Marina Marroquí: «Hay que dejar de pensar que el machismo son tres misóginos en la barra de un bar»

Patricia Blanco
PATRICIA BLANCO CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

M.MORALEJO

ENTREVISTA | Referente en la lucha contra la violencia de género, y víctima de ella, estará en Carballo el 30. Un día antes, en A Coruña

21 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cuatro años que Marina Marroquí (Elche, 1988) sufrió violencia machista, de los 15 a los 19, y los siete posteriores de silencio son ahora un altavoz. Madre, licenciada en Ciencias de la Información, educadora social, presidenta de la Asociación Ilicitana contra la Violencia de Género, referente en la lucha contra esta lacra, está inmersa en un gira de talleres y conferencias por España que el día 29 la traerá a A Coruña y el 30 a Carballo. En la capital de Bergantiños mantendrá un encuentro con profesionales y otro abierto al público, iniciativa del área de Igualdade municipal en torno al 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Regresa Marina a Galicia, donde ve interesantes proyectos en la materia: «Que me inviten para intentar aportar mi grano de arena es un placer». Conoce bien el vacío que se queda tras el maltrato, habla en primera persona. Miles de adolescentes han pasado por sus sesiones y también profesionales que trabajan con víctimas.

—¿Qué mensaje trae para el sector profesional?

—Es importante que tomen conciencia de lo complejo de la violencia de género y de la especialización que se necesita para intervenir de forma eficaz. Identificar qué secuelas tiene la víctima, conseguir herramientas para la confianza con ellas, romper el círculo vicioso de manipulación que el agresor ha generado... Ver cómo podemos facilitarles el proceso desde los diferentes ámbitos profesionales a los que puede acceder.

—Se anima mucho a denunciar, pero debe haber toda una red después.

—Es cuando más peligro corre la víctima. Denunciar es el principio del fin, y es mucho más duro sobrevivir a la violencia de género que vivir en ella. Necesitamos conseguir que finalice el proceso de denuncias judiciales de modo satisfactorio: el 50 % de mujeres que interponen una denuncia no consiguen finalizarlo. Hay que lograr que el sistema se adapte para dar respuesta a las necesidades que tiene la víctima en ese momento y a la posterior reparación del daño.

—Sobrevivir a la violencia, más duro que vivirla. Qué palabras.

—La sociedad, la familia, pone mucho esfuerzo en conseguir que rompas la relación de maltrato. Romper y no volver, no caer en la manipulación del agresor, es muy difícil, pero es que además dentro de esa relación generas un síndrome de mujer maltratada, una venda. De verdad crees que cuando llora, llora de verdad, y que cuando dice que cambiará, lo hará. Ahí están esas cosas que como profesionales no entendemos: ¿Cómo lo defiende? ¿Por qué quita la denuncia? ¿Por qué vuelve con él si hemos conseguido una orden de alejamiento? Al no tener respuestas a esas preguntas, esto le impide a la sociedad intervenir bien con la víctima. Cuando se rompe el círculo vicioso queda la ansiedad, el miedo, los sobresaltos, las pesadillas... Ese estrés postraumático necesita una respuesta emocional.

—¿Es una utopía pensar que la violencia machista acabará? ¿Nos tenemos que quedar solo en cómo detectarla lo antes posible?

—Espero que no sea utopía, trabajo mucho para ello. Pero sí tenemos que ser conscientes de que estamos en una sociedad que casi erotiza el maltrato. Los que se pelean se desean, los polos opuestos se atraen, quien bien te quiere te hará llorar... Se construye el amor en base al sufrimiento, a aguantar, a películas como A tres metros sobre el cielo o Cincuenta sombras de Grey... Esta estructura justifica y crea coartada al agresor. Una mujer educada en esta sociedad machista está predispuesta a sufrir violencia de género porque no va a poder identificar las primeras señales. Necesitamos una cultura que no tolere ningún tipo de violencia contra las mujeres, no una que haga apología de ella. Ocurre que, de forma urgente, hay que hacer eso que dice, generar herramientas de detección precoz para identificar el maltrato en etapas más tempranas y poder salir de ello sin secuelas tan graves o sin vida.

