno de esos seres humanos raros, sabios y buenos. Murió hace años, cuando yo estaba ya lejos y no pudo asistir a su entierro. Así que le adeudo esta página porque le debo momentos de felicidad y un enorme reconocimiento. Por eso cuando viajaba a Carballo, mi primera visita era a Casa San Ramón y allí estaba, en su hermosa librería de Desiderio Varela, porque nuestra amistad se había afianzado en lazos estrechos de cariño y respeto..

—E logo, Gregorio ¿a quen vas a votar nestas eleccións?

Gregorio, levantaba el brazo izquierdo, cerraba su puño, aupaba sus viejas gafas de carey, y ante el asombro de todos, señalaba:

Eu sigo sendo destes!

La última vez que entré en su paraíso lo encontré sentado allá en el fondo de su laberinto libresco. Parecía un tenaz guardián de su sagrario más íntimo. Y así se fue extinguiendo despacio, sereno, con certeza lúcida y melancólica de que también cierta parte de Carballo se iba con él.

Casa San Ramón ha bajado las cortinas. Y cuando un comercio histórico y tradicional cierra, los vecinos reaccionan con estupor porque suponían que era eterno, que siempre iba a estar allí. Sin embargo, ese asombro nos lleva a otro signo opuesto y nos maravilla el hecho de que haya logrado durar nada menos que cien años. A pesar de todo y contra todo. Porque si cierran las librerías ¿qué nos va a descubrir el maravilloso mundo de la lectura?

Casa San Ramón estará siempre viva dentro de mi memoria. Y hasta me dan ganas de ponerme un crespón negro.