Deudas de compañías aéreas y navieras ahogan a agencias de viajes de la Costa da Morte

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana Garcia

Empresas y clientes esperan desde hace un año decenas de miles de euros

11 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya no fue solo el parón a partir de marzo del 2020, sino que la pandemia tuvo efectos retroactivos en las agencias de viajes porque son empresas que trabajan a largo plazo. «En outubro vendemos o de Semana Santa e entre decembro e xaneiro, o do verán». Montse Pensado, de Costa Azul de Carballo, explica que los efectos del covid comenzaron mucho antes para este sector que a lo que ha dejado de ganar en más de un año suma lo que ha tenido que adelantar a sus clientes, en muchos casos echando mano de créditos. Son decenas de miles de euros lo que compañías aéreas y navieras retienen a clientes y agencias. Las deudas pueden dar al traste con la continuidad de las agencias, muchas de ellas sin capacidad ya para levantar cabeza. La situación es tal que buena parte de los profesionales del sector ni siguiera quieren hablar. «Non quero saír dando pena no periódico», han dicho en más de un caso. 

Al paro

Montse Pensado y su madre aguantan echando mano del colchón que han ido rellenando a lo largo de los años y porque no tienen que pagar alquiler ni a empleados. Hace ya doce meses que mandaron al paro a las tres personas que tenían contratadas pensando que podrían recuperarlas un par de meses más tarde, pero ha pasado un año y no hay trabajo ni para ocuparlas a ellas dos toda la jornada. Por eso ahora abren todos los días, pero solo hasta las 13.30 horas. Desde que se decretó el estado de alarma calculan que han perdido el 95 % de la facturación, a lo que hay que añadir entre 25.000 y 30.000 euros que tienen pendientes de cobrar de las compañías aéreas y navieras. Una parte es de sus clientes, que recibirán el dinero una vez que a ellos les llegue, y otra tuvieron que adelantarlo ellos para pagar a parte de los que no habían podido viajar, por el tipo de acuerdo que tenían. Tuvieron que solicitar un crédito para avanzar ese dinero que todavía no saben si podrán recuperar o cuándo.

La recuperación del sector no tiene fecha por la falta de confianza de los clientes  

«Estamos mal e vivimos isto como un inferno». Montse Pensado expone el sentir de todo un sector que inició la cuesta abajo ya en febrero del 2020, cuando la gente empezó a temer las consecuencias de un entonces muy desconocido coronavirus. La esperanza está puesta ahora en la vacuna, pero la recuperación será lenta, porque hay desconfianza de los clientes y todo el mundo ha aprendido que las cosas pueden volverse del revés en un momento.

A pesar de eso, las agencias, como otros negocios, no pueden cerrar la puerta, pero abrirla comporta gastos en licencias, avales, sistemas, grupos de gestión y muchas otras cuestiones. El problema es que lo que se ingresa no da ni para pagar la luz.

En Carballo, Costa Azul abrió en 1993. Ahora, esos 28 años de vida ayudan a mantenerse a flote, pero muy a duras penas. Los problemas a los que se enfrentan son comunes a otras agencias, que además, en muchos casos, deben sumar el pago del alquiler, entre otros gastos. 

Campaña

Con la Semana Santa a la vuelta de la esquina no les están entrando clientes y los que se aventuran a preguntar por lo que hay para el verano son muy pocos todavía. La gran esperanza es la inmunización, que ofrecerá mayor libertad para viajar, pero todavía tienen que pasar meses para que la actividad turística se normalice o, por lo menos, para que haya algo de movimiento de cara al exterior.

Los testimonios de la crisis, desde Fisterra: «Isto levounos por diante»  

Manuel Canosa, uno de los socios de Brigantium, da por hecho que la agencia no volverá a abrir. La pandemia les pilló en un momento muy delicado y se los ha llevado por delante. Su actividad era estacional y se puede decir que la última vez que trabajaron fue en octubre del 2019. En noviembre solían cerrar hasta Semana Santa, pero en el 2020 ya no hubo oportunidad. Arrastraban ya algunas dificultades por inversiones realizadas para abrir la tienda y poner en marcha el tren turístico y el alquiler de bicicletas. Fisterra recibía cada vez más peregrinos y visitantes y el negocio se expandía. Nadie hubiera imaginado que el covid paralizaría todo eso y pondría en aprietos a dos familias. Además, todo se complicó porque el funcionamiento por temporadas de la agencia hizo que el alta de autónomos no se hiciera efectiva hasta el 16 de marzo, dos días después del estado de alarma, por lo que los dos empresarios quedaron sin posibilidad de recibir ayudas ni ERTE.

Fisterra sigue teniendo un futuro brillante, aunque a medio plazo, ya se abastece de peregrinos extranjeros, pero serán muchos los que podrán aguantar.