El último día de Casa San Ramón

Patricia Blanco
PATRICIA BLANCO CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

El emblemático establecimiento carballés echó este domingo el cierre, justo en el año de su centenario

16 feb 2024 . Actualizado a las 10:43 h.

—¡Vaia por Dios, Viki! A ver a onde vou ir eu agora!

Domingo 12 de marzo, segundo de mes, nutrida feria en la Praza do Concello de Carballo, un mercado tomado por los grelos. La mañana avanza ajetreada y bulliciosa y en la calle Desiderio Varela se apagan con estruendoso silencio, sin artificios, los cien años de historia de Casa San Ramón. Victoria Castro, gerente, se jubila. Llegó el día. Fijó las 14.00 horas para decir adiós a esta librería quiosco que también fue imprenta, y el sucinto mensaje que colgó en la puerta no pasó desapercibido. Letras negras, un Casa San Ramón en rojo. Tamaño A4. Dos copias. Sin más. Durante toda la mañana, al lado de su hermana Olga, con paredes vacías y los últimos restos ya en las estanterías, dispensa prensa diaria, pero también otros productos —«o que sobre, doarase»— y abrazos. Recoge, en contrapartida, buenos deseos para su nueva etapa tras casi cuarenta años al frente del establecimiento. A Viki le agradecen el trato afable de todo este tiempo, las conversaciones del día a día, el servicio. Ella expresa gratitud por la confianza que le brindaron. 

La mañana fue un goteo incesante de entradas y recuerdos. Victoria se mueve rápida entre tanto afecto, saludando por el nombre, entregando lo que van a buscar incluso sin pedírselo, como lleva haciendo decenios: «É incrible a cantidade de xente que veu mercar algo, non por estar a prezo de saldo, senón por ser o último día, como un recordo. Ata firmei exemplares de revistas e xornais. Sabía deste aprecio, pero con isto comprobeino moito máis aínda. Estou preparada, mentalizada, pero emociona. Acórdaste de cando eras nena, da xente que coñeces, clientes e non clientes». Porque Victoria hasta nació en este emplazamiento de la Desiderio Varela, en la planta superior, que todavía sigue siendo su hogar. «Todo era subir e baixar», dice.

BASILIO BELLO

El lunes se levantará más tarde —o eso planificaba— y seguramente volverá a entrar en la centenaria librería, pero ya no será ella la que dispense la prensa diaria con la crónica de su cierre: «Pois non o pensara. Igual teño que mercar o xornal. Almorzo cada día con el, co de papel. Gústame pasar as follas», sonríe. Casa San Ramón inició su historia en 1923, en la por aquel entonces plaza de la Libertad, hoy Praza de Galicia. La abrió su abuelo, Ramón Castro, como mercería, perfumería y droguería. Desde el 43 ocupa el lugar actual, y fue uno de los hijos de este malpicán, Gregorio, también corresponsal para EFE, cronista para La Voz, el que catapultó el local a ser parte de la historia de Carballo. Como imprenta, como antigua delegación de La Voz que fue, inaugurada en mayo del 64. A Gregorio, que se esforzó por encuadernar prensa y forjar archivo, y también a Ramón, los recordó este domingo el cronista Xan Fraga, que pronunció unas palabras para la ocasión. «Ledicia, que isto non é un enterro, é un centenario. ¡Viva San Ramón!», animó el historiador, agradecido por la colaboración que siempre le brindó Gregorio: «Victoria e súa irmá fixeron un esforzo por chegar a estes cen anos».

BASILIO BELLO

«Cen anos xa está ben, é redondo. Pensei en pechar o ano pasado, pero decidín esperar a este», decía Viki momentos antes. Gabriel Pérez, con 97 cumplidos, era uno de los presentes en estos últimos minutos. Él aún recuerda al abuelo Ramón, pero Victoria no lo conoció. El librero Fontana de El último día de Terranova, obra de Manuel Rivas, se lamenta de haber colgado el cartel de liquidación en su librería, pero para Victoria no hay marcha atrás. Ella, madre de dos hijos, es también ahora abuela, de Vega, que cumplirá 3 años el 16 de marzo —irá a Barcelona para verlos—, y de Teo, de dos meses. Ellos son sus planes inminentes.

Los escaparates de Casa San Ramón ofrecían en su despedida tarjetas de felicitación, plumas y bolígrafos. Herramientas para escribir futuras historias ahora que concluye esta, como lo hará seguramente Lois, de 7 años, con su lápiz. Tras la venta de dos ejemplares de La Voz, a 20 minutos del cierre, él fue el último cliente de Victoria: compró un sacapuntas de la marca Faber Castell.