—Todos esos estereotipos que menciona los recoge en su libro «Eso no es amor» (Planeta).

—Justo, fruto de las sesiones con adolescentes, donde vemos que intentamos construir la casa por el tejado. Intentamos condenar la violencia de género, pero sin despertar una mentalidad crítica, sin saber que seguimos educando a chicos y chicas de forma diferente. Lo veo con mis talleres, por los que han pasado más de 85.000 jóvenes, cuando le pongo el famoso anuncio de Dolce&Gabbana: ellas ven un abuso hacia la mujer, ellos una orgía. Estamos construyendo una visión muy perversa y pagamos las consecuencias. Nos escandalizamos de esas consecuencias sin educar. Nunca podremos alcanzar la igualdad real si educamos a chicos y chicas de forma diferente: tienen juguetes diferentes, ven películas diferentes, esuchan música diferente... El hilo argumental de lo que consumen ellas es el amor, pero el de ellos, la competitividad y violencia. Tenemos una bomba de relojería, y nos está estallando en las manos.

—¿Es la adolescencia actual la llamada a cambiar todo esto?

—La adolescencia es lo que ha sido siempre, el reflejo más cruel y transparente de la sociedad en la que vivimos. Están llamados a ser el cambio siempre que nuestra generación sea capaz de ser la que rompa la educación machista, la cultura tradicional. No lo harán los adolescentes por generación espontánea, sin que las familias cambien paradigmas, o sin que las escuelas tengan una asignatura de igualdad o educación afectivo-sexual.

—¿Una sociedad machista es cómoda para el maltratador?

—Tenemos que dejar de pensar que el machismo son tres misóginos en la barra de un bar. Requiere de gran esfuerzo sacar a la luz toda la desigualdad, incluso el machismo que se transmite desde el amor más puro, aunque duela: le repites a tu hija cien veces lo guapa que es, pero no lo inteligente y divertida, y a tu hijo lo fuerte y rápido que es, pero no lo tierno y dulce. ¿Comodidad? Mi padre me dijo una vez: «Marina, yo no soy machista, soy cómodo. A mí me encanta que me hagan las cosas». El machismo, como yo digo, permite que hasta el más pobre tenga sirvienta. Falta empatía, saber ver que para que ellos tengan una vida fácil, una mujer se la está complicando mucho a su lado. Desmantelar este sistema requiere de un gran sacrificio.

«Es importante tener un día para alzar la voz contra lo mismo»

«Es importante tener un día en el que unir fuerzas para alzar la voz contra lo mismo, pero la violencia machista no se va a solucionar por una carrera al año o por una campaña de sensibilización», dice Marroquí sobre el 25N. Para ella, que tiene un gran nivel de actividad y miles de seguidores en redes sociales, requiere de un esfuerzo conjunto entre instituciones y sociedad, día a día, todo el año, transversal. «Un día importante para poner sobre la mesa la cantidad de violencia que sufrimos solo por ser mujeres, un tirón de orejas», dice sobre la jornada que se aproxima.

No hay un perfil de víctima ni de maltratador. Marina tiene casos de 13 a 80 años, con cualquier trabajo y clase social. Solo halla un rasgo común en ellas: ser buenas personas, bondad que el agresor usa en su manipulación. Porque un maltratador, dice, no trae pancarta, no es agresivo, es chantajista y victimista: «Un trabajo de artesanos. Saben que si estás en un pozo, y aunque alguien te tire una cuerda, no puedes salir». La sociedad las culpa muchas veces a ellas, incluso cuándo quiere ayudarlas: «¿Y tú por qué aguantas tanto?». Sus talleres con jóvenes tienen un resultado doloroso, pero positivo: detectan in situ un 10 % de casos de violencia. Les sirven a ellas estas sesiones para saber por lo que ha pasado Marina y cómo pueden evitar que les ocurra, y también les sirven a ellos, porque se dan cuenta de que no son cuatro locas ni mentirosas: «La mayoría de chicos dan un paso al frente y se niegan a formar parte de un sistema que hace tanto daño», asegura.