Luis Jaime Rodríguez, un guardián del pasado administrativo provincial

P. Blanco, F. Rodríguez CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana García

A VIVA VOZ | Conservó durante años máquinas y dispositivos que la Deputación acaba de ceder para el Museo de Bergantiños, en Carballo. Calculadoras, ordenadores, magnetófonos, impresoras, faxes, tocadiscos o, incluso, un proyector que en su día perteneció al Teatro Colón coruñés

30 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El Museo de Bergantiños de Carballo ha cumplido veinte años y lo ha hecho con una renovada exposición presentada el 22 de diciembre. Enfrenta la instalación una nueva etapa, mirando al futuro, porque albergará en breve una sala de realidad virtual, y mirando al pasado, pues ahora se puede viajar desde la calle Martín Herrera a muchos años de evolución del trabajo en las Administraciones. ¿Cómo? A base de máquinas de escribir, calculadoras, ordenadores, magnetófonos, impresoras, faxes, tocadiscos o, incluso, un proyector que en su día perteneció al Teatro Colón coruñés. La renovación del museo, promovida desde el Concello y con empeño de su área de Turismo, ha sido posible con la ayuda de la Deputación. Posible, también, gracias al tesón de Luis Jaime Rodríguez, jefe provincial de Patrimonio y Contratación, que durante años etiquetó y almacenó estos elementos.

—¿Por qué guardar todo esto?

—Intentamos un poco como el arca de Noé: guardar dos máquinas de cada tipo a medida que se iban renovando [es algo que sigue haciendo]. Siempre era una preocupación por si de cara al futuro podría ser de interés, sobre todo para las nuevas generaciones que ya viven en un mundo virtual, ahora que casi llegamos a los ordenadores cuánticos, a la inteligencia artificial... Se hizo como recuerdo, y también como agradecimiento a esas personas anónimas que han estado manejando estas máquinas muchos años, funcionarios y funcionarias.

Ana García

—Estuvo usted en el estreno de este nuevo museo. ¿Cómo lo vio?

—Fue entrañable. Quise reconocer lo que hizo el vicepresidente de la Deputación y edil de Turismo de Carballo, Xosé Regueira. Supo valorar esas máquinas que estaban depositadas en una sala en el polígono de Sabón, pero de una forma interna, sin poder visualizarlas. Él solicitó que estuviesen ahí [en Carballo] y la Deputación, su equipo de gobierno, con mucho gusto se lo cedió en depósito, pues así se pueden ver.

—Usted las percibió como tesoros.

—Aparte del valor histórico, tienen el sentimental, formaron parte de la Administración. A Regueira le proporcionamos, y a mí me gusta especialmente, un documento del 12 de febrero de 1900 en el que tuvo que dictar una orden Francisco Silvela para que se admitieran los escritos presentados a máquina.

—Si Silvela viviese hoy, y viese cómo evolucionó todo, estaría orgulloso de haber dado el paso.

—Hay otra persona que se llama Comín, citada en la orden, que fue el que lo pidió, pues había reticencias en ciertas Administraciones: los pedían a mano.

—Un edificio de casi dos siglos como el que alberga el Museo de Bergantiños parece adecuado para exponer todo esto.

—Está muy bien. Ya la restauración que había hecho en su día Gallego Jorreto, así como las que hicieron arquitectos posteriores, han dejado un espacio magnífico. La renovación, la nueva sala... En ella se podrán ver también equipos de imprenta, de la antigua imprenta de la Deputación. Todo esto, creo, puede servir un poco como efecto llamada para que personas e instituciones puedan ceder máquinas de otro tipo: equipos para escribir en braille, equipos que usan en el Congreso o en el Parlamento, taquígrafos...

—¿Se siguen usando?

—En el Congreso de los Diputados, sí. De hecho, cada 5 minutos cambia la persona, es un trabajo muy intenso y se van renovando. Tienen medios audiovisuales, desde luego, pero aún los emplean, y tener uno en el museo podría ser muy interesante. Y muchas otras, como esa que apuntaba antes, el equipo de proyección del Teatro Colón. Cine, fotografía... Creo que es un museo con mucha potencialidad.

—¿Algo de lo expuesto que para usted tenga más significado?

—Creo que son muy interesantes esas calculadoras que venían de Suecia, año 1950, casi unos tanques, de acero. También lectores de microfilm que hoy solo vemos en películas y alguna biblioteca...

—¿Cómo animar a las nuevas generaciones a que se acerquen?

—Es un viaje al pasado, no tan pasado en realidad, pero que con las nuevas tecnologías ha quedado ahí y necesita un poco su reconocimiento, hitos por lo que, para llegar al ahora, hemos tenido que pasar. Las máquinas también han contribuido a la igualdad: las primeras mecanógrafas eran, sobre todo, mujeres, y eso les permitió acceder a un trabajo. Y está también la nostalgia...

—¿Cómo es su día a día laboral y cuál es su vínculo con la zona?

—Intentamos cumplir nuestros cometidos, contratar obras, servicios, suministros, intentar velar por los principales de publicidad, concurrencia, igualdad, no discriminación, objetividad en las Administraciones, uso racional de los recursos públicos, tratando de hacerlo lo mejor posible, con un equipo de colaboradores magníficos. En la Costa da Morte a parte del cariño que le tengo a nivel personal, he tenido que intervenir expedientes muy bonitos, como la compra de las Torres do Allo (Zas), o el contrato de las obras de su rehabilitación. El dolmen de Dombate, hasta que se logró el edificio actual... La adquisición de Forno do Forte en Malpica. La de los Batáns de Mosquetín, las rehabilitaciones contratadas en el castillo de Vimianzo... He hecho con mucho gusto todo ese trabajo.