Los licores artesanales y diferentes que salen de un pequeño taller de Carballo

Si abrir un negocio, emprender, ya tiene su mérito, más si cabe hacerlo en un sector al que llegas casi por casualidad, con destinatarios lejos del comercio de masas, en plena pandemia, y teniendo que soportar y afrontar después la subida de los precios derivados de la guerra de Ucrania. Y, pese a todo, movido por la pasión y el convencimiento de que la idea es buena, resistir y salir adelante con éxito. Con éxito y con muchas horas de trabajo diario, más o menos todas las posibles.

De una manera muy resumida, esta es la reciente historia empresarial del carballés Borja Bello Blanco, de 38 años, responsable de la empresa Licores Bello Blanco. Un producto inusual para lugares alejados de la producción de vid, y más en su caso, con su taller-obrador en un bajo de la calle Gran Vía de Carballo. Pues de ahí salen los licores (arándanos, café sin azúcar, descafeinado) que llevan su apellido, hechos con calma (es necesaria en esta materia) y para disfrutar también con tiempo, como especifican sus botellas y su muy cuidada web. Es normal que la cuide, ya que una buena parte de las ventas las realiza a través de ellas. En suma, el suyo es un obrador de licores artesanales que combina el respeto por la tradición con los tiempos modernos para elaborar bebidas de alta calidad, a base de buenas materias primas (uva de godello) y bastante mimo en los procesos. En todos: investigación, elaboración, agitación manual diaria durante el proceso de maceración, filtrado, envasado, precintado y etiquetado. Por supuesto, también toda la parte comercial y de desplazamiento a los lugares donde es posible. Todos los lotes, explica Borja, con botellas de dos tamaños, son ediciones limitadas con diferentes graduaciones que se ven afectadas por la capacidad de absorción que haya tenido el elemento base que da sabor al licor.

 

Casi de casualidad

Y todo empezó casi de casualidad. Bello, pese a su juventud, tenía ya bastante experiencia como chef por diversos restaurantes de España y del mundo. En Cataluña surgió la idea, recogiendo setas y orégano en el monte. El jefe lo animó a probar a preparar licor de manzanilla. Empezó a moverse, informarse y formarse, «a facer experimentos», recuerda. Eso fue hace más o menos siete años, con un proyecto que, como sus elaboraciones, se fue macerando lentamente. El coworking con sede en Cabana fue su trampolín y su aula comercial, «desenvolvendo o proxecto ata darlle forma». Estaba ya listo en enero del 2020. Y todo son muchas cosas, ya que como se trata de alcoholes los controles son muy rigurosos, con impuestos especiales y permisos de Hacienda, mediciones, un material muy específico (sus instalaciones, para quien no esté familiarizado con este sector, impresionan un poco)... En marzo pasó lo que pasó, y en su caso pasó más porque le faltaba un papel que lo tuvo tres meses parado, sin trabajar. Y los meses aquí se cuentan de otra manera: una empanada o un pastel se valoran al momento, cuando se prueban, pero estas bebidas necesitan un proceso de ocho meses. Así que todo se dilató hasta que, finalmente, su primera botella salió hace dos años justos, en diciembre del 2020. Los constantes cierres sumían en la incertidumbre a restaurantes y tiendas, por no saber qué pasaría, pero poco a poco se fue aclarando el panorama y sus licores, en el 2021, funcionaron muy bien. Pero después llegó lo de Ucrania y lo que se torcieron fueron los precios, encareciéndose de manera extraordinaria. Con todo, trata de mantener los mismos de entonces, reduciendo los márgenes. Y quiere ampliar las variedades en un futuro. Está ya testando varias, de pino a eucalipto, de nébedas con miel a mandarinas. Destaca que en sus creaciones «nótase a flor». Es algo más que un simple alcohol: una artesanía a la que le ha echado muchas horas. Además de su web, restaurantes y tiendas específicas, en comercios de Carballo también se encuentra.

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